martes, 3 de enero de 2017

BUILD

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Debe ser horrible morir emparedado. Arañar el muro de fría piedra, con las uñas primero, con los dedos descarnados que dejan los huesos al desnudo después, entre terroríficos alaridos de angustia, desesperación… incomprensión.

Debe ser espantoso saberse conocedor de una suerte funesta y aterradora.

Deber ser terrible sentirse sediento, hambriento y no tener nada más que tu propio yo para llevarte a la boca.

Debe ser escalofriante escuchar los gritos de terror.

Debe serlo… por eso, tras emparedar a mi esposa en la casa solariega, alejada hasta lo indecible del mundanal ruido, cerré la puerta con llave y decidí, creo que con lógica precaución, no volver nunca por esos lares.

Texto de Migue Carrión
Foto de Saray Pavón

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