lunes, 30 de diciembre de 2019

sábado, 28 de diciembre de 2019

El castillo ambulante

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Si has visto la película del Studio Ghibli antes que leer el libro de Diana Wynne Jones podrás percibir que es muy fideligna a este (evidentemente hay cambios, no se puede condensar todo detalle en 119min.). Yo personalmente he disfrutado bastante con las 344 páginas, se me han pasado como en un abrir y cerrar de ojos, hay escenas y detalles que prefiero del libro y también me quedo con otros de la película.

La escritura es sencilla pero compensa con la imaginación que desborda el papel. Es muy visual: descripciones con riqueza y sin excesos y la trama: explora diversos temas habituales en la literatura. Éstos incluyen el destino, la juventud, el valor y el amor. Los dos primeros son centrales en el desarrollo de Sophie, la protagonista. Desde el principio, su idea del destino le hace creer que está condenada a fracasar por ser la mayor de tres hermanas. Esto contrasta con la actitud de Howl, que se ve como el dueño de su destino, sin preocuparse de lo que la sociedad piense de él ni de lo que las convenciones exigen. El fracaso que Sophie ve en sí misma se refleja en el hechizo de la Bruja del Páramo, que transforma a Sophie en una anciana poco agraciada.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Análisis sintáctico

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Quiero hacer sintaxis
con tu delicioso cuerpo.

Yuxtaponerme contigo
en una coordinada,
copulativa, sin disyuntiva…
explicativa.

Variar entre subordinadas,
jugar a ser sustantiva
del sujeto
de tu complemento agente

—toda oración pasiva
me parece peligrosa—.

Jugar a ser adjetiva
especificarme contigo,
ser complemento
del nombre que eres.

Jugar a ser adverbial
entre tantas circunstancias.
Temporales, modales…
siempre aportan al núcleo.

Por no ponerme concesiva
o condicional
en este análisis sintáctico.

Poema e imagen de Silvia Gallego



martes, 24 de diciembre de 2019

La carne

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Güendy solo quería bailar, pero su padrastro se encerraba con ella en el baño cada vez que su madre no estaba. Su padrastro era un hombre despótico. Enorme, desmañado y cruel, era El buey desollado de Rembrandt.

Croisé derecho al frente. Paso a la derecha en uno, brazo en dos, seguido por un plié tendu. Tres, cuatro. Vamos, por grupos. Otra vez.

Güendy acababa de cumplir trece años; y seguía siendo una niña, con su tez mestiza y los ojos azules, y un cabello indomable, rizado y largo, que flotaba en el aire en los giros y las contorsiones.

–Sonrisa, ¡y pensad! Pensamos en lo que hacemos. En los brazos… las piernas… en la punta de los dedos. ¿Qué estás haciendo?, ¡no mires al suelo! ¡Ligera, ligera! Ahora arriba al descender. En círculo, brazo abierto a un lado… y volvemos a cinco.

Ella solo quería bailar. Vivir toda su vida en uno de esos cuadros llenos de muchachas que se ajustan las cintas de las zapatillas, sentadas en las grandes manchas doradas de los ventanales, que se reflejan en los espejos poniéndose, quitándose las horquillas, arreglándose el moño, mientras la profesora corrige y manda repetir con voz de urraca los ejercicios de barra.

Faltaban cinco minutos para que terminara la clase del jueves. Los jueves su madre tenía turno de noche, y su padrastro la esperaba en casa para cenar e irse a la cama. Güendy se mordía nerviosa el labio, levantando continuamente la vista para mirar la hora. Tres minutos. Hizo una pirueta doble sobre el pie derecho en punta. Dio algunos pasos rápidos a través de la sala, revoloteando, y de un salto, igual que una mariposa de alas blancas, saltó por la ventana.

Texto de Alberto Martínez
Imagen de pixabay

domingo, 22 de diciembre de 2019

Vamos a hacer limpieza en general

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Vamos a hacer limpieza general
y vamos a tirar todas las cosas
que no nos sirven para nada, esas
cosas que ya no utilizamos, esas
otras que no hacen más que coger polvo,
las que evitamos encontrarnos porque
nos traen los recuerdos más amargos,
las que nos hacen daño, ocupan sitio
o no quisimos nunca tener cerca.
Vamos a hacer limpieza general
o, mejor todavía, una mudanza
que nos permita abandonar las cosas
sin tocarlas siquiera, sin mancharnos,
dejándolas donde han estado siempre;
vamos a irnos nosotros, vida mía,
para empezar a acumular de nuevo.
O vamos a prenderle fuego a todo
y a quedarnos en paz, con esa imagen
de las brasas del mundo ante los ojos
y con el corazón deshabitado.





Poema de Amalia Bautista
Imagen de Pixabay


viernes, 20 de diciembre de 2019

Qué bien se está aquí (sueño)

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A mi padre.

Otra vez voy a contar un sueño. Me ha dado ahora por escribir los sueños que he logrado pescar del pantano del dormir hasta el butrón del pescador despierto. Sueños coleantes y branquiales que todavía vivos aletean entre mis sábanas. Pero no os puedo invitar a tomar un vaso de sueño a palo seco. Lo he cogido fresco y ahora tengo que procesarlo; tengo que poneros las aceitunas de la literatura y las patatas fritas de los embustes para que esté más sabroso aunque a mí esto me joda un poco.

Así que soñé que mi padre y yo caminábamos tan panchos por el Stonehenge. Sí, aquellas piedras melladas que forman un círculo sobre la hierba en algún lugar de la Gran Bretaña. Yo traía la imagen que vi en los documentales y sé que es cosa de trogloditas o algo así; en mi sueño enseguida reconocí aquel paraje temático. Mi padre, con su cara de guasa y un par de bolígrafos pinzados en el bolsillo del pecho de la camisa. Llevábamos puesto el atuendo de diario y pateábamos por el blando piso vegetal del Stonehenge como si flotáramos en el líquido amniótico de aquel páramo embarazado ya de nueve meses neolíticos. Mi padre y yo persiguiéndonos, riendo a carcajadas; respirando la mañana fría y eterna, lumínica de portada de libro de texto de los chavales en la que apareciera el Stonehenge. Mi padre y yo con las manos en los bolsillos calculando a ojo la altura de los menhires, silbando melodías de película. No sabíamos si habíamos dejado a mi madre en algún sitio y había que recogerla luego; pero la sensación era que estábamos en aquel lugar para siempre y mi padre y yo encantados de lo lindo. El círculo del Stonehenge nos ha centrifugado y se ha deshecho de nuestros anillos domésticos y laborales; limpios de prejuicios y perjuicios, felices sentados con la espalda en una piedra y las piernas estiradas sobre la pelusa verde y rupestre del Stonehenge.

Al despertar, después de las defecaciones y las abluciones, ahondé más en la wikipedia sobre el Stonehenge y leí lo que me temía: Que si ritos funerarios, que si ya la edad de bronce, que si un templo, religión y astronomía. En fin, aquello no era definitivamente el Stonehenge cachondo y peregrino de mi sueño, sin cadáveres debajo. Nuestro Stonehenge, papá, era algo así como la programación infantil de los sábados por la mañana.



Texto de Garven
Imagen de Pixabay

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Metrópolis

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Confluir y fluir, encontrarnos en los mensajes llenos de códigos complejos que a su vez pueden ser creadores de encuentros, sensaciones que nos evocan momentos únicos y con ellos poder unificar un pensamiento. Un pensamiento que mire hacia adelante, que se expanda y vuelva a generar humanidad allí donde ya se perdió.


Todo comienza temprano, a eso de las siete, justo cuando suena la puerta del pasillo de la escalera del bloque de pisos donde habito.

Alguien sale, y por el sonido de los pasos sé que va con prisas. Aun no le conozco, como tampoco a ninguno de los vecinos, solo escucho sus pasos… les escucho hablar en el patio, y todos hablan y hablan de lo mismo… ―Realidad.―

Hoy llueve infernalmente, truenos que hacen temblar la tierra, la tierra que se mueve sin necesidad de truenos… movimientos inconcretos que no sé de donde vienen, pero que sin duda hacen que yo me mueva de mi asiento… las guerras son siempre lo mismo, siempre pienso que son planificadas para eliminar a seres humanos, no más, es la locura de no controlar el pensamiento, inquietante, trascendente, impávido, y sin sentido. De locos que han quedado atrapados en el tiempo, en un tiempo indeciso, perdido, sin lugar.

―Como salir de esta realidad de ciudad―.

Hoy camino por calles que me enseñaron juegos infantiles como también el juego de la vida y a la vez un infinito sentido del horizonte… un horizonte que hoy no sé donde está, pero que sin duda aparecerá tarde o temprano… lo busco y,  sé que está ahí, tras los edificios, en algún lugar.

―En el asfalto muchos horizontes se pierden―.

He regresado a la orilla de las horas que permanecí en silencio por otras que nacieron de la palabra. Las palabras que salieron de mí, quedaron atrás, sin memoria… he regresado al mundo de los sentidos, de los sonidos, de la música, de la regresión al pasado que siempre nos perturba en sonidos de ciudad que ya no dicen nada, ―Tan solo memoria―…

Dentro de las inquietudes de viejos ideales que ya no son ideas sino recuerdos… siempre recuerdos, siempre memoria inquieta que no cesa de hacer ruido… se deben dejar los ruidos antes que ataquen, antes que alguien los escuche realmente… esos sonidos que un día tomaron forma de pensamiento definido… ya nada es igual, viejas heridas que nos hacen retroceder a lugares perdidos en medio de la nada… en medio de los silencios que definieron la vida eterna y ya no es vida, sino un lugar en un espacio inconcreto, opuesto a lo que soñamos… , quedar en el olvido, solo eso, olvido. 

Me pregunto por el estado de los principios que rigen el mundo, donde queda la palabra, la visión de lo humano, donde la verdad de lo real o la ficción... todo lo escrito queda en la memoria de quien lo escribió, otros quedan en la poca memoria de la historia. Pero realmente sin nuestro pensamiento solo nos quedan las verdades a medias de un mundo que se desinfla en mentiras sin clasificar... todo cambia,  tan solo es el principio de un cambio de disfraces... de escenografías, de un guión establecido por unos locos que ignoran el significado del ser, del humano... me pregunto si ser es posible, si lo posible es tan solo un sentimiento.

Las cosas más pequeñas del mundo nos sorprenden a cada paso, cada día de nuestra vida, y esto hace que lo posible si sea real, a pesar de no ser lo que creíamos ser… a pesar de ser lo que si somos… ―parte del todo―… parte de una comunidad que se expande y nos lleva más allá de lo soñado, de lo que queremos para nuestro futuro. De todas formas el equilibrio se pierde al tercer paso de una calle mojada, después sale luz de las paredes y reapareces sentado en una silla sin respaldo… opuesta a las sillas que salen de la nada… todas la formas de equilibrio conocidas quedan inquietas, sentenciadas al olvido… expuesto a las sombras que resurgen desde la nada… desde el desequilibrio de la soledad.

El deseo de lo perpetuo queda en nuestra existencia desde que nacemos, otras nos quedamos sin esa vitalidad existencial expuesta a la mirada de los otros que quedaron sentados en perpetuas siluetas de sal, en equilibrios sin sentidos y difuminados en nombres lejanos, sentados en bancos de parques creados para este fin… la inmovilidad.

Buscamos esa magia que nos saque de ser estatua de sal, y persistir en la memoria del horizonte.

Recorrer calles, avenidas, … rodeado de ruidos infernales en busca del tren que sale temprano; salir de esta ciudad costará mucho más de lo que pensaba… salir para encontrar el equilibrio con la naturaleza, con el agua, con el cielo, con el aíre. Salir para sentir la vida, la esencia de lo que un día fuimos, de lo que un día percibimos como parte de este mundo, parte del universo, parte del todo…  definitivamente no se es de ciudad, realmente no se es de ningún lugar. ― se pertenece al mundo―  el mundo somos nosotros, nuestro pensamiento, aunque las sillas a veces estén puestas a la inversa del escenario de la vida.


Texto de Juan Manuel Álvarez Romero
Imagen de Pixabay

lunes, 16 de diciembre de 2019

Animales lastimados

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No se puede confiar
en aquellos que fingen interés
arrimando sus hocicos con saliva
que es puro veneno

                   por eso, prefiero infectar mis heridas
lamiéndolas en soledad
                  
                   que yo sea la única causante
                   de mi dolor.

Poema de Ana Patricia Moya, Periquilla de los palotes 
Imagen de Pixabay


sábado, 14 de diciembre de 2019

Canción del eco

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Christina Rosenvinge grabó varios temas expresamente para el box set "Un caso sin resolver". Para ello se alió con Raül Fernández "Refree" y grabaron dos clásicos de su etapa con los Subterráneos "Tú por mí" y "Alguien que cuide de mí", la versión de Refree "El Sud", una nueva versión de "Canción del Eco" y la mítica "Hallelujah" de Leonard Cohen.


jueves, 12 de diciembre de 2019

martes, 10 de diciembre de 2019

domingo, 8 de diciembre de 2019

Sueño rajado

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Estaba yo viendo Águila roja recostado en el sofá, en una hora intempestiva para un día laborable; cuando empecé a dar algunas cabezadas de sueño. Esas cabezadas se me figuraban como el preámbulo al sueño, el NO-DO del cine del sueño; el anuncio de multiópticas previo a la película del sueño. Hasta que me dormí y comencé a soñar.

Soñé que aparecía yo en un programa de televisión para niños con talento o algo así. Tendría unos cuatro añitos y daba por hecho que allí me habían llevado mis padres. Ellos eran unos tipos oscuros que aplaudían y se emocionaban desde la grada; yo no les reconocía claramente. Me ajusté mis gafitas mientras sostenía un micrófono que apenas podía abarcar con la mano. Entonces el presentador gritó: «¡El pequeño Chayán!» Y me arranqué en un baile imitador de adulto como si tuviera un avispero en la bragueta; perrito, feliz, reviejo, a saltitos que removían los aplausos y la risa de todos. Empecé a cantar con una voz blanca y repipi.

El público ovacionaba y reía conmigo, reavivaban mi pequeño brasero; yo movía el culito vano y el pantalón caído para arrancar la bulla de la gente.

Mis padres, en la sombra de un rincón de la grada donde apenas llegaba la luz halógena de los focos, lloraban quizá de emoción, estáticos y algo funerarios. En el jurado había tres tipos: dos hombres que serían cantantes o actores y una bonita mujer que podría ser diva, actriz, bailaora; y yo qué sé. Cuando terminé ella se dirigió a mí con una alegría cordial atusándose la melena negra de Julio Romero de Torres y me decía riendo: «Tú te va a comé er mundo, chiquillo».

Sí. Ella se levantó del estrado y vino hacia mí como una giganta, adulta, madraza, mujerona, amada y amante. Me cogió en brazos y me apretó contra su escote bienoliente, poderoso y dorado. Me besó después con besos sonoros y pude ver su boca abierta, festoneada de saliva, las convulsiones de la risa, las muelas y los dientes que brillaban como caramelos chupados. Yo estaba totalmente enamorado de esa mujer. Esnifaba en ella olores y contrariedades, imaginé en un instante que nos bañábamos los dos entre fluidos rosas. Me dejó en el suelo y se agachó para cogerme de las manitas. Vi en sus grandes ojos, adultos pero jóvenes, peces que nadaban.

De nuevo la ovación del público. El presentador me dirigió entre aplausos hacia mis padres; ya terminé y otra niña iba a actuar. Pero en la grada no me esperaba la pareja oscura de mis padres; en su lugar había un viejo mariscal con bigote prusiano que tenía medallas y galones en la pechera, y un sable de baraja ajustado a la cintura. Me tendió su gran mano militar y negué con la cabeza. Él parecía avergonzado y decepcionado. Se me heló el corazón.

Entonces el sueño vira ciento ochenta grados; la cara be del disco del sueño. Ahora estoy tumbado sobre una camilla metálica y desnudo entre sábanas blancas que cuelgan hasta el suelo. Sigo siendo un niño y puedo notar mi menguado cuerpecito. Una mujer de luto está de rodillas en un reclinatorio, a pocos metros enfrente de mí; parece que llora y reza ante un altar de aluminio donde no hay figuras religiosas ni nada; se diría que estoy en una morgue. Contrasta el vago silencio, ligeramente alterado por el murmullo de la mujer, con la algarabía del programa televisivo anterior. Se acerca hacia mí; es ella, la diva del jurado. Viene con un llanto hiposo y la cara velada en negro, hay hilos de saliva prendidos en su velo por la tos del llanto. Veo de soslayo al mariscal que llora tapándose la boca con las manos y siento una rara impresión al oír llorar a ese hombre tan grande. Se le escapan gemiditos muy agudos, como de niña, tristemente graciosos. La diva me aparta la sábana y deposita sobre mi pequeño sexo imberbe un ramillete de florecillas rojas mientras canta una cancioncilla que me hizo recordar las zarzuelas que ponía mamá en el radiocasete. Ella comienza a amortajarme y noto una hinchazón creciente en la entrepierna; las florecitas caen a un lado. Aunque estoy entumido consigo atrapar la mano dorada de la mujer, la acerco a mi boca y beso sus uñas nacaradas. Con una voz gris, cavernícola y adolescente le digo: «Tengo un arte y una gracia que no se puede aguantar» fue entonces cuando ella, sobresaltada y enfadada, tiró de la mano para zafarse y le cambió la cara a un gesto fruncido de asco hacia mí. Caminaron los dos hacia la puerta de salida, parecían indignados. Antes de salir el mariscal se giró para mirarme e hizo otra mueca de decepción. Tras la puerta se oían las voces sopranoides de un coro de viejas que cantaban salmos. Me dolía todo el cuerpo, noté que me crecían las extremidades y me liberaba de la mortaja. Pude incorporarme y vi mi cuerpo desnudo reflejado en un espejo de luna. Me vi hercúleo, atrozmente hombre; musculado como un animal carnívoro, tenso de lujuria, griego clásico y atleta. Pensé que ese no era yo.


Texto de Garven
Imagen de Pixabay

viernes, 6 de diciembre de 2019

Nunca nada

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Ana Vega ha colaborado en revistas y publicaciones nacionales e internacionales, participado en antologías poéticas como La manera de recogerse el pelo coordinada por David González (Editorial Bartleby) u otras publicaciones como Poetas Asturianos para el siglo XXI de Carlos Ardavin (Editorial Trea). Ha publicado El cuaderno griego (Editorial Universos), Realidad paralela (Editorial Groenlandia), Breve testimonio de una mirada (Editorial Amargord), La edad de los lagartos (Editorial Origami), Herrumbre (Editorial Groenlandia), Llanquihue (Editorial Huerga & Fierro), Al xeito del tambor (Ed. Trabe, 2013), Auschwitz 13 (Ed. Amargord, 2013), Cantar en el desierto (Trabe, 2015) y Resiliencia (Trabe, 2015). Accésit del XXVI Premio Nacional Hernán Esquío 2008, premio de la Crítica de las Letras Asturianas 2011. Compagina su actividad literaria con su actividad docente como coordinadora de cursos y talleres de creación y creatividad y su colaboración en diferentes medios de comunicación como periodista, crítica literaria y columnista.

Videopoema de Ana Vega y Mapa Mudo
Foto y biografía de Ana Vega

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Esta eres tú

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Esta eres tú, los ojos cerrados, bajo la lluvia. Nunca imaginaste que harías algo así, nunca te habías visto como… no sé como describirlo, como una de esas personas a las que le gusta la luna o que pasan horas contemplando el mar o una puesta de sol. Seguro que sabes de qué gente estoy hablando… o tal vez no. Da igual, a ti te gusta estar así, desafiando al frío, sintiendo como el agua empapa tu camiseta y te moja la piel, y notar como la tierra se vuelve mullida bajo tus pies y el olor, y el sonido de la lluvia al golpear las hojas. Todas esas cosas que dicen los libros que no has leido. Esta eres tú, quién lo iba a decir… tú.

Fragmento y fotograma de la película Mi vida sin mi (de Isabel Coixet).

lunes, 2 de diciembre de 2019

Concierto para instrumentos desafinados

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...es un libro de Juan Antonio Vallejo-Nágera que me parece vital. Lo he descubierto de casualidad y me ha enfrascado de principio a fin. La temática es dura: sucesos reales, un poco disfrazados, en manicomios. Habla de muerte, sexualidad, amor, episodios absurdos que viven por gente externa al hospital o gente que se pasea por sus pasillos; dice que "el ejercicio de la Psiquiatría brinda la oportunidad de observar "el Teatro del Mundo" entre bastidores con los actores despojándose del disfraz".


Encontrarás cosas desgarradoras como "Es la historia de un hombre, un mango de paraguas y su entrañable relación. Tienen en común que están rotos y abandonados." ya que Vallejo-Nágera pretende mostrar que el ser humano, aun con la mente deteriorada y en las condiciones más adversas, puede dar lecciones de talento, ingenio, generosidad, sublimación y grandeza...

PD: aquí podéis leer la reseña que hice de otro libro suyo.