Los ecos de mis pasos, I parte
"Cuando leas estos poemas, escucharás los ecos de cada paso que di, pero no olvides que los poetas tenemos piel de camaleón y nos camuflamos entre todos los temas y los hacemos nuestros. El mimetismo poético es una buena herramienta para versar; también es verdad que en cada verso, en cada poema, vamos dejando pequeños jirones de nuestra piel, que con el pasar del tiempo fuimos dejando en esas tres verdades que la vida tiene. Tu verdad, mi verdad y la verdad, que se esconde en cada uno de nosotros."
Atrapando los ecos de mis recuerdos es el primer poemario en solitario de
María del Carmen Pacheco Sánchez. Me gusta la dulzura y realidad que albergan sus poemas, como en
Mi cajita de Ibuprofeno, donde compara a su nieta con ese analgésico que hace que sus males desaparezcan; su forma de adentrarse en los "
recuerdos perdidos" del Alzheimer, sus versos brotan de forma insumisa como el agua entre sus manos.
En su cielo no hay un dios justiciero sino constelaciones y, como Mecano, no detiene palomas al vuelo, cada persona es libre para amar más allá de la piel. En este libro hay un recorrido por su vida y lo que le ha rodeado. Nos cuenta que 'Aún de la niñez no había salido / y atan un delantal a mi cintura' y que esa batalla, contra las ataduras, la ganó gracias a su hija.
Escribe en verso libre, juega con los acrósticos y en 'Los ecos de mi tierra, II parte' recorre Andalucía. Desde las calles a grandes autores, desde la guitarra a platos típicos, va recorriendo ciudades. En 'Cazalla y mis puntos y aparte, III parte' se vuelve a recrear en imágenes costumbristas. De Cazalla se fue ligera de equipaje, con el corazón desgajado y la memoria llena de versos fértiles.
154 páginas que atrapan los ecos de sus recuerdos y nos cargan de sentimiento. Este libro, publicado por el Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra, no te dejará indiferente. Aquí os dejo dos poemas para que disfrutéis de sus versos.
Viejo Hierro
En el yunque de la vida
mi cuerpo se ha moldeado
con golpes y cicatrices
que el tiempo nunca ha borrado.
Hierro fundido es mi sangre
que corriendo por mis venas
fue ganando la partida
entre alegrías y penas.
Y en la fragua del destino
se templaron mis mañanas.
Fui rudo arado en barbechos
y fui rejas de ventanas.
Fui veleta de una torre,
candado de melodrama.
Y de ser un gran machete,
soy simple varal de cama.
Mi acero se fue templando
y oxidada en mi fiereza.
Pero ese hierro mohoso
que corriendo está en mis venas
no habrá fragua que lo funda
para ponerme cadenas.
La madurez
Ya ha llegado el otoño a mi vida,
ese otoño que tanto había temido.
Tan bello y dulce su abrazo ha sido,
que en su estancia me siento complacida.
Ya se fue mi primavera encendida,
llega la plenitud de los sentidos:
cuerpo y alma en un abrazo están unidos
reposando mi dicha bien mullida.
Serpentea por mi pelo ya la nieve,
dejé la polvorienta encrucijada
y vivo intensamente lo más breve.
Ebria de vida, mientras yo sea amada
escucharé el tictac que todo mueve,
que el mañana es mi alhaja más preciada.
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