lunes, 30 de agosto de 2021

Canciones Bastardas IV

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Con la Iglesia hemos topado! Con la gran institución arcana y sagrada de los grandes dinosaurios del rock, quiero decir. Y esto puede acabar en un amargo escenario en el que me vea refugiado en un molino y asediado por unos fans calvos y entrados en años sujetando antorchas y horquillos. En este número me lanzo al abismo y coloco la polémica sobre Deep Purple. Sí. ¿Qué pasa? ¿Son intocables? Pues casi.

Mi admiración por ellos va más allá del disfrute personal de sus composiciones. Son, junto a otras bandas de la época, nada más y nada menos que los constructores de un movimiento que vendría después como una apisonadora a finales de los 70 y que adoro con pasión. Ellos son, por derecho propio y por prescripción de la prensa, una de las aristas de la piedra angular del germen del Heavy Metal. Y por eso yo me siento agradecido y en deuda con ellos para toda la eternidad. Pero todo el mundo es susceptible de pasar por esta sección. Y puede que ni ellos mismos, como en la mayoría de Canciones Bastardas, sean los culpables. Nos volvemos cómodos, las orejas se dejan, como cuando te echas pareja, engordan y se vuelven conformistas y viejas. Esto me ha salido muy hip-hop… Bueno, quiero decir que descuidamos la salud de nuestros oídos y no los obligamos a practicar ejercicios de mantenimiento como es debido.

Y, claro, luego pasa lo que pasa. Consideras que Smoke on the water es el temazo definitivo y lo mejor que los británicos pudieron componer jamás. Pues no me queda otro remedio que discrepar. Es una canción simpática, que cuenta además una anécdota curiosa. Puede que la anécdota en sí sea mejor que la canción. Pero a lo que iba, es un tema correcto, nada complejo, con el que muchos hemos aprendido lo que son los acordes de cuarta y que para quedar bien con los colegas, pues guay. Algún día crearé una sección que hable sobre las covers que superan al tema original. Voy a adelantarme y propongo la demoledora versión que hacen los alemanes Metalium en su disco de debut Millennium Metal (Massacre Records, 1999). Visto así parece que odie esta tonada, pero no.  Simplemente, lo de siempre: las hay mejores.


Y me voy a quedar con la formación que concurre en el aclamado Made in Japan y no voy a salir de dicho álbum. Hay joyas en ese artefacto ancestral que son magia pura. Child in time, que es un escalofrío hecho canción. Y bueno, una de mis preferidas, Strange Kind of Woman, con esa batalla entre Blackmore y Gillan alcanzando notas imposibles que me vuelve loco. Pero para no liarme mucho, me voy a quedar con esa vuelta de tuerca que ellos mismos le dan en directo a su propio Lazy. Estoy convencido de que esa canción provoca cambios bioquímicos en nuestro organismo, espasmos incontrolables y otros síntomas de estar ante la verdadera esencia de una banda para la posteridad.

 

Texto y bizarrada visual (técnica mixta) de A. Moreno


sábado, 28 de agosto de 2021

La versatilidad de sus cuerdas

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Si buscas José Marín en Google, Wikipedia nos lleva a un compositor y cantante español del Barroco (año 1618), sin embargo, aunque calcen mismo nombre e inquietud por el mundo musical… del José que vamos a hablar es el que nos ha regalado momentos impresionantes en el Ciclo de La Mirada de Hoy (en el cierre de temporada se marcó, junto con Carlos Castro -al saxo-, una improvisación basándose en una de sus canciones). Espero que al tiempo pongan la desambiguación en la web, mientras tanto nosotros ya empezamos a hacer sonar su nombre.

Los escenarios no le dan miedo y se entrega, ya sea con micrófono o a viva voz. Ha lanzado su primer EP Siete canciones menores y otras tantas creciditas que cuenta con cinco pistas en las que se demuestra la versatilidad de sus cuerdas de guitarra y vocales, pero sabemos que su estudio nunca descansa y que tiene sentimiento para llenarnos las estanterías con sus CD’s.

Su destreza le ha llevado a arriesgarse musicando el poema Una mujer de Carmen Aliaga, del que ha salido victorioso (y he de reconocer que se encuentra entre mis favoritos): no sólo se mete la piel de los versos sino que capta el ritmo de Libro Huérfano.

Y mientras esperamos su siguiente entrega, podemos encontrarle en Facebook y cautivando en el plató.

 

 Texto de Saray Pavón

Fotos de Álex Ruiz

jueves, 26 de agosto de 2021

Derrotado

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Cansado.

Agotado.

La vida había podido con él.

Había firmado el armisticio.

Ya no peleaba más. Había perdido.

Irremediablemente.

Totalmente.

Definitivamente.

Hizo un último viaje, solo, acompañado únicamente por sus recuerdos de años mejores, de una vida anterior a esta que le había derrotado.

No lo pensó mucho. Entró en el mar como el que entra en la paz largamente buscada. Apenas sintió el frío en su desnuda piel.

Apenas sintió nervios.

Apenas sintió nada.

Así de hundido estaba.

Perdió el pie y se dejó llevar por las olas. Su cuerpo se hundió lentamente, mecido por el lento vaivén de la marea.

Cerró los ojos y se dejó morir.

Casi se arrepintió cuando sintió la sal del agua entrando en sus pulmones. Pero la vida le había arrebatado las ganas de pelear. Así, sintió como la vida abandonaba su cuerpo en forma de burbujas de oxígeno que huían hacia la superficie.

Sintió la paz.

Sintió la ausencia de dolor.

Sintió la frescura de su final.

Pero...

Sintió un roce en los labios.

Creyó que estaba muerto y los peces estaban alimentándose de él. Y no le importó. Pero el roce se convirtió en caricia, y la caricia en beso.

Unos labios se pegaron a los suyos, ahora lo sentía con total claridad. El beso era dulce en un ambiente salado, cálido en un lugar frío, tierno en un entorno inmisericorde.

Sintió luz.

Sintió alegría.

Sintió calor.

Sintió vida.

Abrió los ojos y una larga melena rubia se le pegaba a la cara, meciéndose con las corrientes marinas.

No llegó a asustarse.

Apartó a la chica que le besaba con un suave empujón. La agarró por los hombros. Quiso gritarle, ordenarle que le dejara morir en paz. Que su vida hace tiempo que estaba gastada.

No pudo.

Frente a él tenía la cara más bonita que había visto en su vida. Los ojos más puros que jamás le habían mirado. Supo que no podría decirle nada que no fuera "te amo".

Cayó en la cuenta de que no estaba muerto.

Cayó en la cuenta de que estaba respirando.

Cayó en la cuenta de que seguía en el fondo del mar.

Cayó en la cuenta de que su recién encontrado amor era una criatura majestuosa, maravillosa y perteneciente a las leyendas más épicas.

Cayó en la cuenta de que le resultaba familiar. Que la había visto en sueños durante toda la vida.

Cayó en la cuenta de que estaba donde debía estar, aunque no sabía cómo había terminado allí.

Al fin, ella le habló, y no le sorprendió entenderla a pesar de estar en aquel lugar antes inhóspito.

—¿Por qué has tardado tanto?— Dijo la sirena mirándolo con ojos alegres.

Se encogió de hombros.

Luego quiso decir algo, creyó que debía dar una explicación.

Pero Ella le beso sin dejarle hablar. En realidad, le daba igual. Al fin estaba allí.

Eso era lo que de verdad importaba.

Él sintió que estaba en casa.

Sintió que una pieza suelta, la que nunca encajaba en su sitio a largo de la vida, encajó.

Y lo comprendió todo.

Y sonrió.

Y fue feliz, por primera vez en lustros.

Y se dejó llevar.

Y Ella le guió entre besos.

 

 
Texto de Sergio Salvador Campos
Imagen de www.pixabay.com retocada por A. Moreno

 

martes, 24 de agosto de 2021

Serie b (hard to be soft, tough to be tender)

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Con las uñas rotas busco bajo la ropa la piel que se presenta tersa y a la defensiva, pero caliente. Me gusta arañarla y llenarme de tus escamas, me gusta impregnar de tu sangre mis dedos, observar tu sonrisa estúpida, como si pudieras darme lo que necesito, pero ni siquiera lo que quiero me lo sabes dar.

Desato con cuidado el nudo de tu ombligo y me adentro con mis manos en la humedad de tu vientre. El olor tibio me transporta a la infancia, casi al segundo previo a mi nacimiento, y cierro los ojos en un gesto que oscila entre la melancolía y el placer. Acerco mi rostro a tu abdomen, y olisqueo como una perra hambrienta, antes de introducir mi lengua en tu interior y relamer mis dedos con una sensualidad tan perturbadora como ardiente.

Aparto con suma ternura los intestinos, introduzco más aún el brazo y a su paso toco el hígado suavemente hasta llegar a la vesícula biliar. Y, mirándote a los ojos, aprieto y me deleito con el sonido de sus piedras. Como una niña sonrío y tú sufres, pero no dices nada, aunque puedo ver en cada lágrima el dolor que derraman, que sientes, que surca tu estúpido rostro, que alimenta mi ego y me calma, que grita desde tus entrañas...


Texto Adriana Bañares Camacho
Imagen de pixabay



domingo, 22 de agosto de 2021

Peter Pan y el secreto del polvo de hadas

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Nota de la autora: el siguiente artículo puede dañar la sensibilidad de aquellas personas que se
consideren fans acérrimas de la figura de Peter Pan, ya que se muestra una versión desvirtuada, y en algún caso denigrante, de nuestro compañero del País de Nunca Jamás, así como del resto de personajes, aunque siempre tratada desde la propia opinión y, sobre todo, desde el respeto y el humor. Cabe añadir que yo misma he sido (y soy) fiel defensora de “El Complejo de Peter Pan”, por lo que en ningún momento albergo ninguna pretensión de crear una visión negativa de este “eterno niño”.

¡ATENCIÓN SPOILER! Quién sabe, lo mismo hay quien no ha leído la obra o visto la famosa película de Disney… yo aviso, por si.
Puedo decir que durante una etapa de mi niñez la historia de Peter Pan era de mis favoritas, ya que además me movía (y todavía me muevo a veces) en esa filosofía de no querer ser mayor, envejecer y todo lo malo que conlleva ser una persona adulta. Pero, no sé cómo pasó, de pronto, mi mente juvenil le dio una vuelta de tuerca a la historia y leyó entre las líneas del cuento un significado completamente diferente del que hasta entonces le había dado y empecé a tejer una oscura explicación de lo que consideraba mi versión connotativa de las aventuras de este personaje tan peculiar.

Mi perversa imaginación empezó a atar cabos hasta convertir un inocente cuento infantil en toda una
trama oculta sobre los narcóticos, su uso y sus consecuencias, así como todo lo que rodea el mundo de la drogadicción (aquí el lector o la lectora empieza a pensar si no soy yo la que consume estupefacientes – puedo prometer que no, todo en mi cerebro es química natural).
A ver, he aquí mi interpretación: tenemos una familia londinense compuesta por padre, madre, la hija mayor y dos niños más pequeños. El matrimonio sale a cenar y deja a sus tres descendientes, menores de edad, a cargo de Nana, la niñera-perra… SÍ, es una perra, tipo San Bernardo, que les sirve el jarabe y les recoge la habitación, todo muy normal…ya. Puede que a finales del XIX eso fuera lo habitual, incluso a final de los años 50 del XX (lo de irse de casa y dejar a las criaturas allí solas; lo de la perra no es lógico en ninguna época), pero eso hoy día es abandono infantil.

No sabemos que lleva el jarabe que la perra les suministra a Wendy y a sus hermanos, pero de pronto entra en escena la sombra de Peter Pan: LA SOMBRA… porque está separada de su dueño, que por cierto llega a buscarla de inmediato acompañado por un hada. Persigue a la sombra por toda la habitación, desordenándola como buen amigo y, finalmente, cuando la atrapa (es una sombra tangible), la buena de Wendy se la cose al zapato. Ni las historias de gente que tomaba setas alucinógenas, daban para tanto. 
 
Peter Pan, entonces, les come la oreja para que se vayan con él al País de Nunca Jamás, que suena muy tentador, maravilloso, un paraíso de ocio desenfrenado que está la segunda estrella a la derecha. Venga en serio, parece el típico amigo mala influencia que te dice: vente a la macro fiesta de este fin de semana, que yo invito… va a ser como tocar el cielo… deja el cuarto este destrozado y escápate de casa por la ventana, aprovechando que papá y mamá os han dejado aquí con la mascota como vigilante… Eso a ciertas edades y en ciertas personalidades: no hay Pepito Grillo que lo evite.

Y aquí llega el elemento estrella, el que me abrió los ojos: El polvo de hada. Peter Pan pretende que Wendy, Jack y Michael se vayan con él volando por el espacio exterior y, para eso, que mejor que pensar en algo encantador, un pensamiento feliz y una canción pegadiza que te dice: “Volarás, volarás”. Pero NO. No vale, para volar de verdad no basta con pensar en cosas felices, hay que usar polvo de hada…y entonces “volarás, volarás”. ¿Soy la única que ve clara la relación con la cocaína? Encima dejan a la perra-niñera flotando en el aire y se van con toda su tranquilidad. ¿Quién en su sano juicio sería capaz de hacerle eso a su perra? Estar bajo los efectos de la cocaína puede ser una buena explicación.


La cosa continúa con la relación de “los niños perdidos” y Wendy, a la que Peter ya advirtió que sería su madre, que les leería cuentos y les cuidaría. Eso me hace vincular inmediatamente a estos personajes con drogadictos, enganchados al polvo de hada que viven en su mundo de fantasía donde no tienen que tener las responsabilidades de las personas adultas y viven felices brincando por las praderas, pero que en su fuero interno lo que sienten es una profunda necesidad de afecto maternal, cuya carencia sea el motivo mismo que les ha llevado a la adición a las drogas. Están perdidos… enganchados…
Enganchados por culpa de Campanilla. Que no os engañe su tamaño y su presencia tan graciosa, ese tintineo y esa supuesta fragilidad. Campanilla es el auténtico “camello” que suministra la farlopa. Ella es la interesada en mantener a los niños perdidos en el País de Nunca Jamás;  que también el nombrecito… claro, una vez que entras en la droga ya… es difícil salir. De hecho, monumental cabreo que pilla el hada de nuestra historia cuando Wendy se convierte en alguien importante para Peter y encima pretende meter en vereda a los niños perdidos hablándoles de lo que es tener una madre de verdad. Parece que ve peligrar el negocio y se encarga de intentar eliminar a la voz de la conciencia que supone Wendy, no vaya a ser que consiga desintoxicar a los chavales y ya no tenga clientes.

Por el camino nos vamos encontrando con: la comunidad india, que no son más que porretas que
están todo el día fumando “la pipa de la paz” y que mientras no les metan en problemas están ahí a lo suyo; las sirenas, que… no sé, son como unas “chonis marroneras” que no dejan que nadie se acerque a su Peter Pan, el cual, por cierto, es un auténtico Latin Lover; y por último: LOS PIRATAS.
Estos se merecen párrafo aparte, porque, si Campanilla es la que suministra la droga, Peter Pan la mala influencia que va haciendo que la gente caiga en ella y los niños perdidos el resto de enganchandillos… ¿Quiénes pueden ser los piratas? Creo que después de todo el follón que he montado, no puede haber otra respuesta más que ¡La POLICÍA! Pensadlo un poco, siempre a la caza y captura del líder de la banda, para lo cual usan las artimañas que creen convenientes con la intención de atraerlo hasta su área de acción. Son los malos de la película y no parecen tener interés por el polvo de hada para sí mismos (SPOILER OTRA VEZ: teoría que se me desmonta con las aventuras de Campanilla en las que Garfio quiere el polvo de hada para su beneficio - ¿poli corrupto?). Redondea este peculiar cuadro el simpático personaje del cocodrilo, que acosa a Garfio queriéndole alcanzar  al ritmo del tic tac del reloj que hay en su interior, como símbolo del tiempo que se va escapando y que hace más lejana la recuperación de los niños perdidos.


Y como remate final, no solo Wendy y sus hermanos dicen NO a la droga queriendo volver a casa con su padre y con su madre (en plan: la fiesta ha estado bien, pero este no es mi rollo) sino que al llegar a casa en el barco volador, el Sr. Darling se asoma por la ventana y dice, rememorando tiempos mejores, aquello de que recordaba a ver visto ese mismo barco cuando era joven... ¡Ajá! O sea que también tuvo su coqueteo con sustancias psicotrópicas ¿no? Y lo que es peor: como venían de fiesta, a saber lo que se habían tomado para ser capaz de ver el barco.
Hasta aquí mi narcótica versión de Peter Pan y El País de Nunca Jamás y mi teoría del mensaje subliminal. Para algunos y algunas todo esto seguramente sea una parida monumental a la que le encontraréis lagunas por todas partes, pero bueno, cada persona interpreta las cosas como quiere ¿no? 

 
Texto de Mayte Nékez
Imágenes de Google tuneadas por A. Moreno

viernes, 20 de agosto de 2021

miércoles, 18 de agosto de 2021

Sueño a veces

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Hay días en que la pereza puede con uno; se le hace tarde para la cena y no hay ganas de hacerla o no hay nada preparado del día anterior. Entonces pesca uno algo del frigo e improvisa un engrudo difícil: quesitos, algunas monedas de chorizo, berberechos, pan duro, una lata de cerveza y después, arrebujado en el sofá, me voy terminando un yogur. El caldero del estómago hierve al arrullo de la tele y me puede el conjuro del sueño. Voy a acostarme pesaroso y algo envenenado, creo que debí cenar una cosa frugal como dicen los cardiólogos pero el bolo que escogí ya ha generado un sueño intranquilo.

Entonces a veces sueño que mi amigo viene a casa con un cocodrilo en brazos. Ni reconozco que esa sea mi casa, ni reconozco a mi amigo, pero en el vórtice del sueño doy por hecho que sí lo son. Él camina con dificultad por el peso y las dimensiones del animal, resopla y suda por el esfuerzo; la cola del cocodrilo arrastra por el pasillo haciendo un ruido áspero de fricción. Es grande y le asoma la cabeza por encima de la de mi amigo, tiene la piel y las escamas resecas y nudosas como la corteza de un árbol, de un color mate y ceniza, se diría que ha estado fuera del agua mucho tiempo, huele fuerte a pescado y cieno «Tío, abre la puerta, mira qué te traigo» y se pone a reír a carcajadas. El animal pretendía torpemente librarse de los brazos de mi amigo con unos movimientos mansos; me causa una gran impresión los colmillos que le sobresalen de la boca cerrada, romos y astillados. En general el cocodrilo tenía un aspecto mudo y triste, muermo, drogado, moribundo y prehistórico. Así que abro la puerta que da a un estanque que está en el patio de luces. Es un estanque con dimensiones de piscina olímpica. Rodea el agua un pretil de ladrillo adornado con macetas de colores. El agua contenida, donde mi amigo se dispone a arrojar al cocodrilo, está verde, espesa y algo putrefacta con numerosas algas que alcanzan la superficie. El cocodrilo cae como un gran saco de piedras y provoca una estampida que levanta en ondas verdes el agua del estanque. El reptil se espabila bajo ese agua fangosa, bucea con sigilo y velocidad, se ve su silueta subacuática, negra, de monstruo jurásico. Mi amigo se ha sentado en el borde del pretil y le cuelgan los pies hacia el interior del estanque, ríe y lo señala «mira, tío, qué regalito, será para nosotros como un hermano». El agua ha dado al cocodrilo un vigor imperial, una fuerza asiria y una agilidad guerrera, diría que ha triplicado su tamaño y ahora es un gran saurio o un dragón, hace cabriolas y en una de esas volteretas abre la bocaza; se le arremolina el agua en esa boca abierta y dentada, remolino como un maelstrom. Cuando me giro para hablar con mi amigo, éste está ataviado con un albornoz encima del pretil, se lo quita, queda en bañador y salta al agua. La figura negra del cocodrilo bucea hacia él, presiento que quiere cazarle, comérsele, es una trágica premonición que he contenido desde que apareció con ese animal en casa ¿de dónde coño lo habrá sacado? El monstruo ha mordido al aire y mi amigo consigue zafarse y salir trepando por el pretil, chorrea agua y tiene algunas algas pegadas en los hombros; ahogo un grito de espanto, los dos huimos hacia la puerta abierta de acceso a la cocina para salir de casa. Veo de soslayo que el saurio nos persigue con una carrera reptante; es enorme, tripón, bíblico, cojonudo. Su cabeza se atasca en la puerta, se oyen ruidos de cascotes y muebles derribados, rotos, cacharrería. Escaleras abajo logramos salir de casa. Volamos por el barrio, doblamos varias esquinas, corremos por el hospital, por el ahorramás, por el eurodroguer, por la iglesia y los salones parroquiales, entre los andenes de la estación de autobuses, por el campo de fútbol de arena. Una anciana ha caído a causa de nuestro descuido en la carrera; una madre gira rápido el carrito de su bebé para esquivar nuestro arrollamiento, luego nos grita enfadada. No alcanzo a mi amigo, cada vez más lejano, más delante, le pierdo en la distancia, no me espera. No puedo más y paro sofocado, tosiendo, sudando a chorros. Y veo por encima de los bloques lejanos del barrio que asoma la figura kilométrica del cocodrilo, ahora bípedo como un Gozilla, gigante, cíclope, Leviatán alienígena y Neptuno; mordiendo tejados y ferralla. Suena la policía, los bomberos y el ejército que con helicópteros acuden como avispas al monstruo, al nuevo King Kong arcosaurio. Me ha jodido la casa; mi amigo, Babilonia, las mil y una noches; ¿De dónde lo ha sacado? ¿A qué coño me lo trae?

«Será para nosotros como un hermano, tío»

 Texto de Garven
Imagen de www.pixabay.com

lunes, 16 de agosto de 2021

Gorocica 1937

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No eres tú, afortunadamente, quien en mayo de 1937
entró en el caserío de Gorocica
antes de que el sol acabara de desarmar la niebla y halló
desordenada su casa natal.
Él no sabía si iba a encontrar algún familiar, parecía
que no había nadie dentro,
ni siquiera el perro le salió al encuentro con su
habitual alegre bienvenida.
La basura abandonada por los milicianos en el soportal,
las puertas abiertas de par en par,
la banqueta de la cocina rota, la ceniza desperdigada.

Entró en la cuadra,
y vió que no había ningún animal. En la penumbra,
sintió un ruido y disparó
hacia arriba. Se abrieron tres orificios en el techo de
madera y de uno de ellos
empezó a manar sangre, un chorro fino que le caía
sobre el hombro como un hilo rojo,
tibio, silencioso, sin que él supiera de qué
o de quién
era aquella
sangre.


Poema de Joseba Sarrionandia. ¿La poesía ha muerto? 
Imagen de Pixabay

sábado, 14 de agosto de 2021

Poemas de Ana Patricia Moya

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VACÍO

“Has perdido mucho peso”.

Es cierto.

También he perdido
la ilusión por muchas cosas.

Por suerte, nada de esto
se percibe a simple vista.
 
 
ANIMALES LASTIMADOS

            No se puede confiar
en aquellos que fingen interés
arrimando sus hocicos con saliva
que es puro veneno

            por eso, prefiero infectar mis heridas
lamiéndolas en soledad

            que yo sea la única causante
            de mi dolor.

Texto de Ana Patricia Moya

 

jueves, 12 de agosto de 2021

martes, 10 de agosto de 2021

The song of hope, de Nuvolution

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De nuevo, nos llega esta interesantísima banda con otro single bajo el brazo. Parece que le han cogido el gustillo a eso de lanzar canciones (temazos) poco a poco en lugar del disco completo. Yo también creo que es una muy buena forma de crear expectación sobre la obra completa. Y es que, si el larga duración va en su totalidad en la línea de lo que ya llevamos escuchado, se va aconvertir automáticamente en un must have de manual. En esta ocasión nos traen una nueva forma de ver la esperanza, solo que más calmado y no tan fiestero como el anterior adelanto Rising up (aquí la humilde reseñita que le dedicamos). Lo acompaña un video lyric muy bonito y currado (obra de Murciano Total) que me recuerda a un teatro de sombras que, conforme avanza la canción y se va añadiendo chicha instrumental, va ganando también en color y detalles. Una preciosidad. 

En cuanto a la canción en sí, grabada también durante el maldito confinamiento*, tenemos una fórmula que ya nos es familiar proviniendo de estos chicos: una base rítimica que te hace mover los pies y la cabeza de forma atomática, con mucho de rock suave y algo de funk, a la que se le van sumando arreglos y estilos (no puede faltar el toque folk 💗) y sobre los que una sugerente voz nos va contando por qué la vida merece la pena. El tramo final es un subidón instrumental acompañado por la explosión ya total de color.

Escuchad música, no odiéis, cambiemos el vino por la sangre.

Aquí el video:

 

Aquí el espotifai: 🎵

Nuvolution son:

Violin: Belén Zanetti
Flauta: Fátima Jiménez
Guitarras: Nacho Casatejada
Bajo: Guillermo Soloaga
Batería y Percusión: Guillermo Manzanares
Piano y Teclados: Txema Cabria
Voz y Coros: Txema Cabria

*Fue un asco, sí, pero también nos ha dado alegrías como esta y muchas otras obras. El arte ha sufrido mucho durante esta crisis, pero no ha bajado los brazos en ningún momento.


Texto de A. Moreno
Imagen (portada del single) de David Clode

domingo, 8 de agosto de 2021

Abandonados vs. Adoptados: Pelis

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A. Moreno 

Abandonada: Son muchas, muchísimas las películas que jamás veré porque el mero cartel me puede asquear, incluso el título puede repugnarme hasta plantarle el veto definitivo. No es más que una decisión personal, una forma de proteger mis neuronas, tal vez. Si sumamos a esto las que me han hecho caer en un profundo sueño (Resident Evil II, Ché, etc.) y las que me decepcionaron horriblemente (La noche del cazador, Sólo Dios perdona, etc.) el catálogo puede ser interminable y me pidieron que fuera breve. Sin embargo, si hay una peli que me llama la atención pero a la que apenas he arañado unos minutos del metraje, esa es 2001: Una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968). Si me preguntasen por el motivo, realmente no sabría qué responder. Voy a cumplir 35 años y no he encontrado el hueco entre miles de horas disponibles. Algún día me colocaré esos dispositivos en los ojos que aparece en una de las secuencias más memorables de La naranja mecánica, otra que me costó años ver entera.

Adoptada: Es algo más que una simple peli, adaptación de algo más que una simple novela. Es una declaración de principios, un sueño que jamás haría realidad porque no tengo las agallas necesarias ni la capacidad de liderazgo de los protagonistas. El club de la lucha (David Fincher, 1999) es ESA película que necesita más de un visionado para extraer todo el jugo. En mi caso tengo grabado a fuego cada diálogo, cada plano, cada particularidad. Y siempre quiero verla otra vez, porque estoy convencido de que todavía queda algún detalle que se me ha escapado en alguna de las decenas de veces que la he disfrutado. Y pensar que me la perdí en el cine… Menos mal que un gran amigo me convenció para verla, en VHS.


Mario Tornillo
 
Abandonada: Normalmente me sobran muchos efectos especiales, persecuciones trepidantes, peleas coreografiadas, disparos que pasan rozando y explosiones que tiznan la cara y no rompen el tímpano. Partiendo de que habitualmente esas no las llego ni siquiera a empezar, la película abandonada tiene que ser otra: entre el blanco, el negro y las alas del ángel, me dormí viendo El cielo sobre Berlín. No pretendo con esto desmerecer la cinta, seguramente le daré otra oportunidad. No correrá esa suerte Harry Potter, que gastó la suya en la primera. Para evitar ir dejando películas abandonadas en las cunetas, procuro ver las que intuyo que me van a gustar (¡y se me van acumulando!).

Adoptada: Estoy dispuesto a apadrinar historias redondas, entretenidas y con buen chimpún, como Los chicos del coro o La vida de los otros, por la estructura narrativa, por su humanidad, por sus reconciliaciones, porque al terminar soy más feliz. Quizás esas son algunas de las características por las que me conquista una película y esos son simplemente dos títulos que a bote pronto he recordado. No son las únicas, ya que no sería posible dejar fuera los primeros minutos de Up, ¡adopto esos minutos!, y no se me ocurre mejor manera de huir de balas y bombas que en cuclillas, como El Monstruo de Roberto Benigni.


Saray Pavón
 
Abandonada: Ya no puedo decir El padrino (sí, habéis leído bien), pero casi. Aunque es interesante tiene un ritmo que mis párpados no toleraban, comenzaban a caerse y se llenaba la habitación de zetas (zZzZ). Como al final pude aguantar (con bebidas energéticas, café, etc.) y mi memoria me ha hecho olvidar un sinfín de títulos, que calzarían perfectamente aquí, tendré que hablar de una que hasta se me atraganta el nombre y es Torr... agr, espera. Torre.. buag. Un momento que tome aire. Torrente. Puf ¿Por dónde empezar? Ok. Pienso que Santiago Segura lo hizo como crítica y le doy un 10 en actuación (sobre todo por las entrevistas que he visto, dista mucho del personaje con lo bien que se expresa y su opinión) PERO me parece un reflejo de todo lo asqueroso del ser humano. No me arrancó ni una sonrisa (mucho menos risas) y de hecho consiguió marcarme tanto, para mal, que en mi cabeza salta una alarma cuando alguien me dice que le gustó (el Sexappeal dice: ¡Vemos!).

Adoptada: Ahhhhhhhh ¿Sólo una he de elegir? ¡No puedo! ¿Dónde dejo El club de la lucha, Origen, Eclipse Total, 4 minutos, American history X o el cine de David Lynch? ¿Qué hacer con las maravillas de Isabel Coixet? Aunque quizás debería decir Las horas y contar el porqué. Recuerdo que cuando la vi por primera vez no me había leído el libro, de Virginia Woolf, por lo que mi cerebro iba sin instrucciones; creo que cuando no sabes qué te vas a encontrar estás más expuesto a las emociones y a la sorpresa, eso me sucedió. Me engancharon y cautivaron tanto las historias entrelazadas, me pellizcó tan fuerte el corazón que mis ojos se volvieron mediterráneos y se desbordaron hasta el atlántico y tuve que ponerla una segunda vez para llorar todo. Y una tercera para despedirme de los personajes, ya con un poco de más calma. No creo que esto vuelva a repetirse con otro film y por eso, más que adoptarla, creo que es una pieza del puzzle que me conforma.


Álex Ruiz
 
Abandonada: Realmente no tengo ninguna película abandonada. Todas las he visto hasta el final. Sí nombraré una que vi en el cine en 2004 y que menos mal que era corta, 84 minutos, porque todos queríamos salir de allí cuanto antes. No es otra que El leñador. Aunque sea cine independiente y tenga una nota aceptable fue un tostón del que no recuerdo ni la mitad. El protagonista sale de la cárcel por abuso de menores y se pasa todo el metraje deprimido y vigilado tanto por familiares como por un policía local sin que ocurra nada especial. Lo único interesante fue un diálogo entre el policía y el protagonista, no por el diálogo sino porque se veía el micro en el techo entrando y saliendo de plano continuamente.

Adoptada: Los libros superan a las películas, esa es la regla, y toda regla tiene su excepción. La novena puerta está basada en el libro El club Dumas. En sí el libro de Pérez-Reverte es muy bueno haciendo que dos tramas avancen simultáneamente y se mezclen. La película descarta una de las líneas argumentales centrándose sólo en una de ellas pero tomando algunos elementos de la descartada para enriquecerla; básicamente tres personajes con distintos roles. El resultado es otra versión de la misma historia, mejorada y más oscura que la original, una excelente conversión de una trama secundaria en la principal. Recomendable película.


Jesús Paluzo
 
Abandonada: Es raro que no termine de ver una película y, si esto ha pasado, posiblemente sea porque haya previsto mal el tiempo y tuviera que salir o, incluso que me apeteciera demasiado empezar a verla y luego, nunca la acabase. Sin embargo, esto no me pasó con El bueno, el feo y el malo (1966), ni tampoco con Casablanca (1942), ambas me hicieron comprobar que eso que llaman aburrimiento también podía pasar por mí… Sí, creo que dos oportunidades les di a cada una. Es posible que presente cierta aversión por las películas antiguas (malos gráficos y pésimo sonido), no me quejo en ningún momento de la trama de las anteriores a 1985, pero no tolero lo audiovisual; supongo que soy de las nuevas generaciones.

Adoptada: La peli adecuada en el momento adecuado podría implicar la pieza que conecte el próximo puzle en tu mente. Tanto es así que muchas de las últimas obras cinematográficas que he disfrutado han sido el producto de una búsqueda marcada por esa idea. Big Hero 6 se ha convertido en mi película adoptada. Posiblemente, por mi faceta de diseñador y afán por las invenciones o, tal vez, por esa entrañable emoción que me despiertan las películas de animación, gracias a la saturación de los colores, la simplificación de los escenarios y los sonidos, por supuesto, distintos de la realidad. Puede ser, simplemente, porque me hagan soñar con mayor facilidad. Recomiendo encarecidamente Stockholm de Rodrigo Sorogoyen para los amantes de los análisis psicosociales y las conversaciones profundas. Aunque tampoco podía pasar sin mencionar una de mis pelis favoritas – es de esas que solo se ven una vez, pero se disfrutan demasiado – Olvídate de mí protagonizada por Jim Carrey (¡Guacheles! ¡Adoro a ese tío!).


Migue Carrión
 
Abandonada: Vale, tras una ardua deliberación de… digamos tres segundos, tengo que reconocer que poner un título sobre todos los demás que he desestimado me va a costar bastante más tiempo del que tengo pero, por decir alguna que verdaderamente me doliera, Ghost Rider. ¿A quién se le ocurrió destrozar una adaptación de la Marvel con un ente como Nicholas Cage? Obviamente la secuela ni me la planteo.

Adoptada: En contraposición a Nicolás Jaula, como adoptadas puedo incluir una miríada de películas de Kevin Spacey, empezando por Sospechosos habituales, K-Pax, Atando cabos, o American Beauty… Y si hablamos de cine en español, que sí, que os digo que también hay películas buenas en español (y las estáis viendo en versión original, para que no digan los más progres) yo propongo dos títulos, (aunque me quedo muy corto). No habrá paz para los malvados, protagonizada por Jose Coronado, que con el tiempo se ha convertido en una de las apuestas seguras del cine español y Nueve Reinas, (he dicho en español, no españolas) con Ricardo Darín, un actor que arreglaría hasta una película de Nicholas Cage.

Creo que nadie se ha percatado de que detesto a Nicholas Cage.


David Losada
 
Abandonada: Es raro que no termine de ver una película, ya que suelo darles la oportunidad completa (por si mejoran al final jeje), para luego caer en el olvido. De este tipo apuntaría a toda la serie Transformers, que si no fuera por estar con mis hijos las eliminaría de la faz de la Tierra ;). Y otras te preguntas cómo han tenido tanta taquilla cuando su argumento dormiría a un búho, como El código Da Vinci, en la que me pasé la película preguntándome si pasaría algo interesante a continuación, u otras que en su momento vi pero que ahora me arrepiento de haber perdido el tiempo como las de la saga Crepúsculo (sí, mortalmente malas, ataque de romanticismo que tuve supongo, no me extraña que a mi chica no le gustaran).

Adoptada: Menos mal que estas abundan mucho más, y hay muchos clásicos que vi más tarde ya que en el primer visionado de mi juventud no las disfruté; la serie de El padrino, por la que no pasa el tiempo, por ejemplo, intrigas familiares y negocios sucios magistralmente contados. O todas las de animación del estudio Ghibli (la Disney japonesa), con verdaderas joyas como El castillo en el cielo, El viaje de Chihiro, Porco Rosso o El Castillo ambulante, por mencionar alguna. En ellas la fantasía, imaginación y cultura japonesas se representan a partes iguales con el amor por la naturaleza y los principios de bondad e integridad como principales ingredientes.


Textos de los miembros críticos 
Imágenes: composiciones de A. Moreno

viernes, 6 de agosto de 2021

Las poetas no somos malditas

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Las poetas no somos malditas
somos desgraciadas
                         fallidas, putas
depresivas, castas
                            anoréxicas
suicidas, locas
                            alcohólicas
tan fácilmente ignoradas.

Nosotras no somos malditas
que suena heroico, romántico
señala a un rebelde, un elegido.

Nosotras no somos malditas
ni tampoco podemos ser benditas.

Nosotras somos la excepción
                     de  la excepción
y todas las categorías
                     pasan de largo
o se nos quedan cortas.



Poema de Ana Pérez Cañamares
Imagen de Pixabay


miércoles, 4 de agosto de 2021

Sobre todo

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Es en las tardes más tontas
cuando profano el acuerdo tácito
de percibir el día y a las gentes
y a las cosas inservibles de plástico
como me enseñaron a percibirlas
un padre simple una mama conforme
y un rebaño de maestros obtusos y ciegos.

El sueño de cordura y sensatez se diluye de pronto
en una vorágine de sinrazón de la que
nadie sale bien librado: El autobús es tan irracional
como el ticket de la compra o mi colección de camisetas negras;
Tan extravagante el señor que me vende tabaco
como mi amiga del alma.

La normalidad se me derrite como un helado de piña
del que todos maman y que yo ya no atino ni a olisquear:
Soy el único que puede ver a los marcianos y estoy solo:
Si hablara me encerrarían y tirarían la llave al río.

Quedo entonces de pie, pasmado
chupando de un cigarrillo ilógico
entretanto en mis tripas se revuelven
las cuestiones que hasta entonces logré amansar
a fuerza de tonterías, cervezas y algún que otro polvo ocasional:
como cuándo dónde por qué y sobre todo para qué.
Sobre todo para qué todo.



Poema de Sergi Puertas
Imagen de Pixabay

lunes, 2 de agosto de 2021

No aspires

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No aspires a disfrutar porque tu placer te destruirá. No aspires a enamorarte porque no mereces que nadie se enamore de ti: los que te amarían te amarían por tu apariencia, nunca por lo que eres. No esperes que la vida te dé algo, porque cada año que pase te quitará algo. Ni siquiera aspires a una cosa tan sencilla como alcanzar la tranquilidad, porque no tienes ningún motivo para estar tranquila.

Fragmento de "Estupor y temblores", Amélie Nothomb
Imagen de Nancy Depew