jueves, 3 de noviembre de 2016

Tasa de Mortalidad

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Escupir al cielo para que la fuerza de la gravedad actúe y sentirme repudiado por alguien. Eso es lo que hago en los momentos a solas.


Me merezco todo el mal que he hecho, pero nadie en este mundo parece darse cuenta de ello. Solo yo, conocedor de mis más terribles actos, soy capaz de comprender hasta qué punto la vanidad se transformó en maldad y locura y se instaló entre mis neuronas, aferrándose a mi ser más profundo. Hasta qué punto invadió mi cerebro la electricidad que emanaba de ella y que lo interconexiona todo.

Era delicioso y mesiánico ver como las personas se abalanzaban a mis pies y me pedían que les ayudara, que los salvara, que les curara sus males y que les aliviara sus pesares, y yo, cual hijo de un dios, así lo hice. Sané males, reparé huesos y… pero ayudar a unos pocos, a unos miles, me parecía insuficiente, nimio.

¿Cuándo crucé el límite entre la bondad y la demencia?

Ahora los veo sufrir y nada puedo hacer por evitarlo, pues el hambre sólo el alimento lo cura, y los miles de millones a los que la Parca se habría llevado de no haber acabado con ella, ya lo han consumido todo.


Texto de Migue Carrión
Foto tétrica de una escultura de A. Moreno y Saray Pavón

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