Gente apilada en los autobuses urbanos, disfrutando de la igualdad, de pie un montón de almas tristes. ¿Por qué no tiene Metro esta ciudad? ¿Dónde está la pasta? Vete a los barrios. Para saber qué es esta ciudad, vete a los barrios: dos macetas sin flores en la galería, el camión de las bombonas de butano, un perro que mea tranquilo en un solar, una papelera verde colgada de una farola también verde, un contenedor amarillo, dos municipales sádicos que multan un R-5 del 73. Para salir del barrio, ya sabes lo que te toca: esperar la llegada de esa bestia roja. Suma todas las horas que has esperado en los últimos años a esa bestia roja y te dará una vida oscura metida en una marquesina. Se la ve llegar a lo lejos, esa bestia roja que te llevará al Centro siempre tarde. Mejor ya no la espero. Mejor renuncio a salir del barrio. Mejor me quedo en el barrio a perpetuidad. No hay nada en los barrios de esta ciudad. Pero la pasta, ¿dónde está? Piensan, si es que piensan, que los que vivimos aquí no necesitamos detalles, no necesitamos un miligramo de belleza. Piensan que somos animales mutantes en establos, que estamos ciegos, que no merecemos la luz del mundo. Nunca nos pondrán papeleras de materiales nobles, baldosas grandes, árboles frondosos, altos, parques con cisnes, barcas con remos, una estatua, un arco, una lápida. Ya te vale con los semáforos y las aceras, chaval. Con un Sabeco y un Telepizza en medio del barrio vas que te matas, chaval. Estoy enamorado de este desierto, chaval. Este desierto me pone a mil, chaval. Este sudor, este pringue de la piel, esta nada húmeda, me ponen cachondo, chaval.
Relato de Manuel Vilas
Imagen de Pixabay
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