miércoles, 3 de junio de 2020

Una pinza

0

De debajo de la cama he sacado una pinza de la ropa. Las pinzas están con nosotros en renovado proletariado dentro de un cesto, pero ésta aparecía ahora aquí meditabunda como una barquita varada en un remanso de pelusas; en los manglares oscuros bajo los muebles he metido la mopa como un radar submarino para expoliar mis propios tesoros. Quizá se ha caído bailando el vals de las pinzas y en una cabriola alegre se ha ido de la mano. Esta pinza la tuve que traer de casa; es de las antiguas, aquellas que vinieron a mi boda desde el cesto de los abuelos. Creo que entre sus dedos nudosos han colgado calzones infantiles y los hatos de mi genealogía. Lo sé porque la madera tiene las vetas muy marcadas y brilla de tanto sobo. Qué árbol agreste y cansado prestaría su dedo para hacer esta pinza. Parece que tiene maderas de cruces parroquiales. Es fuerte, hay que apretarla duro de sus orejas de chacal para que abra la boca belfa y dragona. Me pinzo el dedo (o un huevo, qué dolor) y me lo amorata; muerde con sus romos dientes de perrito hocicón. Su muelle (corazón compungido de la pinza) es de metales de universidad laboral que hubieran forjado los chicos aprendices venidos del pueblo y que ya hubieran estudiado la ley de las palancas. Pienso en estas pinzas de la ropa, hablarán entre ellas qué tal les ha ido sujetando los paños contra los tirones atroces de un viento fetichista y sinvergüenza. La monjía de las pinzas contra el vicio huracanado de los huelebragas. Pienso en el efecto pinza, primitivo instinto de los niños; o en una nariz con una pinza. Creo que voy a dejar el teléfono móvil; abandonar un momento sus laberintos digitales por la pinza. Ojalá me enganche a su red social leñosa que comparte pinzas también de plástico; a su mensajería de olores a lejía y a sobaco resistente. Regresar con ella a nuestras maderas de antes. Esta pinza ha tendido las togas mojadas de los presocráticos.



Texto e imagen de Garven

0 críticas :

Publicar un comentario