miércoles, 20 de mayo de 2020

Conversación con la muerta

1

Harto de dar vueltas en la cama mientras el reloj me decía “no dormirás”, me levanté, me vestí con lo primero que encontré y salí a la calle a deambular por la noche sin estrellas y un frío húmedo que se metía en los huesos. Estaba inmerso en una titánica lucha entre mi mente y el corazón cuando escuché una voz que me llamaba.

-Hey, vos, si vos, ayudame por favor, necesito hablarte.- Me di la vuelta y la vi, preciosa ella con cabello rojizo, ojos verdes como esmeraldas y una palidez que me recordaba a la luna. Llevaba un vestido blanco hasta los tobillos y estaba descalza. Se me acercó y me dijo con voz apagada:

-Hola, me llamo Cecilia y necesito hablar con alguien.-

No parecía peligrosa por lo que le dije de sentarnos en un banco de plaza allí cerca. Caminamos esos pocos metros en silencio. Noté que su paso era algo errático pero no parecía alcoholizada, tampoco drogada. Nos sentamos debajo de un farol cuya luz encendía y apagaba.

-Decime Cecilia, ¿te puedo ayudar en algo?- le pregunté.

-¿Cómo te llamás?- me preguntó. Al no responderle miró hacia abajo y dijo:

-Está bien, ya no importa, nada importa pues ya es tarde.- Al ver mi cara de asombro, intentó tranquilizarme.

-Para mí es tarde, ya estoy muerta.- dijo. Me levanté de mi asiento y me alejé unos metros.

-Tranquilo, no seas cagón que los muertos no pueden hacer daño. Solo los vivos lo hacen. Vení por favor, sentate.- Y me sonrió. Me acerqué y le pedí me contara porque decía eso.

-Pues porque acabo de morir, tonto. Cuando me vaya, andá hasta el baldío de Solís y Azcuenaga, allí me encontrarás. No estoy muy presentable eso sí, me violaron y me mataron a cuchilladas.- dijo otra vez entre sonrisas.

-¿Puedo pedirte algo?- Yo asentí con la cabeza.

Cuando veas a mis padres deciles que su hija los perdona, que a pesar de la frialdad que demostraron siempre, yo nunca dejé de amarlos. Que a pesar que no me cuidaron, esto no es culpa de ellos, es solo mía que salí sola a caminar en medio de la noche cuando las mierdas humanas salen para esconderse entre las penumbras con el fin de asaltar a otros. ¿Sabés que me morí virgen? Nunca hice el amor, no tuve tiempo. Y ahora es tarde. Si se pudiera te pediría a vos me lo hagas. Al menos sabría que se siente. En fin. Cavilaciones de una muerta…

Ah…y te pido un último favor, deciles a mis viejos que me cremen y esparzan mis cenizas en el mar. ¿Sabés que amo el mar? Y el cielo también. Espero sea lindo el lugar al que voy…

Mientras ella hablaba y yo escuchaba, su vestido blanco se volvía rojo sangre. Fue allí que me di cuenta que estaba muerta. Volteé la mirada hacia todos lados para saber dónde me encontraba pues el impacto de tal conversación fue contundente y estaba confundido.

Al regresar la vista, Cecilia ya no estaba. Comencé a correr hacia el lugar que me había indicado. Allí estaba, tendida en el pasto, entre arbustos y sangre. La levanté y llorando grité su nombre…

Me desperté muy angustiado, al borde de la desesperación. El sueño había sido tan vívido que podía sentir el perfume de Cecilia. Me vestí como pude y salí a la calle rumbo a Solís y Azcuenaga.

Al llegar presencié a un montón de curiosos y la policía ya estaba allí. También una ambulancia. Habían encontrado el cuerpo de una joven mujer asesinada. Intenté llegar hasta el lugar para ver su rostro pero alguien me tocó a espalda y me detuve.

Era ella, estaba radiante y vestida de blanco.

-Si, la muerta soy yo, no hace falta verme allí. Gracias por escucharme, te amo. Adiós…-


Relato de Ricardo Mazzoccone
Imagen de Pixabay

1 comentario :