lunes, 18 de mayo de 2020

La estafa y el arte (XV)

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CARTA A LA ECOLOGÍA

Señora, quisiera contarle que yo, de niño, iba mucho al río cuando estaba festoneado de espuma industrial, cargado de agua de fregar y olores negros. Mi rio era un dinosaurio que pastaba madejas de petróleo tras la picuda metrópoli, y que quizá llegué a domesticar. Mi madre contaba que antaño aquello fue una playa donde mis hermanos mayores se bañaron; pero me tocó conocerlo ya feroz, carnívoro, ceniciento, vejado a patadas fétidas, picardeado por el mal, heroinómano. Creo que como ya soy mayor, me la refanfinfla decir que el río me gustaba más así, como antes, pútrido, con la estética de la pintura negra, la abstracción telúrica de aquel cieno donde flotaban frascos con la medicina que al muerto no le sirvieron; cosas del niño encontradas luego en la rivera con la arqueología del juguete. Río subvertido de trapos viejos. Ahora es una infusión diurética; ahora pretenden ustedes que sea un jardín impresionista, un paseo rosa chicle y verde grama que no me dice nada. Entonces le digo que aportaré mi granito de mierda para que vuelva a sus colores quebrados; a las calamidades líricas de aquellos años ochenta. Un río tachado.


Texto e ilustración Garven

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