martes, 2 de octubre de 2018

Tristeza

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Pezón de abuela que alimentó la boca de mi madre.
La nana está muerta.
Un río de escarpines fluye en la vértebra
desnuda de la noche.
Sus manos ya no extraen del infinito el apocalipsis.
Mi madre ya no estira su cuerpo esperando
ser más grande para sentirse amada.
Sus labios son un hipódromo
que descansa en paz.
Ya jamás una competencia para ganar ternura.
Ya jamás ojos rasgados de llanto,
por una bandera que se levanta en el horizonte
de una victoria que nunca fue de ella.
En el silencio de la noche, una boca sigue
succionando, una teta vacía.




Imagen de Pixabay

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