miércoles, 10 de octubre de 2018

Amor platónico de martes

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Por alguna razón desconocida no he podido quitar el oído de encima a la chica que se ha sentado en la mesa de enfrente en la cafetería. No he llegado a ver su cara porque me lo impedía el chico con el que llegó y que se sentó justo frente a ella. Pero su voz, de forma metafísica, me ha golpeado en algún registro interno, íntimo y desconocido, y ha hecho que me enamore de ella al instante. Incluso he llegado a imaginar cómo sería su corte de pelo, “el color de sus ojos al bailar”, y la forma de sus orejas.

Estar en la calle solo a menudo, hace que puedas dejarte llevar en conversaciones de extraños con personalidades seguro interesantísimas y, por lo que vale un café, dejar de ser tú mismo por un rato, con tus miserias y tus preocupaciones, y sumergirte en cuerpos y vidas ajenas.

Cuando me he centrado del todo en la conversación entre mi amor platónico de hoy martes y el imbécil que no me dejaba verla, me he dado cuenta, al fijarme en sus pausas al hablar, de que la chica respiraba. Sí. Ya sé que todos respiramos. Es un acto vital cotidiano que no sabemos apreciar y valoramos poco. Pero lo maravilloso y alucinante ha sido percibir la interacción de las espiraciones de la chica con la atmósfera que la rodeaba. Cuando el oxígeno viciado por el ambiente entraba en su cuerpo era un gas vulgar y cotidiano, en blanco y negro, pero al exhalar la chica el dióxido de carbono, empapado de sus células y bacterias, un color extrañisimo y desconocido teñía el ambiente de la cafetería. Yo al menos no había disfrutado esas tonalidades jamás. Cuando ves así la respiración de alguien, es como si vieras su alma, y sin remedio te enamoras perdidamente. Aunque sólo sea por un rato, y el enamoramiento acabe en tragedia. Yo, a partir de ahí, me he puesto a inspirar y espirar de forma consciente como Meg Ryan en “Cuando Harry encontró a Sally”. Y así, entre casos de corrupción y formaciones de gobiernos autonómicos, sobre las que los todólogos de las tertulias matinales de Susanna Griso pontificaban, nuestras exhalaciones de dióxido de carbono se han fundido en un solo ser que bailaba al ritmo marcado por explosiones de colores imposibles y titulares destacados en la televisión de la cafetería sin nombre.

Cuando he levantado la vista de mi café, ya frío, la chica y su pareja no estaban, y los todólogos de la Griso hablaban ahora de posibles pactos sobre los presupuestos generales del Estado.
Ya no tenía sentido seguir allí. He pagado mi café y me he marchado a seguir fingiendo durante lo que quede de martes que soy yo realmente, sin prestar atención a mis inspiraciones y espiraciones. Rutinas random de martes.


Microrrelato de A.Ramírez
Imagen de Pixabay

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