sábado, 6 de octubre de 2018

Insepulto

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¡Ay si pudiera entrar y salir del cuerpo con la habilidad de los místicos!

Hay días que dejaría ir mi envoltorio a su puta bola. Se levantaría, se iría a trabajar, volvería a comer, se marcharía de nuevo...

Claro, la gente no notaría nada.

¡Qué sabe la gente de uno mismo! Se forman una idea de lo que ven y la completan con lo que piensan de mí, insepulto en modo piloto automático.


Mi yo verdadero, el de dentro, se quedaría en su mundo sin envejecer, flotando y riéndose de todo sin tener que entenderse con la realidad de lo cotidiano. Existiendo sólo un poquito, que quizás sea una forma mucho más sensata de existir, y no involucrándose uno en todo lo que supone vivir. Que esto de vivir va en serio, ya lo decía el poeta.


Si pudiera entrar y salir del cuerpo como hacen los místicos sin duda elegiría quedarme fuera, amputado de mí mismo. Sin miedo a los análisis de sangre y a las ecografías.



Asomarme a esa ventana con vistas a nosotros mismos en la que nos vemos atravesar un paso de peatones observando a los demás sin tener ni idea de ellos, prejuzgando nuestro alrededor. Por supuesto creyendo llevar razón.

Si pudiera entrar y salir del cuerpo como hacen los místicos existiría mejor en ese mundo irreal en el que flota la voz impersonal del contestador automático que responde "el número marcado no existe". Más allá de los límites de esta realidad apresurada, ruidosa y agresiva.


Microrrelato de A. Ramírez
Imagen de Pixabay

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