miércoles, 1 de julio de 2020

La cama

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Despierto con la espalda dolorida y los músculos tensos. La cabeza me da vueltas ¿o es el techo? Durante toda la noche, me he peleado con los muelles del colchón, en una lucha que alternaba el duermevela con el continuo cambio de posición para encontrar la postura más cómoda. Ha sido inútil.

Me levanto y me contemplo en el espejo, su superficie nunca miente. Hay restos de noche dormida en las arrugas que sajan mi cara y se pelean con mis ojeras. He dormido fatal y debería haberme mudado al sofá del comedor. La noche habría sido más fácil de dormir. Así somos los divorciados: el entorno laboral nos absorbe y no nos preocupamos por las cosas cotidianas hasta que es demasiado tarde.

Preparo un café, solo, para iniciar el tránsito del nuevo día con un poco más de chispa. En cuanto el reloj marca las diez horas, decido perder el tiempo paseando por las calles de la ciudad. Necesito caminar para que los músculos se estiren y vuelvan a su sitio.

En el escaparate de una tienda de muebles, observo las últimas novedades. Las camas parecen confortables. Los precios asequibles, buenos detalles, buenos acabados, incluso se integra el conjunto con una mujer bajo la colcha.

Leo el anuncio con llamativas letras fluorescentes: Ponga una cama con mujer en su vida y sea feliz. Dos por uno. La oferta me hipnotiza y abro la puerta de la tienda con decisión. El vendedor me espera con una sonrisa de oreja a oreja y se frota las manos con avidez. Soy un cliente potencial y más con la cara de cansancio que no puedo disimular.

El vendedor sale de detrás del mostrador, se pone la americana y me acompaña por la tienda. Dejamos atrás la galería otras galerías. El vendedor mueve los brazos, para acompañar el torrente de palabras y me dejo arrastrar. Ensalza las maravillas de cada artículo con una voz cadenciosa. Crea un perfil de mis gustos y me conduce por un pasillo, para presentarme las ofertas más destacadas. No digo nada, me dejo llevar por sus artes comerciales. Una mujer me sonríe, tumbada sobre un colchón reforzado. Escucho un saludo susurrante en derredor; no me giro. Una mano con las uñas pintadas sale de debajo de la colcha, me saluda y vuelve a arroparse.

El vendedor se gira para recabar mi opinión. Piensa que soy presa fácil y me dejaré engatusar por los cantos de sirena. Vuelvo a leer la oferta, sigo con la letra pequeña, pero reculo de inmediato. Por ningún lado aprecio, entre las características que anuncian, el hecho de que las camas no sean carnívoras.



Relato de Eugenio Barragán 
Imagen de Pixabay

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