lunes, 21 de julio de 2025

Ascensión

0


 

ASCENSIÓN

Tarde o temprano acabas harto, muy harto, demasiado harto. Ese tremendo hartazgo te abre los ojos. Estás en lo más profundo del pozo al que tú mismo te arrojaste. Te ahogaste. Eres un finado, un difunto, un trozo de carne pudriéndose en el fondo de tu propio abismo. Pero tú estás harto, exageradamente harto y no vas a quedarte ahí.

¿Hacia dónde tirar pues? Hay varias opciones:

Una es aceptar la condición de fallecido, estrecharle la mano a Doña Parca, abrazar el rigor mortis de manera permanente, brutal, definitiva.

Otra es merendarte tu hartazgo, descartarlo, hacer con él lo mismo que has hecho con todo, quedarte ahí como cerdo revolcándose en el lodazal.

Y otra es subir, ascender, salir del maldito pozo.


Intentas esto último. Comienzas a nadar hacia arriba mas notas que te cuesta, mucho, demasiado. Algo impide tu ascensión. Llámalo cadenas alrededor de tu cuerpo, anclas aferradas a tus tobillos, tentáculos de tu monstruo interno aferrándote. Llámalo como quieras. Llámalo todo eso y todo lo malo y lo peor que imagines. Es algo, muchos algos, innumerables algos tirando de ti, manteniéndote en las profundidad abisales de tu puñetero pozo.

Pero tú estás harto, realmente harto, rematadamente harto, condenadamente harto. Dices:
–NO.

Sigues nadando sin apenas avances.
Tu hartazgo se vuelve supino.

Sigues nadando.
A ratos subes, a ratos te hundes.
Tu hastío se vuelve superlativo.

Sigues nadando.
No avanzas.
Tampoco retrocedes.
Tu asco se vuelve SUPREMO.

Y con él viene el odio. Odio por el tú del pasado que te arrojó el pozo, odio por el propio pozo hecho a medida por y para ti, odio por los excesivamente numerosos algos que siguen jalando de ti, odio por absolutamente TODO. Odio por estar nadando, por estar intentando… ¿un imposible?

Sigues nadando. A pesar de todo sigues nadando. Por inercia, por cabezonería, porque a pesar del odio y de la sensación de futilidad que te inundan tú-sigues-jodidamente-HARTO.

Algo se rompe.
De repente nadar se torna más y más sencillo. Los tentáculos sueltan tu cuerpo, las cadenas se rompen, las anclas se sueltan de tus tobillos. La infinita legión de algos cae, retorna a las más oscuras profundidades de las que brotaron.

Un poco más y las yemas de tus dedos acarician la superficie del agua. Tu obstinación, tu bendita terquedad te ha hecho ascender más rápido de lo que imaginabas. O tal vez la profundidad no era tanta como querías creer.
Ya te da igual.
Ya
        estás
                     ahí.

Emerges. El aire vuelve a entrar en tus pulmones. El corazón renace, late enloquecido. Las lágrimas brotan. Vuelves a estar VIVO.

Mas esto aún no ha terminado. Aún estás en el pozo pero sabes que ya has superado la peor parte. Te otorgas un momento de respiro. Cierras los ojos e inspiras lentamente, dejando que el aire llene hasta el último rincón de tus pulmones. Sonríes al advertir el poco esfuerzo que realizas para mantenerte a flote. Abres los ojos. Miras hacia arriba. Luz de alborada entra por la abertura del pozo. Sus paredes están al alcance de la mano. Parecen húmedas y vislumbras que serán difíciles de escalar… al principio.

Vuelves a cerrar los ojos. Te tomas tu tiempo para respirar con calma. Lo disfrutas. Deseas salir pero no tienes prisa.

Ya no estás harto.




12/07/2025

Texto de Álex Ruiz.
Foto de Filipe Delgado, de uso gratuito 

0 críticas :

Publicar un comentario