miércoles, 25 de septiembre de 2019

Libros viejos

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Me encanta leer libros usados. Suelo comprarlos de segunda mano y también tengo un buen amigo que me pasa bastantes. 

A veces encuentro anotaciones, fotos, dedicatorias, tickets de metro, señales de otra vida y otro tiempo. Otras veces los libros vienen inmaculados y tienen menos vida. Son como más tímidos y solo puedes leer el libro en sí mismo, que no es poco, pero cuando tienen historia más allá de la que cuentan aportan más. 

Estos signos de la vida anterior del libro pueden parecer una tontería pero, al poco de empezarlos, siento sumergirme en un libro subreal o hiperreal, de cualidades oníricas o místicas. Es como si por un instante fuese su propietario anterior sentado en un sillón ajeno, en el bus, tumbado en un sofá, o en el banco de una plaza cualquiera (ay si los bancos de las plazas hablasen). 

El libro moribundo palpita y empieza a cobrar relieve: las anotaciones al margen, los subrayados, las páginas marcadas...al pasarlas puedo sentirme dentro de otras personas. Me veo a mí mismo, pero como en otro idioma o en otro color. 

Leo las frases y expulso las palabras después de saborearlas, dándole vueltas dentro de la boca. Primero parecen pronunciarse dentro de mí, más o menos por la zona del pecho, después atraviesan la garganta y salen al exterior en forma de un humo extraño e imagino qué sintió otra persona leyendo esa página. 

Ayer mismo estuve leyendo “Réquiem por un campesino español” de Ramón J Sender. Al acabarlo, es una obra breve pero intensa que me llevó algo más de una hora, me puse a repasar con las yemas de mis dedos la antigua dedicatoria en la primera página. El anterior propietario escribió “A Carlota, para que jamás olvide estas historias reales aunque no sean verdad, 1954”.

La frontera que separa el estado de ensoñación, en el que soy otro, y el estado "normal" en el que soy yo mismo es una finísima línea discontinua. De hecho ahora mismo no sé si soy yo realmente o no. ¿Quizás salgo y entro en cuerpos distintos y se me olvida volver?

Cuando acabo de leer es raro, como cuando al rato de salir de casa me entran dudas por haberme dejado quizás un grifo abierto o una luz encendida. Guardo el libro, que aún vibra, en la estantería, o lo apilo en cualquier montón con otros libros, en algún rincón de casa.


Texto de A. Ramírez
Imagen de Pixabay

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