lunes, 22 de enero de 2018

Los colmillos del jefe

0

Todo el mundo organizado en guerrilla
contra algún villano a la medida,
y dentro de cada guerrilla los perros se muerden los flancos
por lograr ponerse a la cabeza del trineo,
y son recolocados en su sitio con un castigo en la frente
o directamente expulsados al vacío,
hasta que fundan una nueva secta a la medida
contra el grupo que no les permitió ascender.
Ascienden más rápido, en cambio, los perros sin colmillos
que no suponen amenaza para el jefe,
los que usan como suyos los colmillos de su jefe,
los que insultan con insultos inventados por su jefe,
los que dicen sí a todo lo que el jefe encarna y
dicen no a todo
lo que al jefe
le amenaza.
Esos suben,
como espuma,
y reciben regalitos mimbre
y celofán de navidad en pleno agosto,
y hasta diplomas que confirman
su Humanidad ya incuestionable.
Esos soldados,
reconcentrados en notar dónde conviene cobijarse,
son el futuro de la especie.
Son paradigma de la especie.
No son ni hormigas. Son más pequeños que termitas. Pero saludan
a quien hay que saludar,
y mandan fotos a quienes tienen que mandar,
y son atroces cuando parten
a quien toca destrozar.

No les envidio.
Es que les odio.

Ellos sí tienen
privilegio para ser
y revolcarse en el jardín de las delicias,
mientras que la verdad y la coherencia se mueren de asco
rebuscando en papeleras.
Mi ego les odia.
Mi narcisismo de defensa, de samurai sin dueño ni más musa
que un dibujo de Dulcinea con líneas rotas de salirme al colorear.
Mi ego les odia,

pero este llanto no es por mí.

Esto es
por el derecho a pensar por uno mismo,
a cuestionar la autoridad,
a ponerse vulnerable,
al abrazo del conflicto que hace más fuerte, al sí a la vida,
al sí a recordar que hay mucho más que un puto estátus,
que un puto marcador de la Eurocopa.



Poema de Chema Villalba
Imagen de Pixabay


0 críticas :

Publicar un comentario