jueves, 18 de enero de 2018

Espadas en el Viento

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    Johnny mantiene fija la mirada en el suelo del camión, esquivando las de sus compañeros. No quiere que noten lo nervioso que está. Le avergonzaría. Sabe que algunos de ellos le envidian por haber sido el alumno predilecto del Sargento Farrell, y lo usarían para poner en duda su valía como jefe de escuadrón.

    Para evadirse piensa en Amy, en lo mucho que la echa de menos. Sólo quiere volver a casa con ella, intacto y completo, y criar juntos al hijo que pronto tendrán. Si vuelve mutilado, enfermo o desfigurado, si se convirtiera en una carga para ella, no sería capaz de soportarlo. Es mejor no volver.

La Asgard que recorría Thrud no era más que un cascarón vacío. No quedaba casi ninguno de los habitantes de sus palacios. Se estaban extinguiendo. Los hombres habían dejado de creer en ellos en beneficio del Dios de los hebreos, al que ahora también estaban abandonando. Sólo unos pocos, los más importantes, se mantenían a salvo del olvido gracias al arte y a la ficción. Uno de ellos era Thor, el padre de Thrud. Había perdido a todas sus compañeras y hermanas, pero de él era imposible librarse. Y le gustara o no, tenía que verle.


    Una repentina explosión hace que el vehículo se detenga. Johnny coge su fusil y pone en práctica su entrenamiento. Una de sus cualidades que el Sargento Farrell más valoraba era su capacidad de concentración; ahora es el momento de demostrar a sus compañeros que el instructor no se equivocaba con él.

    Conforme todos van bajando del camión, empiezan a disparar. El enemigo está muy cerca. Johnny no se deja atemorizar. Ya no. Centra sus cinco sentidos en sobrevivir y en salvar a tantos compañeros como pueda.


Thrud llegó a Bilskirnir, el palacio de su querido y odiado padre. Poco a poco, el lugar se estaba resquebrajando. Pero allí seguía él, sentado en su trono, melancólico. Ella se acercó y le saludó con una reverencia.

- Puedo imaginar por qué has venido - dijo Thor -. Sólo acudes a mí cuando crees haber encontrando de entre los humanos a alguno que merezca la pena.


- Tú me enseñaste lo importante que es contar con tu consentimiento.


- ¿Aún me reprochas lo de Alvíss? No iba a consentir que mi hija se casara con un vulgar enano. Además, la culpa fue tan suya como mía. Deberías darme las gracias, al menos de esa forma tienes una estatua para recordarle. Si no, habría desaparecido hace tiempo por culpa de esos humanos a los que tienes en tal alta estima.


- Hay uno - replicó Thrud -. Al menos queda un guerrero valiente y honorable.



    Tras darse cuenta de que ha disparado la última bala de su último cargador, Johnny se prohíbe a sí mismo darse por vencido y coloca la bayoneta en el cañón de su fusil. Permanece oculto, esperando la ocasión de atacar.

    Mira a su alrededor. Ve que varios de sus compañeros hacen lo mismo. Uno de ellos le mira y asiente. Estamos contigo, Bonham. Vencer o morir. Y así es. Deben seguir luchando con fiereza hasta que lleguen los refuerzos. No tienen alternativa.


- ¡Ya no queda honor entre los hombres! - respondió Thor - ¿Qué fue de la gloria en el combate? ¿De las espadas en el viento? Lo único que hacen ya es aniquilarse a sí mismos usando fuego, hambre y enfermedades. ¿Y dices que has encontrado honor en un escenario semejante?

- Soy una valquiria, no puedes pedirme que deje de buscar. Y sí, he encontrado a alguien que merece estar en Valhalla. Tal vez recibiendo en su palacio a un nuevo valiente, Odín perdure algún tiempo más.


Las osadas palabras de su hija enfurecieron a Thor, pero pronto se apaciguó al caer de nuevo en la melancolía.


- Está demasiado débil - lloró el dios del trueno -. Ya no es ni la sombra de la sombra de lo que era. Te ruego que no juegues tan a la ligera con la esperanza.


    El fuego se detiene. Los enemigos creen que han vencido. Empiezan a avanzar hacia Johnny y sus hombres, los cuales permanecen agazapados, esperando a tenerlos cerca para atacarlos con sus bayonetas. Cuando llega el momento, Johnny es el primero en salir de su escondite. Consigue apuñalar a dos de ellos, pero un tercero le dispara de frente con un lanzagranadas, provocándole un dolor más allá de lo comprensible. La oscuridad envuelve a Johnny. Todo se acaba. Sólo lamenta no poder conocer a su hijo.


 
Thrud y Thor contemplaron la batalla. El dios del trueno tuvo que reconocer que aquel guerrero había caído como un valiente de antaño, y autorizó a su hija a bajar a Midgard para recoger su alma. Así lo hizo ella, deseando ofrecer su consuelo a Johnny y llevarlo ante su abuelo, como solía hacer cuando los Æsir eran fuertes y poderosos.

Pero la ilusión de Thrud se desvaneció ante un panorama tan decepcionante como horrible.



    Johnny ya no siente nada. Su sistema nervioso está muerto, pero no el resto de su cuerpo. No es más que una maraña de tubos y cables. Le mantienen conectado a una máquina que le obliga a seguir con vida para que sus seres queridos prologuen su sufrimiento, albergando la esperanza de que algún día vuelva a ser el que era. Un día que nunca llegará. Y mientras tanto, su alma permanece prisionera.


Thrud se compadeció de Johnny. Desde lo más profundo podía oír sus desgarradoras súplicas. Dejadme descansar, por favor. Dejadme descansar. Pero ella no podía intervenir en Midgard, sólo observar.

Encontró en el lugar un símbolo que reconocía y que, con el tiempo, había llegado a temer: la cruz cristiana. Una cruz del color de la sangre, sobre un fondo blanco.


Apenada, Thrud regresó a Asgard con su padre, sin saber cómo explicarle lo que había ocurrido. Para su sorpresa, él no le reprochó nada. Sabía que cuando Odín desapareciera, los demás también lo harían. A pesar de las falsas esperanzas que le había traído su hija, lo único que deseaba era poder pasar en paz con ella el poco tiempo que les quedaba.



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Román Pinazo lleva escribiendo relatos cortos desde 2001 y novelas desde 2013. Suele centrarse en el género fantástico, ya que le supone una forma de evasión para el mundo real, que considera gris y aburrido. Hasta ahora ha publicado tres obras: La Otra Vida de Motherfuckerbaby, una historia de humor, fantasía y viajes en el tiempo, Crónicas de Villesainte, a medio camino entre la espada y brujería y la novela negra, y la delirante El Baile de los Sátiros, que muestra a Sevilla bajo el terror de los zombis en plena Feria de Abril. Además coordina la antología literaria Codex Alimentarius, donde cada escritor puede expandir el universo narrativo en el que se desarrolla aportando entre uno y tres relatos cortos.


Texto de Román Pinazo
Imagen de "La Valkiria", de Emile-Antoine Bayard



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