martes, 30 de agosto de 2022

Reseña de Cuatro corazones con freno y marcha atrás

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La vida es una esencia de torbellino de alegrías y sufrimientos que se disfruta a cada instante porque tarde o temprano, se sabe que el telón de la historia de tu vida bajará, concluyendo tu actuación en el mundo. Se irá a un lugar donde la muerte te abrazará como recibimiento, sosteniendo la guadaña en su mano.

Paisaje en el que tu cuerpo descompuesto se convertirá en polvo, siendo simplemente un alma intangible que vagará solamente con los recuerdos de su juventud apasionada y vivaz. Época en la que la existencia es el placer del ser.

Etapa donde los sentimientos se deleitan con éxtasis plena. ¿Pero seguirías viviendo con esa intensidad si sabes que nunca vas a morir? Si descubrieras un elixir que te otorgara la eternidad, ¿realmente serías feliz? ¿Gozarías sabiendo que ese telón nunca va a bajar? Esta es la cuestión que se plantea estos cinco corazones mortales.

En un salón burgués del siglo XIX, un pobre cartero, lleva esperando desde el mediodía la firma de una carta. Nadie le dice nada. Todos los sirvientes van de derecha a izquierda con entradas y salidas multitudinarias, sin saber lo que ocurre. Entre los murmullos, resalta a voz la actitud bipolar, entre risas y gemidos del amo de la casa, el señor Ricardo. Joven de vida acomodada que al malgastar la herencia de su padre, recibe la de su tío, con la disparatada condición de no ser entregada hasta dentro de 60 años, desapareciendo entre pensamientos el sueño de casarse con la mujer de su vida, su novia, Valentina.

No obstante, su amigo médico y científico extrovertido, el doctor Bremón, encuentra la solución a los problemas económicos y amorosos de ambos por el transcurso del tiempo. La placentera inmortalidad. Antídoto para hacer sus vidas y así, el doctor casarse con su amada Hortensia, que debido a no tener estado de viuda por la pérdida de su marido en un naufragio, debe aguardar sin proposición alguna hasta que no pase 30 exagerados años. El cartero por instinto curioso a los chismorreos del servicio, oye tras la puerta toda la trama, chantajeando a Bremón de unirse a ellos cuatro, o contar el secreto que daría una presunta alegría a toda la humanidad. Con un chinchín de elixir entre copas, estos cinco carismáticos personajes brindan por un ¿felices para siempre?

El escritor de esta inverosímil trama española, es el madrileño Enrique Jardiel Poncela, con un humor entre sus palabras que creó polémicas en los abanicos sociales del siglo XX. Desde pequeño, este autor paseaba curioso entre debates políticos y el mundo de las artes por los museos, escribiendo con 11 años su primera novela. En el bachillerato comenzó a publicar sus primeros artículos humorísticos con gran emoción.

En su época de literato colaboró con distintos periódicos como La Nueva Humanidad, Los Lunes de El Imparcial, y la revista Buen Humor, entre otros muchos. En esta etapa conoció a artistas como José López Rubio, y el que para él fue su maestro, Ramón Gómez de la Serna. Con los años abandonó el mundo de la información para centrarse solo en la madre literaria y el género de la farándula, donde consiguió estrenar con éxito de taquilla su obra Una noche de primavera sin sueño, en el Teatro Lara. Más adelante comenzó a realizar novelas como Amor se escribe sin hache, con el objetivo de combatir con su humor absurdo el tópico romántico. Con la gloria de sus libros viajó a Hollywood para hacer varias películas de ellos, ganando incluso, el Premio Nacional de Teatro. Era el período de victoria de Jardiel Poncela.

No obstante, todo momento de esplendor tiene su decaída, y con el paso del tiempo, le acosaron las cartas del infortunio, en los amores con los desengaños; en la carrera con el fracaso; en la economía con la ruina; y en la salud con un cáncer de laringe. A los 50 años murió con el último deseo de que inscribieran en su tumba: Si queréis elogios, moríos.

Con su burla grotesca en esta obra de teatro, los lectores se dejan llevar por un sutil manto de reflexión de que un para “siempre” cuando es eterno, se convierte en odioso. Mejor perdurar en una vida conclusa, que una angustiosa donde la existencia se transforma en deseo de suicidio. La vida es bella porque sabemos que luego nos aguarda la tragedia. El goce de vivir, sin el drama del Ángel Caído, no es existencia. Los humanos nos acogemos a lo que ya conocemos, porque así logramos controlar nuestro camino, mientras que lo desconocido, lo preferimos abandonar en la ignorancia. ¿Elegirías una sugerente eternidad o una rutinaria mortalidad? Juzguen por medio de estos cinco corazones de problemas disparatados en una absurda realidad.


Texto de Laura Campos Cervera

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