miércoles, 12 de enero de 2022

Timbrazos

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una mañana de viernes
quince noches después
llaman a gritos
al timbre de mi portal:

seriamente enfermo de amor
yo me encuentro en cama,
incapaz de salir de ella
sin la ayuda de tu mano
y el impulso de tu corazón:

pero creo reconocer tu voz
en el sonido cercano
y estimulante del obstinado timbre

y puedo verte en carne y hueso
cinco pisos más abajo
en la plaza de la soledad
con tu cesta de mimbre,
la urna con las cenizas de tu padre,
las dos maletas a cuestas
y tu perro
marcando de nuevo su territorio:

así que me falta tiempo
para plantarme en el pasillo
y preguntarle al portero automático:

¿sí? ¿quién es?

cartero:

pero a pesar del amargo
y doloroso desengaño inicial
ya estoy bajando de tres
en tres
y en cuatro
o cinco
los ochenta y seis escalones
que me separan del buzón:

confío de verdad
ciegamente
en que estarás esperándome dentro
con noticias ilusionantes
acerca de la buena vida en común
que vamos a tener a partir de ahora:

ven aquí, davichu
ven aquí, guapísimo mío
que te quiero, te quiero mucho
¿comprendes lo que es eso, david?

comprendo que luego
facturas y publicidad en una mano
he de agarrarme
con firmeza con la otra al pasamanos
y tomar aliento en cada rellano de la escalera
para ir subiendo de uno en uno
lenta, penosa y tristemente
los ochenta y seis peldaños
que me separan de este camastro
en que sigo tendido hoy en día y que
seriamente enfermo de amor
no pienso abandonar si no es con
ayuda de tu mano
y el impulso de tu corazón: 

porque a mi entender

y corrígeme si me equivoco

si se puede seguir con la vida
si se puede seguir con la vida

si se puede

entonces no era amor:



Poesía de David González
Imagen de Pixabay

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