Hay gente, no voy a entrar en calificativos, que asegura que los noventa fue una década horrible para la música. Mi cara de asombro al oír/leer eso no tiene precio. Mi amor por ese decenio no es ningún secreto. Tanto para el cine como para la música, fue un periodo explosivo, puede que decadente, sí, pero de una creatividad y buen gusto impresionantes. Por eso, en esta sección, voy a señalar discos imprescindibles desde los inicios. Hoy, 1990.
Warrant. Cherry pie.
El archiconocido tema que daba título al álbum no ha dejado de sonar en la radio desde entonces. Una banda de rock sin más apelativos pero que seguro que te ha hecho mover el cuerpo de forma patética alguna vez.
Pantera. Cowboys from hell.
Una revolución gigante, inconmensurable. El comienzo de un mito y el espejo en que una década de músicos se tuvo que mirar porque no había más remedio que arrodillarse ante la forma de tocar de los tejanos. El universo del metal se abrió por completo gracias a este disco, y mucho tiempo después quiso venir el nu metal a dárselas de rompedores. Un disco adelantado a su tiempo.
Queensrÿche. Empire.
Qué podemos decir de esta banda legendaria. Y de este clásico que se convirtió en el manual de cabecera de muchos amantes del progresivo y del rock en general. Si escuchas Jet city woman o Silent Lucidity y no te dan ganas de besar la actual calva de Geoff Tate tienes un problema.
Extreme. Pornograffitti.
¿Sabes ese tema que todos los tíos se aprenden para ligar? Sí, ese, el More than words. Pues es una de las pistas de Pornograffitti. ¿Quieres más motivos para adorarlo? Escucha el resto del disco que colocó a Gary Cherone y Nuno Bettencourt, compositores plenos de todos los temas, en el Olimpo del rock.
Dio. Lock up the wolves.
Ronnie... ay, mi querido Ronnie. No puedo escribir nada sobre él sin que se me empañen los ojos. No tiene disco malo, y este de 1990 no iba a ser menos. Poco puedo añadir. Que disfrutes de su prodigiosa voz y sus composiciones en solitario siempre que puedas, así nunca morirá.
Judas Priest. Painkiller.
Fíjate, una de las canciones más versionadas de la banda, más conocidas y cuya batería parece estar grabada por el mismo demonio está aquí, y le da nombre al álbum. Pues blanco y en botella. Es como una vuelta a su época setentera pero con mucha más mala leche y, lo dicho, producción de 10.
Steve Vai. Passion & warfare.
Técnica y pasión, virtuosismo y emoción. Sentimientos incontenibles afloran con algo tan simple y a la vez tan complicado como la vibración de una cuerda convertida en sonido. Las pastillas de su Ibanez deben de estar hechas con sangre de elfo. La primera vez que escuché este CD, puse For the love of God unas seis veces seguidas. A día de hoy sigue poniéndome los pelos de punta.
Mr Big. Raw like sushi.
Si no recuerdo mal, el nombre de esta banda tiene su origen en un tema de Free. Podría pensarse que proviene del Big Bang. Eso fue lo que supuso la aparición de esta superbanda en la escena, una mega deflagración cósmica de talentos unidos en creaciones míticas. Y eso es lo que se puede oír en este su primer CD en vivo. Nada menos que en Japón, donde son dioses.
Héroes del silencio. Senderos de traición.
Uno de los discos españoles más conocidos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. El que contiene los dos temas que la radio ha estrujado hasta convertirlos en canciones bastardas, a pesar de su calidad. Estamos hablando de Maldito duende y Entre dos tierras. Soy más de El espíritu del vino, pero este es de los must have.
The Black Crowes. Shake your money maker.
Nada más y nada menos que el debut discográfico de una leyenda semi-viva del rock. Sus fundadores siguen, la banda, por desgracia, murió*. ¡Pero qué manera de estrenarse! Del primero al último, son hits, patadas rockeras en la cara del imperante grunge. Además, en la lista está una versión impagable del Hard to handle del eterno Otis Redding.
Testament. Souls of black.
Una portada oscura y totalmente reconocible. Uno de los grandes de la amplia trayectoria de los californianos. No tan representativo como Practice what you preach o The new order pero un más que digno sucesor de ambos. Con grandes temas como Absence of light o el propio Souls of black donde la presencia de Greg Christian (bajo) es más que evidente.
Gary Moore. Still got the blues.
Un rockero de la vieja escuela, reconvertido al hard rock y cercano al heavy requeteconvertido a bluesman. Todas las étapas del norirlandés (desgraciadamente desaparecido) tienen algo especial. Y esta no se queda atrás. Discazo de principio a fin con míticas canciones como la que da nombre al disco, Oh pretty woman, Walking by myself o Too tired. Un regalo para las orejas.
Bruce Dickinson. Tattooed millionaire.
Otro debut, o más bien inicio de proyecto. Todos conocemos la etapa gloriosa del tito Bruce en Iron Maiden. Pero a finales de los ochenta hubo un tira y afloja con el resto de la banda que vete tú a saber y emprendió su carrera en solitario. Se aleja un poco de lo recorrido con la dama de hierro y factura un larga duración repleto de hard rock y buenas melodías canalizadas por este prodigio de garganta.
Living Colour. Time’s up.
Segundo disco de esta impresionante banda que tantas alegrías me da. No es mi disco de cabecera (tardaría tres años en llegar con Stain) pero está repleto de funk rock y de himnos como Pride o la maravillosa Love rears its ugly head. Se permitieron experimentar con otros ritmos y estilos y el resultado es un disco de lo más variopinto.
Megadeth. Rust in peace.
Todavía me duele la mandíbula desde que se me desencajó la primera vez que lo escuché. Riffs técnicos, solos trepidantes, estructuras locas. Para mí sigue siendo su mejor obra, donde se pueden permitir el lujo de decir que han creado un monumento al thrash con elementos progresivos de una factura impecable. Todos son temazos, no voy a destacar ninguno.
Depeche Mode. Violator.
Para cerrar, un clásico atemporal ajeno a la lista anterior. Los maestros ingleses de la música electrónica crean en este caso algo insólito: un disco de ese estilo que no me dan ganas de usar como frisbee. Poco se puede descubrir a estas alturas de un álbum que contiene Enjoy the silence y Personal Jesus.
Pues después de esto, todavía habrá quien desacredite los noventa. ¡Y la década acaba de empezar!
Seguro que me dejo algunos, como el Tales from the Twilight world de Blind Guardian, el Razor’s Edge de AC/DC, el Seasons in the Abyss de Slayer o el Coma of souls de Kreator, pero ya aparecerán otro año con mejores discos.
*¡Pero, oiga, que se han vuelto a rejuntar!
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