martes, 14 de septiembre de 2021

Gustito pa tus orejas II

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Cuáles son las claves que nos llevan a decidir qué es lo mejor y lo peor de cada casa. La mayoría de las veces habla la total subjetividad del individuo que cuestiona. Y por más que pretendamos ser objetivos, una parte del fan que llevamos dentro habla sin permiso y magnifica el objeto de estudio. Voy a tratar de exorcizar al adolescente que aún adora el power metal y hablaré como el adulto (viejuno) que soy. Habrá quien, teniendo ya una edad, ponga el grito en el cielo con lo que estoy a punto de decir. Pero lo he estudiado mucho y tengo que sentenciar que Mission Motherland es la mejor canción de Helloween. No estoy diciendo que sea la que más me gusta, aunque esté en el top. Intentaré explicarme remontándome a la chapa ancestral. La banda siempre ha gozado de buena acogida y reputación. Las dos Helloween, porque como en muchos sectores, existe una división de público según las dos eras más marcadas dentro del seno. Sin contar con el resto de cambios de formación hay una clara diferencia entre la etapa Kiske y la era Deris. Hay seguidores que defienden a capa y espada los primeros trabajos porque eran más fieles al power metal que ellos mismos casi inventan y como cantante, por los agudos a los que llegaba el primero, pues es considerado insustituible. No me parece un argumento muy sólido a la hora de calificar la calidad de las composiciones, pero bueno, para gustos, Pantone®. Deris, a cambio de octavas trajo consigo matices e ideas que ya venía cociendo con su anterior agrupación (Pink Cream 69). Introdujo elementos hard rock, una nueva y magnética personalidad al grupo como frontman y, llegado el momento, incluso produjo algún trabajo. Evidentemente no todo es oro en su estancia. Salvo la secuela en forma de tributo-legado a los dos Keeper of the seven keys, desde el Dark Ride (polémico por su oscuridad y por la afinación grave de las guitarras) no publican una gran obra como fue, por ejemplo, el Time of the Oath, donde está incluida la canción de la que hablamos. (De la calidad de la producción podríamos hablar en otra ocasión). Pero sí que influye al resto de sus compañeros y les contagia esa magia que tienen algunos músicos, consiguiendo entre todos facturar, en mi opinión y en la franja mencionada, los mejores álbumes de su trayectoria. Lo que trae consigo otra apreciación personal directamente relacionada con la anterior. Y es que no me extraña que me parezcan los mejores trabajos, porque también considero que es la formación más puntera que han tenido hasta la fecha.

Modo Line Up ON:

Andi Deris: voz

Michael Weikath: guitarra

Roland Grapow: guitarra

Markus Grosskopf: bajo

Uli Kusch: batería

Y explico esto porque los créditos de la canción pertenecen a Michael Weikath pero en los arreglos participan todos.

Entrando ya en materia y, hablando de la letra, el maestro Weiki no sólo apaña una historia maravillosa y con mensaje, sino que además la encuadra de forma magistral en uno de los géneros de los que más se nutre el power: la ciencia-ficción. Para poneros en situación haré un breve resumen. Cuenta como una inteligencia alienígena que viene de muy lejos con intenciones poco pacíficas se topa con La Tierra. La idea principal: colonizar el planeta tras acabar con sus habitantes. Sin embargo al monitorizar a los humanos y comprobar que no proponen respuesta armada deciden quedarse y colaborar con el fin de crear un futuro mejor para ambas razas. El problema viene cuando tras un tiempo como equipo, los visitantes empiezan a caer como moscas por culpa del calentamiento global y los letales rayos solares que se cuelan por el agujero de la capa de ozono. No les queda más remedio que congelarse y esperar dejando grabado este demoledor mensaje: “Decidnos cuántos de nosotros han muerto bajo las oleadas de luz. Cuerpos sin rostro, macabros gritos... nuestra colonia condenada. Despertadnos cuando hayáis sanado el mundo. S.O.S”.

Lo que pudo ser una colaboración pacífica, cosa que poco se ve en las invasiones extraterrestres, acaba como el rosario de la aurora por nuestra culpa, como siempre, porque somos una desgracia y convertimos en compost todo lo que tocamos. Pero ese es otro tema. El que nos atañe, el musical, comienza con unos sonidos bucólicos de pajaritos acompañados de efectos y el siempre infravalorado bajo de Markus (de los mejores en la escena con su instrumento) que recuerdan a un aterrizaje. Se cuela una melodía alegre y casi robótica, para dar paso a los primeros acordes con distorsión y al poderío de Andi coreando vocales sobre una especie de jam de todos. Entra un riff megathrasher a modo de introducción del que compone la estrofa, el más elaborado de la carrera de los alemanes seguido del puente y el estribillo (que no se quedan cortos en cuanto a creatividad) y vuelta al ultra-palm-muteado metalero de la muerte con un par de power chords de guinda. Y qué estribillo… Algo tan sencillo y a la vez tan necesario como son los coros (del propio Andi) lo redondean hasta darle un acabado pulido y brillante. Esta estructura, ya clásica del power, se vuelve a repetir con otra estrofa/puente/estribillo en la que ya nuestros visitantes de otro mundo están asentados y confían en nuestra capacidad colaborativa para crear un próspero futuro. En otros temas del estilo como por ejemplo Land of the free de sus compatriotas Gamma Ray, tras un par de estas combinaciones entra el solo y un breve interludio, para volver al esquema anterior una última vez. Pero aquí, al terminar el segundo estribillo, el riff introductorio da paso a una serie de entreactos en los que cambian el tempo y los ritmos; se vuelve oscuro y progresivo después; entra el solo, inquietante; le sigue una breve parte medio jazzera en la que las dos guitarras armonizan un par de compases sobre la línea slapeada del amigo Markus en comunión con el excelso Uli Kusch (enorme en toda la canción) y, de pronto, se instala un riff casi doom que va ralentizándose hasta que llega la calma. Emerge casi celestial, la voz de Deris. Se pone en la piel de los supervivientes que nos dejan el mensaje con una bella melodía por encima de samples y efectos en plan: somos tecnoaliens pero tenemos nuestro corazoncito. Va subiendo octavas hasta que pide socorro y vuelve a irrumpir el thrash. Enlaza directamente con un breve puente con letra de esperanza distinta a los anteriores  y ¡al estribillo final!

Se acabó. Como se puede ver es una estructura poco habitual en el estilo. Nueve minutos de orfebrería metalera alemana que hacen de este tema una joya única. Un portento de imaginación y creatividad que además, a pesar de los cambios de ritmo, los interludios y los sonidos futuristas, hace que muevas la cabeza como si no hubiera un mañana. Por si todo esto no fuera del todo suficiente, tanto los arreglos como los efectos y la propia música consiguen que te metas en la historia, dando a cada parte el dramatismo, la tensión o la sensación de esperanza que necesitan.

¿Que tienen otros temas geniales y que quizá les definan más como banda genuina del power metal alemán? Evidentemente, y del mismo disco incluso. Kings will be kings, Steel Tormentor. O sus clásicos de la primera era Eagle fly free o Future world. También sus bombazos hard rockeros auspiciados por el actual frontman como Mr. Ego o Perfect gentleman y otros oscuros y profundos como Mirror mirror o Scalation 666. Todos grandes, sin duda. Pero esta pieza es irrepetible, por todos los detalles que he resaltado, porque tiene una estructura auténtica y sus riffs son una verdadera locura y un derroche de técnica. Absolutamente recomendable oirlo para leer este arrebato de pasión noventera. No sé si las mismas veces que lo oí yo para escribirlo, pero al menos las suficientes para saborearlo. Después de todo este rollo no puedo evitar pensar que me he dejado llevar. Puede que esté equivocado, aunque al menos lo he intentado, ¿no?

Texto e imagen (Illustrator) de Antonio Moreno

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