miércoles, 6 de noviembre de 2019

A la sombra de Robert Johnson

2

En los enjambres solitarios de un cruce de caminos diseñado por Fau Trujillo y Lola Crespo entre marcas de agua de guitarras, suenan las letras la magia de sus negros.

El tacto de una pluma embriagada de azules me recuerda que, aunque el pájaro sigue volando entre las nubes y el whisky junto al hielo, cada vez que los labios se acercan al brocal de la copa, igual que el blues, su sabor nos refresca y nos quema con suavidad.

Junto a la verja de arpillera trenzada, la blanca pluma que el pájaro de fuego nos regala,  invita a trasgredir las sombras de la noche y a abrir la jaula herida para que el blues nos cuente a qué saben las cuerdas de sus guitarras.

Y comienza el concierto de las letras, página a página, mientras Fau, con sus certeras yemas, manda a su abultado vientre los sonidos que Ella, la guitarra, nos regala.

A la sombra de Robert Johnson, dos autores, nos pasean por la promesa de un viaje a New York, una visita al Brooklyn tejido a golpe de blues, y las negras laderas de un Chicago vestido del soul que uniendo jazz y blues, da cuerpo al triunvirato.

Junto al sudor del mástil nos sumergen en la edad del Mississippi y asomados a los balcones de New Orleans nos tararean la voz negra de la guitarra de Jane Lee, nos cuentan la intensidad del blues rock de Johnny Winter y del desgarro desatado de aquella hija del amanecer de voz carbón que llamaban Rosetta Tharpe.

En otra arteria de este delta, que parte desde un cruce de caminos, nos enseñan la voz de San Francisco siguiendo los meandros que la sinuosa piel de la víbora dibuja en el terreno atraída por las decenas de discos que John Lee Hooker dejó a resguardo en la casa del blues.

A mis ojos atorados, se le encendieron lágrimas de negra sal al detenerme en la autopista 61. Al ver la sangre de Bessie Smith corrieron a esconder en su vagón, a resguardo del frío de la ausencia, todos los recuerdos negros que ella nos parió.

Con esta comba musical que nos dirige, se nos invita a un salto desde el enero en Tennessee hasta el julio de Memphis mientras escuchamos esas notas bucólicas que, aún lejanas, huelen a vaca y al humus conque Fred McDowell fertiliza sus músicas.

Victoria Spivey, Miss Victoria nos ofrece, cigarro y guitarra en mano, toda la sombra de su piel negra con elegancia. Ella, ahora, desde su otro reino, sigue cantando con los compases desgarrados de su voz.

Al final de todos los caminos, a la sombra de Robert Johnson, nos espera Muddy Waters para romper los silencios con su guitarra y contarnos que todos los suburbios de su Chicago siempre fueron negros, como el gato.

Un bonito paseo, a la sombra de Robert Johnson, donde la protagonista tras hacer un gran pacto con el diablo, se sigue llamando música y más concretamente, guitarra; guitarra y blues, guitarra herida. 

Reseña de Aborojuan

2 comentarios :