El destello inicial, de una intensidad tan refulgente que llegó a cegarla y que se fue amortiguando paulatinamente hasta quedar reducido a un mísero punto rojo, era la señal que esperaba para acometer la difícil tarea que se había propuesto.
Con tranquilidad, tras verificar la situación y consistencia de la inmensa reja que la separaba de su destino, realizó los movimientos mil veces ensayados y la franqueó sin la menor dificultad.La segunda parte de la misión era algo más complicada pues debía descolgarse y llegar hasta el suelo sin hacer el menor ruido… cualquier fallo podía delatarla y sus captores no tendrían piedad. Sabía de lo que hablaba.
Por fin, cuando ya creía que las fuerzas no le darían para llegar al linóleo, sus pies tocaron firme y, muy despacio, comenzó un lento camino a oscuras. Su único guía era el punto rojo que, ahora, parecía haber comenzado a parpadear. ¿Habrían detectado sus movimientos?
Cuando llegó a su destino respiró aliviada, nadie había aparecido. Con sumo cuidado, estiró la mano hacia aquel maldito aparato de represión y, pulsando el botón de apagado de interfono infantil, se lanzó a la búsqueda de sus juguetes.
Texto de Migue Carrión
Foto de Saray Pavón
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