Estaba un poco nervioso. Como cualquiera antes de entrar en la consulta del especialista. Llevaba unos días con algún temblor, nervios... como que no sabía muy bien dónde me encontraba. Me anticipaba a respuestas, deseaba que los martes pasasen volando, el jueves me acostaba pronto pensando en el fin de semana que siempre acaba siendo un trámite hasta el siguiente lunes. Pasaba las canciones hasta el estribillo, mientras saboreaba la que aún no había empezado a sonar en el reproductor. Otras veces leía superficialmente algunas páginas de libros de autoayuda mientras intentaba ver “Cámbiame” en tele5 desde el principio.
Todo esto le contaba al médico mientras contestaba algún whatsapp sin importancia pero vital en aquel instante. Eso sí, disimuladamente, y sin dejar de desviar la mirada hacia la pantalla del móvil mientras el especialista médico asentía pausadamente mientras me analizaba.
Andarían ya mis pulsaciones por noventa y tantos cuando el especialista, mirándome fijamente emitió su dictamen médico:
-“Es usted un enfermo de prisa. Padece de prisa y deprisa, y ansía el instante justo posterior a este mismo. Sí, sí, este que acaba de pasar y del que ni se ha dado cuenta por estar ya viviendo el siguiente. Este. Justo el que acaba de pasar y ni ha olido. Y mire, ahora viene otro que sin querer desea y que no le ha dejado disfrutar del suspiro que acabamos de dejar atrás.”
-”Y... ¿qué puedo hacer doctor? ¿qué me recomienda?”-pregunté preocupado.
Los enfermos de prisa acaban desapareciendo del presente y se evaporan para reaparecer luego en algún vacío espacial donde no recuerdan nada y, cuando quieren recuperar su vida anterior, se dan cuanta que ya ha pasado, y vagan eternamente dispersos sin conexión wifi ni nada por salas vacías de color blanco, decoradas con cuadros de naturalezas muertas y bodegones.
-"Apáguese un tiempo”-contestó-”Viva alguna desconexión con alguien a quien aprecie de corazón y que conozca realmente”-sentenció con gravedad-”Vuelva a verme en unas semanas. Cuando se haya dado cuenta de que entiende las letras de las canciones esas tan raras que escucha, y cuando vuelva a ser capaz de acabarse algún libro. Quédese adormilado de vez en cuando. Si encuentra dificultad para ello, no dude solicitar el ingreso en uno de nuestros programas de aplicación sistemática en los que somos capaces de detectar, incluso en personas asintomáticas, esta enfermedad de la prisa, con el objetivo de disminuir la tasa de idiotez asociada a los pacientes que la padecen. Ánimo joven. Cúrese.”
Todo esto le contaba al médico mientras contestaba algún whatsapp sin importancia pero vital en aquel instante. Eso sí, disimuladamente, y sin dejar de desviar la mirada hacia la pantalla del móvil mientras el especialista médico asentía pausadamente mientras me analizaba.
Andarían ya mis pulsaciones por noventa y tantos cuando el especialista, mirándome fijamente emitió su dictamen médico:
-“Es usted un enfermo de prisa. Padece de prisa y deprisa, y ansía el instante justo posterior a este mismo. Sí, sí, este que acaba de pasar y del que ni se ha dado cuenta por estar ya viviendo el siguiente. Este. Justo el que acaba de pasar y ni ha olido. Y mire, ahora viene otro que sin querer desea y que no le ha dejado disfrutar del suspiro que acabamos de dejar atrás.”
-”Y... ¿qué puedo hacer doctor? ¿qué me recomienda?”-pregunté preocupado.
Los enfermos de prisa acaban desapareciendo del presente y se evaporan para reaparecer luego en algún vacío espacial donde no recuerdan nada y, cuando quieren recuperar su vida anterior, se dan cuanta que ya ha pasado, y vagan eternamente dispersos sin conexión wifi ni nada por salas vacías de color blanco, decoradas con cuadros de naturalezas muertas y bodegones.
-"Apáguese un tiempo”-contestó-”Viva alguna desconexión con alguien a quien aprecie de corazón y que conozca realmente”-sentenció con gravedad-”Vuelva a verme en unas semanas. Cuando se haya dado cuenta de que entiende las letras de las canciones esas tan raras que escucha, y cuando vuelva a ser capaz de acabarse algún libro. Quédese adormilado de vez en cuando. Si encuentra dificultad para ello, no dude solicitar el ingreso en uno de nuestros programas de aplicación sistemática en los que somos capaces de detectar, incluso en personas asintomáticas, esta enfermedad de la prisa, con el objetivo de disminuir la tasa de idiotez asociada a los pacientes que la padecen. Ánimo joven. Cúrese.”
Texto de A. Ramírez
Imagen de Pixabay
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