miércoles, 30 de diciembre de 2020

Charco

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El sol luce como un disco de fuego en el cielo azul, intensamente, durante meses, sin variación alguna. Las bandadas de pájaros pasan de largo en sus migraciones. El viento traslada las dunas de un lugar a otro, transformando el terreno como si fuera un tablero de ajedrez.

La fina arena acaricia dulcemente unas rocas fracturadas. Observan con la tristeza contenida en las erosionadas ondulaciones, un trozo desprendido, ese fragmento que las unía en la eternidad, rota por la inclemencia del tiempo. La sombra de las rocas se alarga sobre las dunas, sin que puedan ni siquiera rozarse, a pesar de los desesperados intentos. Solo pueden esperar a que se ponga el sol y reine la noche en el solitario escenario. Tendrán otra oportunidad.

La luna llena se yergue en el firmamento. Las sombras de las rocas tampoco pueden tocarse. La brisa sisea rumores al introducirse por los recovecos, lo más parecido a lamentos. En el vaivén, en la alternancia de luz y oscuridad se repite el obstinado deseo.

Con la luna vacía de curso, perdida y desangelada, en las montañas cercanas cubiertas de nieve, brillan las luces del Jardín de las Hespérides, como si fuera un rubor en la oscuridad.

Y los días se suceden sin oposición, por la insistencia del tiempo, porque se considera invencible. Y los días son iguales hasta que la monotonía del desierto se interrumpe. Sopla un viento húmedo y frío. El cielo azul es pespunteado por nubes grises que se desplazan mansamente. La suave lluvia se evapora antes de llegar a la superficie. Persiste. El rocío apenas impregna el terreno. Las lágrimas florecen en las rocas sin tiempo para arracimarse.

El viento ruge. La tormenta estalla con furia. Los relámpagos desgarran el firmamento. La arena se apelmaza, se forman riachuelos, charcos. Las rocas sonríen por el súbito cambio de tiempo. Las piedras ruedan, el cielo se despeja y se asoma la luna, otra vez llena, confusa, enigmática, con una marcada mueca de desprecio. Las sombras vuelven a alargarse, hasta tocar el borde de un charco. Las aguas se ondulan, burbujean, vibran, se erizan en ese momento dulce. Las sombras nadan en una danza durante toda la noche, envueltas con el resplandor.

La bruma se disuelve con el amanecer. Antes de que se evapore el agua, las sombras se deslizan entre la alfombra de flores que colorean el color ocre del desierto. Buscan refugio entre los pliegues de las rocas, para guarecerse de la claridad del sol. Y aguardan.

Aguardan a que la luna pierda su curso, entonces, las sombras vagan entre las extensas planicies, ascienden y bajan por barrancos y desfiladeros. Hilvanan susurros que propagan hasta el Jardín de las Hespérides.


Relato de Eugenio Barragán 
Imagen Casa en llamas (agosto, amanecer), de Carrie Schneidery

lunes, 28 de diciembre de 2020

Millennium (3)

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Os habréis dado cuenta de que hay muchas cosas que no las menciono en Los hombres que no amaban a las mujeres y que luego, en la reseña del siguiente tomo, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, ya os comento con total libertad; esto lo hago para no destripar demasiado del libro que aún no os habéis leído. Para evitar spoilers o restar suspense a la trama. Conforme avanzamos descubrimos detalles suculentos y cruciales del pasado de Lisbeth Salander y no es plan de ser una aguafiestas. 

Como viene siendo normal, en la segunda entrega se zanjan asuntos pero aún quedan cabos sueltos. Recuerdo que La reina en el palacio de las corrientes de aire fue el que menos me apasionó. No es que estuviese mal, pero faltaba una pizca de vertiginosidad y enganche o esperaba algo que no cuajó. En la relectura la percepción ha sido similar. Mantengo que es el que disminuye mis ansias y es el que me ha gustado menos de la saga, por el momento. Y el problema es la repetición. Las partes nuevas son como cocaina/café/bebida energética/añadir aquí sustancia que te estimula/ y el 'pero' es que repiten sucesos anteriores a modo de explicación. Si bien es cierto que en la vida real pasa, si hay que actualizar a diferentes personas de lo mismo y no están compartiendo momento tendremos que reiterar lo ocurrido, pienso que en un libro puedes zanjar con 'tal puso al corriente de la situación a su compañero' o algo así. Luego también, queriendo hilar todo muy bien, peca -para mi gusto- de explayar aspectos que no son relevantes porque no modifican del curso de la historia. 
La reina en el palacio de las corrientes de aire son 868 páginas. Como mencionaba antes sobra lo que ya conocemos pero los nuevos acontecimientos merecen la pena porque son Larsson en estado puro. Mi impaciencia me haría descartar mínimo unas 200 páginas de cosas que ya sabemos. Como lectora quiero avanzar en los acontecimientos no bañarme en agua estancada. Excesivas 'subidas y bajadas de tensión'. De todos modos, quieres saber qué pasa y nada es un handicap demasiado fuerte como para aparcar la lectura. Es cierto que cuando lo finalicé por primera vez no había prevista ninguna futura continuación por el fallecimiento del autor. Por lo que la percepción cambia al volver a adentrarte en él sabiendo que no todo va a concluir ahí. Cuando se filtró que aún siendo esta la última entrega, Larsson tenía ya el manuscrito empezado de una cuarta historia y preparaba una serie con 10 episodios, muchos esperábamos que lo publicasen, sin embargo según leí en Lo que no te mata te hace más fuerte, David Lagercrantz no se utilizó ese material. 

Las aperturas de las partes del libro tratan sobre mujeres guerreras, fuertes y pioneras en tiempos donde se quería amarrar y encorsetar el potencial femenino al ámbito del hogar. Mujeres que han dejado una fuerte impronta y han contribuido a los derechos ganados, hasta la fecha, para el sexo femenino. Otra de las diferencias es que esta novela se trata de una continuación del segundo tomo (a diferencia del primero que es auto-contenido).

La mayor parte del tiempo Lisbeth se encuentra en el hospital (momento idóneo para la relectura eso de estar de postoperatorio). Ha sobrevivido y permanece en la UCI. Su vida pende de un hilo, pero su sed de venganza sigue intacta. Mientras tanto, el bizarro mundo de pornografía infantil y sádica, de perturbaciones realizadas sobre víctimas de trafficking y otras turbulencias recaen sobre los hombros de demasiadas personas. Todos tienen en común vicios y deseos de acallar una posible fuga de información. Nadie quiere descubrir su verdadero yo, su monstruo hambriento. 

Dos sectores trabajarán duro: uno para destruir la verdad y otro para sacarla a la luz. Se teje toda una red para proteger, una vez más, a Alexander Zalanchenco (Zala), esas organizaciones secretas que han trabajado a tiempo completo tapando los destrozos y los excesos del padre de Lis. se verán obligadas a construir una estrategia para volver a inhabilitar la voz de Salander. Teleborian será el peso fuerte de esa guerra. Por otro lado varios amigos de WASP, entre los que se encuentra Mikael Blomkvist, tratarán de demostrar que ella no cometió los tres asesinatos (Dag Svensson, Mia Bergman y el administrador Nils Bjurman), que hay un club de Zalanchenco pretendiendo usar a Lisbeth como cabeza de turco y que las instituciones gubernamentales le han destruido la vida. Para ello, entre otras medidas, la revista Millennium pretende sacar una potente exclusiva exponiendo esa red y la realidad de Lisbeth. 

Cuando llegues a la parte del juicio el ritmo irá in crescendo, retomando la adición que generan las entregas anteriores. Y ahora sólo queda colocar el tomo en la estantería y coger Lo que no te mata te hace más fuerte.  

Imagen principal: portada del libro
Reseña e ilustración de Saray Pavón

sábado, 26 de diciembre de 2020

jueves, 24 de diciembre de 2020

Historias trenzadas con Twine

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Twine es un editor sencillo de historias interactivas y no lineales, en definitiva, historias entrelazadas, como su nombre sugiere. Mediante esta herramienta se puede crear una historia por medio de hipertexto, de modo que el lector puede hacer elecciones que varíen el hilo que sigue la narración. En un relato informativo, podría servir por ejemplo para obtener más detalles de algunos conceptos. En un relato de ficción, este formato despliega las alas y ofrece un sinfín de sugerentes formas de ramificar las historias, crear ramas, desarrollar detalles en episodios clave, prácticamente crear un videojuego, o, llamándolo de otra forma, una aventura narrativa por la que el lector navega. 
 
La historia que se ramifica puede convertirse en un auténtico laberinto. Cada nodo de la historia a la que se puede llegar recorriendo la narración por un camino u otro se llama “pasaje”. Combinando tus buenas ideas con los hipervínculos que conduzcan a un pasaje u otro ya se abre la puerta para crear ficción interactiva. Además, por medio de variables y formatos se pueden ampliar las posibilidades con audio, video, imágenes y contenido dependiente de las interacciones que se produzcan, con inventarios y lógica condicional.
 
Un hipervínculo que conduce a la historia a otro pasaje se escribe así:
 
[[Saltar por la ventana->Muerte]]
 
Hemos construido una historia interactiva para ilustrar el manejo básico de Twine, basada en hecho reales, en aquel día en que el viento se llevo el punto de la i, crítica:
Este es el “storyboard” de esta aventura, que corresponde con el árbol de pasajes de arriba:
 
Como curiosidad, existe una fundación cuyo objetivo es fomentar y preservar la ficción interactiva y las herramientas para desarrollarla:
 https://iftechfoundation.org
 
Twine forma parte de de la Interactive Fiction Technology Foundation. 
 
Con las historias que a partir de mañana vais a empezar a crear podemos decir que

 
Texto y capturas de Mario Tornillo
Logos propiedad de Twine y de la IFTF
 


martes, 22 de diciembre de 2020

Encontrarse

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Encontrarse en el extrarradio del afecto,
condensar toda una vida en dos minutos,
abrazar lo que el cuerpo esconde,
silenciar los gestos profundos, melancólicos,
allí donde residen los malditos.
Atravesar desiertos de sal y regresar sedientos.
En la calle la tibieza de la noche cae;
se escucha el lenguaje de los perros,
ruge el azahar incipiente de la vida,
está floreciendo el tiempo,
se van ahogando las dudas entre besos,
la luz inunda el túnel hasta el centro de la tierra.
Nos contraemos.
Nos expandimos.
Ángeles que corretean con las hadas,
se acerca la muerte
para empezar de nuevo
y nos va la vida en ello, así... tan dulcemente.

Poema de Laura Frost
Imagen de Pixabay

domingo, 20 de diciembre de 2020

Bien que te gustaría confiésalo lanzarte

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Bien que te gustaría confiésalo lanzarte
de bruces al abismo devorar para siempre
esas terribles ganas que humedecen tus sueños
y en tus pechos habitan enjauladas...

Dale suelta a ese inmenso poder embalsamado
momia viviente abre las compuertas:
verás cómo florecen dos volcanes
en el lugar que el hielo
cerrara la clausura y perdiera la llave...
Encárate al ariete que reclama en tu puerta
la entrada por lo menos en cada primavera:
verás cómo te llenas de caballos salvajes
y de luz que produzcan tus turbinas de sangre...

Pero, antes, mastica la medalla
de dirección prohibida que cuelga de tu cuello.



Poesía de Aníbal Núñez
Imagen de Pixabay


viernes, 18 de diciembre de 2020

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Crimen pasional

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El cañón aún vomitaba humo lentamente cuando soltó el arma de una sacudida. Las manos, manchadas de pólvora imperceptible para el ojo humano, temblaban con violencia. Había llegado al extremo. Ocurrió que había destruido algo valioso. Había arrebatado una vida. No había vuelta atrás. Miles de imágenes burbujeantes se cruzaron por detrás de su entrecejo. Ninguna era un buen recuerdo. Tenía la esperanza, al menos, de encontrar en algún rincón de su enajenada mente un momento de paz, algún instante compartido en el que recordase algún atisbo de felicidad. No fue posible. Los últimos días habían sido un caos tan absoluto que se sumergió en la más desconcertante de las locuras. 

Trató de calmarse. Buscó un cigarrillo en los bolsillos interiores de su cazadora de pana marrón. Su favorita. Y también la de ella. Ella… Había una foto suya en el otro bolsillo, donde guardaba el mechero. La sujetó con el índice y el corazón de su mano derecha, mientras agarraba el encendedor con el resto de sus trémulos dedos. Ni siquiera su imagen consiguió apaciguarlo. Ella… alivio y a la vez causa de todo. Lanzó la foto junto al cadáver y encendió al fin el cigarro. Ahora ya solo humeaba su boca, cuyos labios habían recuperado el color de la calma. Dio media vuelta y salió del salón en silencio. Junto a la foto yacía la caja vacía, rodeada de mil pedazos brillantes de plástico, del juego que ella le regaló: el Cyberpunk 2077. Justo detrás, sobre el mueble minimalista del televisor, la PS4 permanecía inerte con un agujero de bala en su carcasa negra.

Texto de A. Moreno
Imagen de Pixabay

En el camino

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Han pasado diez años y es un día de invierno.
Tú caminas por las avellanedas.
y vas junto a esos sauces amarillos que avanzan
por los ríos con luna.

No será como ahora, no tendrás veinte años;
la nieve irá acercándose a tu casa
y el aire verde moverá en tus ojos
sus bosques de cristal y de silencio.

Recuérdalo, hubo un río.
                                    Los árboles vivían
en el imán del agua.
Por la noche, escuchábamos gotear en las sombras
la canción de los búhos.

Y, luego, la corriente se llevó nuestras caras.
No sabemos a dónde. No sabemos por qué.

Aún estamos aquí.
                            Pero, de pronto,
han pasado diez años
y tú y yo somos dos desconocidos.



Poesía e imagen de Benjamín Prado


lunes, 14 de diciembre de 2020

sábado, 12 de diciembre de 2020

Ratas

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Y sí. Fueron las malditas ratas las que me salvaron. 
Llegó primero una, luego dos, luego seis... todas subían por mis piernas a través del hueco entre mis pantalones y los pedazos de cuero que llevaba por zapatos. Metían la cabeza tímidamente, como buscando a alguien en mis tobillos, olisqueaban y metían el cuello y las patas delanteras. Después empujaban la barriga y podía sentir sus pequeñas uñas avanzar hasta mi rodilla, sus colas, mucho más frías y ásperas que sus estómagos eran como espárragos adheridos a mis vellos, a veces sentía que me los arrancaban. Pero luego, cuando se quedaban quietas, el calor de sus peludos cuerpos calentaba mis huesos, y dejaba de atormentarme el frío del invierno en aquella mazmorra donde Penelope me aventó cuando pensó que la engañaba con la chica del bar, la hermosa chica del vestido azul. Ojalá la hubiera engañado, al menos tendría buenos recuerdos mientras estaba en aquel piso de piedra.
Cuando empezó el invierno, cuando caí de pie después de que me aventaran desde un auto a sesenta kilómetros por hora, se rompieron mis tobillos, y creo que los huesos de la cadera. Recuerdo que cuando me desmayaba de dolor, lo único que pensaba era que mi ropa interior estaba sucia, y que alguna enfermera tendría arqueadas cuando me la cortarán para revisarme antes de subirme a alguna ambulancia. 
Pero nunca llegó nadie, y el invierno ya había comenzado, las heridas impedían que me pudiera mover más allá de donde estaba la gotera, la bendita gotera que me hidrataba, pero que debilitaba mi razón con su sonido. Su hipnotizante y obsesivo sonido, ese ritmo que taladraba mis oídos y quebraba lo poco que aún me quedaba de razón.
Tip-tup, tip-tup, tip-tup, tip-tup.

Juntando todo mi valor, yo mismo me decía, vamos muchacho, puedes aguantar unos días en este calabozo y después te arrastrarás a la ventila a gritar por ayuda. Me lo repetía durante cada ataque de dolor, pero con los huesos rotos un hombre no puede sostener la cordura más de veinte segundos, y en esos veinte segundos me repetía, puedes aguantar unos días en este calabozo.
Pero los días pasaron y no conseguí moverme. 
Fue al segundo día que llegaron las ratas, tal vez fue antes, pero no lo recuerdo.
Mis amadas ratas, después de unos cuatro días llegaban por decenas, y seguían metiéndose debajo de mi ropa a dormir sobre mi piel, entre mis axilas, mis testículos, mi ombligo, y yo me sentía como un rey. Un rey con abrigo de pieles, pieles vivas.
Es cierto que me comí a un par de ellas, pero era necesario, yo ya me había convertido en una rata. Y entre ratas podemos comernos unas a otras para sobrevivir.
Si ellas necesitaban de mi calor, yo me las cobré con los cuerpos de dos regordetas a las que ahora nadie recuerda, excepto yo. 
Cuando me rescataron, habían pasado dos semanas y mis huesos habían empezado a soldar, de una forma aberrante por supuesto. Los tuvieron que romper de nuevo para acomodarlos, ahora ya hasta puedo correr.
Un día, fui por Penelope. 
Estaba parado en la sombra que proyectaba un farol junto a la entrada de su casa, eran las once de la noche, y yo sabía que aún no había llegado, la conocía bien.
A Las once y veinticinco, un auto de color azul y motor de ocho cilindros se aparcó a cincuenta metros antes de la entrada, reconocí en seguida el sonido del auto desde el que fui arrojado.
Escuché la despedida, y murmullos de coquetería, me pegué a la pared.
Apreté el cuchillo y esperé.
Ya son las cinco de la mañana y vine a la cloaca donde hace un año me arrojaron, y mis amadas ratas salieron de inmediato a saludarme, ay ¡mis amadas ratas! 
Era la primera vez que volvía luego de que me rescataran. 
Pero valió la pena, esta noche les traje una hermosa y carnosa pierna con todo y nalga, es difícil separar piezas cuando no eres carnicero y solo tienes cuchillos de cocina en casa, y además si tuviste que llevar un cuerpo en la cajuela y subirlo cuatro pisos a tu apartamento, la cosa se pone de fastidio. 
Mañana, será un suculento paquete de vísceras. Pasado una jugosa cabeza con todo y cabello.
Y quién sabe, tal vez cuando acabe con Penelope, vaya por el chofer del coche azul... aún no lo sé, quizá el sea inocente, un hombre no sabe lo que hace cuando está enamorado. 
Por lo demás, me casare con aquella chica de vestido azul que conocí hace un año en el bar de karaoke, y es posible, quizá , podríamos tener un departamento y tal vez algunas ratas como mascotas, por si el invierno se vuelve insoportable...


Relato de Mario Treviño
Imagen de Pixabay

jueves, 10 de diciembre de 2020

Artes amatorias

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Absténgase señora multiorgásmica
que un servidor no está para estos trotes
y búsquese a un mancebo con más dotes
por mor de juventud citoplasmática.

Venga después a mí, que —desbravada—
mi faena de capa y de muleta
hará que pida indulto a este poeta,
al descubrir que nunca fue la espada

la que ganó las guerras amatorias.
Hay antes y hay después, porque la suerte
suprema de la lidia no es la muerte
por pequeña que sea. Las victorias

no se fraguan con música, la calma
apasiona mejor a cuerpo y alma.




Poesía del Abate Sancho Baile
Imagen de Pixabay



miércoles, 9 de diciembre de 2020

Asomándonos a la música y el arte desde el machine learning

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Magenta es un proyecto de código abierto que explora las posibilidades del machine learning en el proceso creativo. Código abierto hace referencia a que las tripas son públicas, cualquier persona puede tener acceso a ellas. Machine learning es el término inglés para referirse al aprendizaje de las máquinas por medio de inteligencia artificial, en realidad, a través de algoritmos que revisan datos y a partir de ellos son capaces de predecir comportamientos futuros.

La inteligencia artificial y el análisis de datos está invadiendo nuestras vidas cotidianas, por ejemplo en campañas de marketing, estudios de hábitos de consumo o recomendaciones de productos. En la iniciativa magenta el fin es facilitar el juego y la creación a mentes inquietas con algunas nociones de desarrollo informático. Lo que primero llama la atención es la facilidad para generar música. ¿Cómo? Utilizando abstracciones que provee magenta, cambiando melodías, tiempo, pasos, incluso temperatura o usando modelos de machine learning que, una vez entrenados, serán capaces de generar la música.

Por ejemplo,  magenta puede echar una mano para crear estilos musicales mezclando otros dos, en mayor o menor medida, como en este demo:

Disponible aquí 

En esta charla la autora habla, entre otros, de Magenta. El título es elocuente: Why you should build silly things.

Detrás de magenta está nada menos que Google, que promueve investigar y jugar con la combinación de inteligencia humana y artificial. 

A veces un ingrediente necesario en la creación es una pizca de locura, humana… o artificial.
 
Texto de Mario Tornillo
Imagen capturada del proyecto Magenta

domingo, 6 de diciembre de 2020

Me ha picado esta noche

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Me ha picado esta noche
la mosca de los celos tras la oreja
y quisiera saber si estás en casa
o con otro, corriéndote una juerga.
Aunque andes de puntillas,
se despierta la fiera
y uno que es liberal y no le importa
lo que hagan con la vida, si es ajena,
se vuelve suspicaz, mezquino, espía,
ve visiones, se amarga y se atormenta.
- Es el amor que pasa.
Pues que llame a otra puerta.


Poema de Javier Salvago
Imagen de Pixabay

viernes, 4 de diciembre de 2020

Nunca se sabe...

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Aunque las horas parecen todas las mismas, nada queda igual tras el transcurso de estas...

En la memoria quedan esos silencios que nunca fueron sonidos, palabras...  solo recuerdos soñados de aquello que pudo ser y no fue... que en realidad quedó, hermoso y bello en el alma, en el corazón... dejémosla estar.

La noche transcurre entre sonidos y luces que me llevan al alba desde la puesta del sol. Las montañas aún no muestran su capa blanca del comienzo de las lluvias; pero encuentro destellos rojos en el cielo; me avisan de las primeras lluvias del otoño.

Creí que las estrellas vendrían a buscarme esta noche, pero encontré el destello de las sonrisas, de las palabras que me abrazan en un son de sonidos mágicos que hacen que no me mueva esta noche de mi refugio. —Llueve—

Encontré en la memoria palabras llenas de belleza, de ilusiones, de sueños… encontré algo que me atrapó en un lugar indeterminado; de sorpresas ilusorias, maravillosas, proveniente de otras partes del mundo. Ya no sé donde ubicarme, no sé donde asentarme; ya no necesito las mismas cosas de antaño.

Solo busco una silla, una mesa, papel y lápiz. Lo esencial quizás para pasar un invierno más.

Buscaba un lugar para quedarme, pero solo encuentro la duda, la incertidumbre de ésta; el no saberme ya de ningún lugar.

Buscaba compañía y solo encontré más soledad a partir de aquella que me dio la serenidad de saberme. Ahora ya no me sé. Ahora ya no me encuentro en aquella que me hizo feliz. Ahora busco lo esencial para recuperar la soledad que perdí; esa soledad que uno aprende  amar,  desear; donde el soñar y saberse se unen en una sola cosa, ser.

Bajé del coche, entré en un bar de carreteras, me senté en una mesa junto a la cristalera que miraba a la autovía y, comencé a hablarme a mi mismo, bueno, a mi reflejo en la cristalera, mientras las luces de los autos pasaban a toda velocidad, sin ellos saber que un individuo solo, estaba hablándose así mismo en un cristal, —en un bar de carreteras—.

Le pedí al camarero un lápiz, o un boli y, un café, comencé a escribir todo lo que el otro, —el otro yo me decía…—  me escuché durante horas, hasta que el camarero me vino a decir que era hora ya de cerrar, no sé si se percató de mi conversación, pero su mirada estaba algo asustadiza… —no puedo recordar de qué me hablaba—.

Me di cuenta que no toqué el café, qué la libreta que llevaba estaba completamente llena de frases y palabras que no tuve tiempo de analizar hasta pasado un tiempo, después de dormir durante días, en una localidad que no pude ver,  —llegué de noche y marché del mismo modo—, buscándome, o buscando no sé qué… quizás solo descansar;  conducía y conducía, de un bar de carreteras a otro, hasta que no podía más… y, —“no sé como”— encontré, una casa que un buen señor me alquiló por muy poco, —la casa estaba en obras—, en un pueblecito muy pequeño, se componía —“el pueblo”— tan solo de dos calles en medio de una carretera que conducía a ningún lugar, por no tener no tenía más que un bar donde se podía comprar de todo; —y ahí sigo—, con la intención de comenzar algo, o terminar, no sé; —“nunca se sabe…”— quizás es tan solo una parada.

Creí que las estrellas vendrían a buscarme esta noche, pero encontré el destello de las sonrisas, de las palabras que me abrazan en un son de sonidos mágicos que hacen que no me mueva esta noche de mi refugio. —Llueve— Que la memoria siga su curso, y aunque las horas parecen todas las mismas, nada queda igual tras el transcurso de las dudas, de los días, meses, años…

En algún lugar quedamos, dejamos nuestra impronta, pero sé, que el camino continúa, que esta será una parada; que visitaré más bares de carretera, que dormiré en otras camas que no es esta de hoy, que la maleta siempre estará medio hecha. No sé; —“nunca se sabe…”— quizás. Todo sea siempre un recomienzo, un quizás, una búsqueda continua, sombras de uno mismo que se desvanecen en el pasado mientras hacemos el presente.  

En el reflejo que deja la lluvia en el asfalto veo recuerdos, colores de otros tiempos, ni mejores ni peores, tan solo imágenes que me evocan a mí. El paisaje se torna de maravillosos contornos que me llenan de esperanzas, de sensaciones mágicas, que construyen mi presente.

Texto y foto de Juan Manuel Álvarez Romero

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Nuestros amigos

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Todos nuestros amigos
odian a nuestro presidente
pero yo no odio a nuestro presidente:
odio a quienes le votaron.

Todos nuestros amigos
arremeten contra la caja tonta
pero la caja no tiene culpa:
emite lo que piden los tontos.

No. Yo no odio a nuestro presidente
ni odio a la caja tonta.
Odio a nuestros amigos.



Poema de Sergi Puertas
Imagen de Pixabay