domingo, 28 de febrero de 2021

Incendio

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Está ardiendo mi casa, vieja cera,
panal que se deshace lentamente
y deja el frío hueco del ausente,
resplandor de la llama pasajera.

Alcanzado el final de la carrera,
cansada de vivir sólo el presente,
obedezco una voz incandescente
que me conmina a ser lo que no era.

El camino se vuelve a oscurecer
y en mitad de la duda me detengo
aferrada al espectro del ayer.

No puedo discernir si voy o vengo,
si atravieso la luz, y no sé ver
el tiempo que he vivido y que no tengo.

Poema de Carmen Plaza
Imagen de Pixabay

viernes, 26 de febrero de 2021

Cadáver exquisito I

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Cadáver Exquisito es una técnica por medio de la cual se ensamblan colectivamente un conjunto de palabras o imágenes; el resultado es conocido como un cadáver exquisito o cadavre exquis en francés. Es una técnica usada por los surrealistas en 1925, y se basa en un viejo juego de mesa llamado "consecuencias" en el cual los jugadores escribían por turno en una hoja de papel, la doblaban para cubrir parte de la escritura, y después la pasaban al siguiente jugador para otra colaboración. Cada persona sólo puede ver el final de lo que escribió el jugador anterior. El nombre se deriva de una frase que surgió cuando fue jugado por primera vez en francés: « Le cadavre - exquis - boira - le vin - nouveau » (El cadáver exquisito beberá el vino nuevo). 


Iniciamos esta técnica el 06-03-08 con este resultado. Vendrán más.

En el vértice del huidizo olvido
se unen la distancia y la nostalgia,
los lugares deshabitados son de fuego
interno, y rondan por nosotros,
como borracho a la taberna,
como la sed al agua.
Ven aquí y toma mi sombra.
verás que eres necesaria,
como la sed al agua.


Poema de Saray Pavón,  Pedro Luis Ibáñez Lérida y Martín Lucía.
Imagen de Pixabay

miércoles, 24 de febrero de 2021

lunes, 22 de febrero de 2021

Los misterios de la creación

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Se ha hablado mucho sobre este libro, darle vida a algo que carece de ella, la crueldad de la raza humana... y a mí lo único que se me ocurre decir, tras leer Frankenstein, es que le entiendo (a la criatura, quiero decir).

El monstruo fue su creador, no él. ¿Para qué lo creó si luego no se iba a hacer cargo? ¿cambiaría el caso? ¿Y si se le hubiera presentado al mundo científico a esta criatura ya en su momento parlante? Saldría otro manuscrito distinto, claro. Pero lo que me refiero es a... empatizar con él. Ponernos en su lugar: nos crean y abandonan, la gente que nos encuentra no nos da una oportunidad por como somos o creen que somos y encima... nuestro creador se niega a hacer otra persona para que no nos consuma la soledad y pretende que nos lo tomemos bien...

Siempre pensé que el monstruo de Frankenstein tenía un corazón noble que se cargaron a base de porrazos. ¿Cuántos despojos de Frankensteins habrá en el mundo?

Hace tiempo di esa opinión tras la lectura de esta obra pero no me adentré en su contexto y sinopsis. Así que allá vamos. Muchos sabréis que este libro surgió en un concurso literario propuesto por Lord Byron a sus amigos. Que Frankenstein o el moderno Prometeo, o simplemente Frankenstein, es una obra literaria de la escritora inglesa Mary Shelley que pertenece al género ciencia ficción. Fue publicado anónimamente el 11 de marzo de 1818 y enmarcado en la tradición de la novela gótica. El texto recoge temas como la moral científica, la creación y destrucción de vida y el atrevimiento de la humanidad en su relación con Dios.

Mary Shelley nació en Londres el 30 de agosto de 1797. Sus padres eran el pensador William Godwin y Mary Wollstonecraft, una feminista pionera que falleció pocos días después del parto. Así que Mary creció en un ambiente culto, pero su padre dejó su educación en manos de su segunda esposa: una mujer conservadora que no compartía las teorías de su marido, por lo que su educación fué similar a la de otras muchachas de su época. 

Se piensa que los experimentos del italiano Luigi Galvani, en 1780, influyeron en la creación del relato. En sus ensayos provocaba convulsiones musculares en ranas muertas mediante descargas eléctricas. Su discípulo y sobrino, Giovanni Aldini, continuó estos experimentos "galvánicos". En 1803, Aldini llegó a Londres y realizó una espectacular demostración sobre el cadáver de un criminal que había sido ejecutado. Ante una nutrida audiencia, Aldini aplicó a distintas partes del cuerpo varillas conectadas a una pila de cinc, provocando fuertes contracciones. Una crónica explicaba que al tocar la cara del muerto "las mandíbulas empezaron a temblar y un ojo se abrió". La pretensión no era resucitar a una persona, pero esa chispa pudo inspirar a Mary Shelley.

Ella afirmó que obtuvo la idea de un sueño. Se encontraba en un momento de bloqueo y era incapaz de tener tejer una historia de fantasmas, hasta que tuvo un sueño. En la introducción a la edición de Frankenstein de 1831 describió la visión de la siguiente manera: “Vi al estudiante pálido de las artes no aceptadas arrodillarse junto a lo que él había reunido. Vi el fantasma espantoso de un hombre estirado, y luego, con el funcionamiento de algún motor poderoso, mostrar signos de vida... Duerme; pero está despierto; abre los ojos; he aquí una cosa horrible que está junto a su cama, abriendo sus cortinas y mirándolo con ojos amarillos, acuosos, pero especulativos". Entonces Mary abrió los ojos y se dio cuenta de que había encontrado su historia. "Lo que me aterrorizó aterrorizará a los demás", pensó. Se puso a escribir sobre ello al día siguiente.

La novela cuenta la historia de un científico suizo, el doctor Victor Frankenstein, que tras asistir a las lecciones de un profesor de la Universidad de Ingolstadt, en Baviera, que expone los últimos avances de la ciencia, decide que él irá todavía más lejos. Abriré un nuevo camino, exploraré poderes desconocidos y desvelaré al mundo los misterios más profundos de la creación. Frankenstein se pone a estudiar febrilmente la anatomía animal y los procesos de generación y corrupción, hasta que un día recibe una iluminación que lo hace descubrir la causa de la generación y la vida y lo convence de que era capaz de infundir vida sobre un cuerpo inanimado.

Durante casi dos años, Frankenstein realiza misteriosos experimentos en una buhardilla que usa como laboratorio. Con distintas partes de cadáveres que recoge en las salas de disección y de animales que encuentra en mataderos forma un cuerpo humano de gran envergadura (2,40 metros de altura). Usando seguramente una pila como la inventada por Alessandro Volta hacia 1800, le aplica impulsos eléctricos para intentar darle vida. Finalmente, una lluviosa noche de noviembre, a la tenue luz de una candela, Frankenstein ve como su monstruo abre un ojo y empieza a respirar. Se marcha horrorizado y cuando vuelve la Criatura –tal es el nombre que da a su creación– ha desaparecido. A partir de aquí se desarrolla una intriga novelesca en la que el nuevo ser experimenta la soledad y la hostilidad de los hombres, mata sin querer a un niño y desafía a su creador.

Podemos encontrar hasta tres ediciones de la obra: la original de 1817, la modificada de 1818 con la ayuda de Percy Shelley, y la reescrita en 1831. La edición original se muestra más descarnada y dura.

El monstruo de Frankenstein ha inspirado más de 90 películas. La primera data del 1910, el productor Thomas Edison rodó un rollo de 15 minutos de Frankenstein, convirtiéndose en una de las primeras películas de terror. El metraje se creía perdido hasta que fue redescubierto en la década de 1950. Se estrenó originalmente el 18 de marzo de 1910. Puedes verla aquí.

La versión cinematográfica de 1931, con Boris Karloff encarnando al personaje, fue la primera que retrató al monstruo con tuercas, puntos de sutura y una cabeza plana. Esta es la figura con la que más personas se sienten familiarizados, pero no es como se describe en el libro. El monstruo original es descrito con "cabello suelto, piel amarilla casi translúcida, ojos brillantes y labios negros". La última, Victor Frankenstein, es del 2015 y está protagonizada por James McAvoy y Daniel Radcliffe.


Camiseta realizada en LaMoska

sábado, 20 de febrero de 2021

Necesito

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¿Necesito acaso un cuerpo
dentro de mi cuerpo?

no digo un pedazo de cuerpo
sino un cuerpo.
solo crecen en mí las plagas
y las lluvias.

jamás un cuerpo.

Tendré que admitir
la renuncia

de aquello que en mí
es un enigma
y no ser nada más
que un cuerpo
desierto y consumido
un cuerpo

que subsiste

en una creencia ficticia
de existir más allá

de su morir
permanente.



Frase de Andrea Aguirre  (Buenos Aires 1980)
Imagen de Pixabay

jueves, 18 de febrero de 2021

El sentir al incompleto

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El sentir al incompleto, de forma superficial, sin apenas rozar con las yemas de los dedos la fina capa que separa la verdad. De que sirve sentir si es a medias tintas, en una vida efímera, fugaz, que nos puede dar años, días o minutos sin que tan siquiera nos percatemos de ello. Perdemos intensidad con prefijos que nos hacen sentir menos aturdidos en la sociedad, con el "yo soy..." añadiendo una etiqueta a todo, por miedo a no ser nada quizás, bueno, a no ser nada de lo conocido, a no encajar, al rechazo. Así, acabamos reprimidos por nuestros miedos, sin haber exprimido cada minuto dando nuesta esencia al mundo. Todo se vuelve egoísta a nuestro alrededor, posiblemente por privarnos a nosotros mismos de lo que necesitamos. Exigimos lo que no damos, y todo se vuelve una espiral en un sueño repetitivo, ansiedades, depresiones, miedo al futuro miedo al que pasará... El humano intenta extingir su propia especie, con un veneno casi imperceptible en el caos, peor que cualquier enfermedad.

 

Texto de Andréa Rodríguez
Imagen de Pixabay

martes, 16 de febrero de 2021

Literatura

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Los pisos praguenses en que vivió Franz Kafka, y sus corbatas negras y sus sombreros y sus zapatos. El pelo enjuto de James Joyce, cuya mano quemó Dublín. Los amantes de Luis Cernuda, riéndose a sus espaldas. La esposa de Shakespeare, vieja y adúltera. Los ojos verdes y estrábicos de la enfermera jefe de la clínica en que murió Nietzsche. La mano de mujer que cogió los botines de piqué de Ramón María del Valle-Inclán y los arrojó por la ventana. La sífilis saltarina que Gustavo Adolfo Bécquer paseó por Madrid. La sífilis idéntica pero paseada por París de Charles Baudelaire. El padrenuestro que reza el fantasma de Rimbaud en una morgue de Marsella y Dios que se hace el sordo. El padrenuestro que reza Jorge Manrique antes de soltar la mano de su padre muerto. La risa de Quevedo mientras evacúa en una esquina de Madrid, en tanto rebota el mundo en su vesícula como una piedra verde. La madre con gota de Flaubert. La autopsia de Larra, su joven cerebelo. La carne de la máscara de Fernando Pessoa. La foto del padre de Dostoievsky en la billetera de Lenin. La cabeza muy grande de Rubén Darío, tan grande como su miedo. Las sopas de ajo que marea todas las noches el Manco de Lepanto con la mano buena mientras se mira con discreción la mano ausente. Los cien kilos secos que Oscar Wilde exhibe por los cafetines de París con orgullo marchito. La mano que aúlla de Pablo Neruda. El cadáver de Cela servido con guarnición de ministros. El gran desfile de la soledad de todos los tiempos, la soledad y sus palabras, la literatura.


Relato de Manuel Vilas
Imagen de Pixabay

domingo, 14 de febrero de 2021

Anuncio por palabras

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a Luis Alberto de Cuenca


Para negocio sin futuro,
es urgente encontrar hombre o mujer
de edad indefinida, consciente, solidario
y experto en soledad.
No importa la presencia.
Que conozca palabras para versos sublimes.
Preferible experiencia de silencio.
No se tendrán en cuenta referencias.
Salario a convenir, será muy poco,
incentivos en caso de suicidio,
y un puesto asegurado en la oficina del olvido.
Absténganse personas con algo que perder o buen futuro.
No llamen por teléfono, no hay nadie.
Escriban sin demora
al primer apartado de correos de la necesidad,
o a cualquier laberinto,
que aparezca en el libro de sus sueños.



Poema de Enrique Gracia Trinidad
Imagen de Pixabay


viernes, 12 de febrero de 2021

Videojuegas y consolos

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Hubo un tiempo… Qué harto estoy de esa frase; del pasado, del afán de mirarnos en un espejo que, más que ayudar, distorsiona. Como en la atracción de feria donde todos nos alegramos de no ser así pero podemos deprimirnos por la posibilidad, remota o no, de que algún día lleguemos a ser súper gordos o muy bajitos. No sé, los números E son muy puñeteros. Antes era todo mejor, antes no había tanta violencia, bla blá antes. Nadie se preocupaba ANTES de si las chicas iban a conciertos de rock o si tocaban en bandas, si les gustaban los cómics o si jugaban a videojuegos.  De lo que sí parecían estar seguros es de que su papel se reducía a seguir como locas a los machotes del pelo largo y enseñar pechuga desde el público, aspirar a ser la novia de un dibujante alocado o admirar a los campeones de los botones. A nadie parecía importarle, pero lo cierto es que ocurría. Ocurría que, quizá que no de forma masiva, podíamos ver a chicas pasando la tarde en las recreativas. Era un hecho invisible, pero había hermanas superando fases que su hermano era incapaz de completar o abatiéndolos en juegos de lucha con la técnica del aporreo aleatorio. El problema era y siempre será hacia quienes dirige sus productos la maquinaria de hacer dinero. Solo había que ver los spots publicitarios en general. Las niñas jamás se lo iban a pasar trepidante con pistolas de agua. En cambio tenían un don natural para cuidar un trozo de plástico bebeforme mientras el niño de al lado miraba asombrado ese portento de la naturaleza sin involucrarse, claro. En el mundo de los videojuegos los esfuerzos por atraer a los futuros machos alfa eran igualmente casposos. Paradójicamente el héroe casi siempre era una montaña de músculos con una metralleta (espada o hacha), algo que por un motivo u otro nos atraía a la hora de sentarnos delante de una pantalla. El cebo era un coche deportivo rojo, un avión de combate con pintura de camuflaje, un fontanero que salva a una princesa vestida de rosa. El error general es creer que el machismo corporativo podría frenarlas en su afán de pasar el rato. Y por suerte hacían uso de ese entretenimiento. Ocurría, lo sé. Porque pasaba a mi alrededor. En mi casa el mando aceptaba todas las manos sin importar raza, sexo o religión. Prestaba juegos a todo el mundo y los demás hacían lo mismo conmigo. Fue una niña quien me pasó uno de los juegos más originales y adictivos a los que le eché la zarpa (Roller Games. Konami, NES. 1990). ¿Estaba mal visto? Sí. ¿Sigue estándolo? Menos, pero sí. Lo que quiero decir es que siempre ha habido jugadoras. Pero antes, que todo era mejor, que era todo más civilizado, se silenciaban y condenaban estos (y otros) hechos. Ahora parece algo más visible su participación y puede que haya más chicas interesadas. Aunque sigue existiendo el problema del target en muchos títulos. Poniendo como ejemplo el rol y los MMRPG (Massively Multiplayer Role Playing Game) el héroe sigue siendo un hipertrófico saco de mala saña y también puede ser un elegante y esbelto ladrón de oscuros ropajes, o un mago de túnicas con un estilazo que ni Versace. Ellas, sean ladronas, guerreras o magas siempre tienen problemas de vestuario y no encuentran nada de su talla, con lo que cacha y pechuga suelen quedar al descubierto. Este es otro tema que debería indignar, de hecho lo hace, aunque para mí no lo suficiente a las jugadoras del mundo. Por lógica o marketing se está viviendo una enorme diversidad en el mundo del entretenimiento virtual y el alcance es más plural. Lo que quiero decir es eso,  que siempre ha habido jugadoras. Y que ahora es más indignante que se ningunee a ese sector del público y que sigamos actuando como si fuera un hecho asombroso y aislado. Lo que en realidad quiero decir es que mi pareja, que es mujer, ha usurpado mi consola (jugando al Fallout 4. Bethseda Games, PS4, XBOX One, PC. 2015) durante meses y ahora no recuerdo como se jugaba al Arkham Knight (Rocksteady Games. PS4, XBOX One, PC. 2015), y por su culpa ahora Batman parece idiota en mis manos.



Texto y fotografía de A. Moreno


miércoles, 10 de febrero de 2021

Saldos

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A la hora del cierre de los supermercados
puedes comprar pescado por la mitad de precio:
boquerones marchitos, bacaladillas tristes,
fogoneros sin lustre (el mero de los pobres),
el atún con su plomo,
con su orquesta sinfónica de metales pesados,
la envenenada panga que viene del Mekong,
la perca que viaja desde el lago Tanzania
en la oscura bodega junto al fusil de asalto,
la tilapia de alberca con su grasa de pollo,
la dorada sin mar, el salmón, su mercurio
maleable en la sopa, desperdicios de rape,
merluza machacada, el surimi, su estela
de viejo bogavante...
A dos euros el kilo, justo antes del cierre,
desde la oxigenada voz que nos recomienda:
«aligeren sus compras».
Desde el merka al salón de la olla podrida,
al comedor pagado con el erario público,
a este hospital de muertos de nuestra clase media.


Frase de Rocío Hernández Triano
Imagen de Pixabay

lunes, 8 de febrero de 2021

Millennium (4)

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Las portadas de la segunda trilogía mantienen el autor (Gino Rubert) y por lo tanto la estética de sus antecesoras. En La chica que soñaba con un bidón de gasolina y una cerilla Gino fue borrado con photoshop de la ilustración, sin embargo en la cuarta entrega permanece su imagen. Comentaba en la reseña de La reina en el palacio de las corrientes de aire que tenía ganas y curiosidad por zambullirme en la continuación y que no era lo mismo leer sabiéndolo como último libro que conociendo su retorno, no obstante aunque se mantengan características de ediciones anteriores, en la lectura nos despedimos, definitivamente, del ritmo y estilo de Larsson. Las esperanzas se esfuman y los guiños a las historias pasadas tampoco mantienen ese cariz que conocíamos. 

No soy muy dada al chismorreo ni a interesarme por la vida de los autores que me gustan, salvo excepciones o información que salta al buscar otra. Justo al terminar la relectura de la saga de Stieg Larsson, A.Moreno me preguntó si sabía en quién habían caído los derechos de dichos tomos tras la muerte del autor y mis hombros se alzaron y mi rostro mostró un 'ni idea'. Y... serendipia: El escritor sueco nunca se casó con Eva Gabrielsson -con la que vivió los últimos 30 años- para protegerla de los peligros de estar vinculada a alguien que investigaba los movimientos de la extrema derecha de su país, pero no haciéndolo la dejó más desprotegida que nunca. Murió de repente y no dejó testamento. Los herederos legales, su padre y su hermano, no quieren darle un duro. Además también encontré que el manuscrito que tenía empezado de la cuarta historia (que no se utiliza en Lo que no te mata te hace más fuerte) son 200 páginas de una sucesión de escenas inconexas, sin hilo argumental marcado, donde Lisbeth Salander se va vengando de todos los que la hicieron daño de un modo u otro, y por cada uno de ellos borra un tatuaje de su cuerpo. Lo ha contado Eva en sus memorias Millenium, Stieg y yo, donde expone también su deseo de continuar la saga, ya que ella misma lo ayudó a escribir la hiperfamosa trilogía, pero las tensiones generadas por el fallo de la herencia dificulta que pueda hacerlo.
Si esperas que Lo que no te mata te hace más fuerte inicie con Lisbeth Salander te quedarás con las ganas. La primera escena nos muestra un mal padre (Frans Balder, un ingeniero informático) que está a punto de dar un giro drástico a su vida para ejercer como un pilar en la de su hijo autista de 8 años de edad. Pese a no haber pronunciado ninguna palabra aún, arma y desmonta complicados puzzles con velocidad. En el siguiente capítulo ya hay algo conocido: un desmejorado Mikael Blomkvist. El auge del periodismo quedó atrás. Pero no es sólo su carrera profesional, sino todo el atractivo que emanaba en su personalidad parece haberse esfumado con las nuevas reflexiones sobre la extraña amistad con Lis. (hay, miedo me da, lo que le haya hecho a ella). 

Los esbozos que van mostrando a WASP distan mucho de la esencia de Salander. Parece que más que leer la trilogía de Stieg Larsson se haya conformado con la adaptación cinematográfica y de ahí ha sacado la base de cada personaje (ya sabéis que las películas, para mí, dejaron mucho que desear). Y mi miedo se confirma cuando aparece: a mis ojos no es más que una muda de piel -ya seca- de una mujer todoterreno. Además fallos de guión, entre otras cosas menciona que su nueva casa está decorada a parches con muebles de IKEA y que se acostó en uno de los muchos dormitorios, cuando el creador de Lis. había dejado claro que amuebló completamente 3 estancias (y una era su estudio-dormitorio) de toda la casa, el resto estaba vacío. 

Son 651 páginas en la edición de Destino (los anteriores eran de booket, edición bolsillo) y le sobran mínimo unas 100 páginas de repeticiones pasadas (no hace falta que expliques el archiconocido pacto que tiene Erica con su marido Greger en el que puede seguir tirándose a Mikael, ni que insistas en describir todo el bagaje de Salander -Zalanchenko, hacker, etc.-) y por lo menos otras 100 de reiteraciones de la historia actual. Reconozco que si no fuese porque tengo los siguientes tomos lo hubiese aparcado y a otra cosa. 

Bien es cierto que después gana interés y que si lo tomas como una novela ajena a la trilogía anterior no está mal pese a lo previsible de la trama (para personas que disfrutan con lo sensacionalista y las películas/literatura más lineal, si bebes del estilo de David Lynch o de Chuck Palaniuhk no te lo recomiendo). El problema sobre todo reside en la comparación... vendría a ser como esperar que la segunda temporada de True Detective esté en la misma categoría que la primera o como cuando un niño espera un muñeco original y le regalan la versión barata. No me entusiasma pese a enlazar el cosmos (agujeros negros, singularidades, etc.) con el hacking y la inteligencia artificial. 

Las partes que constituyen la novela tienen fragmentos sobre números primos, criptografía y otras pistas de lo que va a destejerse en la trama. En un momento dado aparece una frase de Nietzsche: Was mich nicht umbringt, macth mich stärker (lo que no me mata me hace más fuerte) enlazando así la parte de misógina del autor de esa premisa con la de Alexander Zalanchenko. Y ya sabemos que Lisbeth es la que odia a los hombres que odian a las mujeres, sin embargo su hermana gemela, Camilla (que ha sido mencionada en varios momentos previos por Larsson), siente afinidad por este. Anteriormente se encuentra siempre desaparecida y en guerra contra su hermana por sus personalidades opuestas. Ahora descubrimos que fue la instigadora de las desgracias escolares de Lis., haciendo uso de su belleza manipulativa, y otros detalles que no desvelaré para no hacer spoiler. Éstos imanes opuestos agitan un cóctel, ya de por sí bastante explosivo, mientras se acercan. 

Sí ya Larsson nos mostraba de dónde venía la fortaleza y identidad de Salander, en esta entrega David nos estrujará las patatas y nos dará la papilla. En esta ocasión Palmgren, coincidiendo con otros que la investigan, relaciona a Lisbeth con la avispa de Marvel, no obstante en ese terreno no puedo pronunciarme puesto a que no he leído ningún cómic del personaje. Pero, reitero, conforme avanzan las páginas mejora la acción. Y aunque resuelva algunos asuntillos lo importante se queda para la continuación. Si quieres saber qué sucede tendrás que explorar El hombre que perseguía su sombra

Resumiendo: si lo tomas como gente ajena (con los mismos nombres que una potente trilogía que has leído previamente) te puede enganchar y/o hacer pasar una lectura agradable; si no logras disociarla te chocarán y rechinarán un montón de detalles que cambian la esencia de los personajes. Personalmente si no tuviese ya los ejemplares siguientes abandonaría la saga. 


Imagen principal: portada del libro
Reseña e ilustración de Saray Pavón

sábado, 6 de febrero de 2021

Los galeotes de la escritura (frente al teclado del ordenador)

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Perdía el galeote la cadencia, se movía al trantrán, mostraba flojera y enseguida le hacían sentir el escozor del rebenque en el lomo. 

¿Cómo se puede azuzar a alguien que escribe? Eso sí, con una condición, tal vez las más obvia: sin destruir sus frases, sus versos. 

Si quieres escribir sin parar y ser víctima del texto, en The Most Dangerous Writing App eres látigo, eres víctima, salvador y verdugo. Se trata de jugar a ser un galeote por unos minutos, remando para evitar destruir tus frases y versos, para entrenar el duende, la musa, el pepito grillo. Incluso perdiendo el ritmo no habrá cicatrices en la espalda, ya sabemos contentarnos diciendo que será bello precisamente por ser efímero, al menos, hasta que inventemos los bocadillos de inmortadela.

 

Texto de Mario Tornillo
Imagen capturada de https://www.themostdangerouswritingapp.com/

jueves, 4 de febrero de 2021

martes, 2 de febrero de 2021

100 metros valla

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Era perfecta de lejos
y tras cruzar a su lado
y escucharla chillar a través de su Nokia
ya solamente pude ver en ella
a una cretina verborréica.

Empachado de desagrado la rebasé, proseguí mi camino:
De nuevo interponiéndose entre el coño y yo:
La persona.



Poema de Sergi Puertas
Imagen de Pixabay