jueves, 20 de octubre de 2016

Palabras-puertas

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Vídeos utilizados de Benya Acame.
Montaje, texto y narración: Saray Pavón.

Había algo dubitativo, un arrastrar de botines y, caminando, me llevaron mis pies hasta tus palabras. Me quedé mirándolas desde fuera hasta que me di cuenta de que eran palabras-puertas y podía ir más allá del umbral. Entonces, sin miedo, agarré el pomo y me adentré en ellas. Por eso paso a paso he ido leyendo tus poemas. Los he observado y me sumergido en ellos. Ahora, ante la brevedad del tiempo, escribo un esbozo de algo que quedará latiendo en la muñeca. Simplemente para que me sepas en estas cuatro paredes planas, en estas habitaciones llenas de poesía donde la vida es la constante marea y los días de calma.

Hay muchos modos de recorrer los caminos en este mundo no-metafísico. Una sucesión de altibajos, largas horas de sacudidas, el silencio, la paz... Yo a veces me siento como si estuviese recitando ideas sueltas en Hyde Park Corner, hablando conmigo misma rítmicamente. Entonces a veces mi cabeza se esclarece momentáneamente y tengo palabras-puertas, aunque siempre haya una baraja amplia de posibilidades de interpretación, porque todo es abstracto, viajes sin sustancias psicotrópicas, dedos que caminan por la suavidad de un cuerpo, casualidades entrecortadas por la puerta de una habitación sin pestillo. El mundo está lleno de dualidades, pero no hay miedo.

Creo que las pequeñas manías son las que definen el carácter y yo estoy llena de ellas. El paso del tiempo… resuena como pisadas y aumenta el cansancio de mis parpadeos. Pero he optado por descoser la pena y tristeza de mi voz. No quería que mi tendedero estuviese lleno de máscaras, así que abrí una bolsa de basura y comencé a llenarlas de sentimientos engrilletados que amordazaban mi alma. Quería sentirme libre, como tú, y romper la crisálida para que pudiesen pasar por el umbral. Me ericé un momento, pero ya no tengo miedo. Ahora puedo formar nuevos conceptos aunque la substancia de mi cerebro se esté secando porque me pillé una borrachera, me desollé las manos, codo y cadera, entré en el servicio equivocado y le sonreí al hombre que me miraba desconcertado. Ya ves, el paso de los golpes desdibuja, pero siempre puedes perdonarte a ti misma y las venas satélites permanecen sujetas con elásticos. Son invisibilidades que se repiten cada cierto tiempo. Antes teníamos ojeras de leche y cuando se cayeron, vinieron las permanentes e intensas producidas por el insomnio y el estrés que en el trayecto nos vamos encontrando. Quizás por eso hoy me sentía fea o porque había perdido mi corazón y tuve que pintarlo en un cuaderno. Para no pensar en ello me entretuve viendo de nuevo tus vídeos y, en ese centelleo de esperanza artística, comencé a escribir un texto tan largo que he tenido que recitar con rapidez para que no comenzase el ruido del ordenador y pudieras entenderme, porque lo mío parece a veces que son escritos de ruidos y frigoríficos. Sé que a muchos le falta el punto de sal, pero suelo ser tacaña a la hora de escribir porque creo que, al final, todo reside en media docenas de palabras. El resto no dice nada o quizás demasiado. Pero, resumiendo. había un arrastrar de botines y, caminando, me llevaron mis pies hasta tus palabras.

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