martes, 29 de octubre de 2019

Envejecer es olvidar palabras

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Envejecer es olvidar palabras. Uno se olvida de recreo, comba, patio, olas, saltos...

Ocurre cuando menos te lo esperas. Un día estás tan metido en comprobar quién te ha enviado un mensaje al móvil, o si te han pasado el último recibo en la app del banco que te olvidas de lo que era saltar las olas y disfrutar. Ves como Nuki, un hada caníbal, lo hace y te sientes muy lejos de todo y sin sentido. Sufres un dolor líquido en la cabeza, como cuando te entra agua en el oído, y al momento te ves dentro de una película en un idioma que no entiendes. Para asegurarte que sigues siendo real vuelves a comprobar el sinsentido de los mensajes y los recibos.

Yo cerré los ojos al darme cuenta de que había olvidado palabras que ya habían escapado de mí y a las que ahora echaba de menos. Los cerré tan fuerte que se me abrieron sin querer y me encontré con un paisaje minusválido, como alienígena.

Fingí reírme pero me salió una mueca terrorífica.

La gente que había cerca me miró de forma extraña desviando un momento su mirada de las pantallas táctiles. Yo percibía que a ellos también se les habían olvidado un montón de palabras que revoloteaban alrededor de nuestras cabezas formando frases como 'perder el tiempo', 'cosquillas en los pies' y 'aburrirse y no hacer nada'.

Los demás no parecían ser conscientes de este vuelo indiferente de las palabras. Todos parecíamos preocupados por cosas urgentes como nacionalidad, elecciones, banderas, mítines...

Me fijé que la gente nos movíamos de modo extraño, silencioso, como amputados de algo interno, no sé si de recuerdos o de intenciones.

La palabras perdidas hacían que la realidad fuese más oscura y estrecha, de colores apagados. Al fijarme en el aspecto físico de los demás me daba cuenta de que quizás esas palabras perdidas iban hundiendo algo la frente, arrugando los párpados o provocando, al echar a volar olvidadas, la rigidez en las sonrisas. Tal vez fuesen la causa de la caída del pelo. Qué sé yo.

Redescubrí ese día muchas palabras que creía perdidas. Tal vez rejuvenecí. La sensación fue como la de recuperar la movilidad y la sensibilidad de un miembro dormido, una pierna o un brazo, qué más da. Esas palabras fueron mías y volvía, al recuperarlas por fin, a ser un poco más yo.



Texto de A. Ramírez 
Imagen de Pixabay

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