miércoles, 21 de noviembre de 2018

El viejo teléfono público

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El viejo teléfono público, casi derretido por el óxido y el salitre del mar le llamó la atención. Debía estar ahí para recordar momentos de otro tiempo, a modo de museo urbano, de cuando todo parecía más pequeño. ¿Qué sentido tendría que siguiese allí si no?

Al momento recordó una canción de Mecano de 1982. Aquella del teléfono, en la cara B del vinilo: "que alguien me venga a salvar...254.13.26...marco tú teléfono una y otra vez. No lo coge, no lo coge, no lo coge nadie... dónde estás maldita, ponte de una vez."

Como Edward D. Malone en "El mundo perdido" pensó que todos, alguna vez, "estamos rodeados de heroísmos" y que algo se nos puede pegar. Respiró hondo y se dijo: -"Brindemos por otros mundos". A ella, fuese quien fuese ella, le resultaría inaguantable esa expresión que aludía a sentimientos ya pasados de moda. ¿Cogería esta vez el teléfono?

Marcó los números de la canción en el teclado del viejo teléfono público. Algunas teclas estaban atascadas y realmente costó presionarlas. Y así como ocurren las cosas importantes, ya sabéis, en un momento y para siempre, desapareció de la realidad en la que le había tocado vivir hasta entonces.

En seguida apareció como en otro mundo. Una chica, ¿sería ella?, se volvía al instante al ruido de un chasquido que ya se apagaba. Él comprobó con alegría que, a la vista de ese rostro, un nombre ya olvidado le bajaba de la memoria, rasgando la niebla de los recuerdos de otro tiempo, donde zozobraban perfiles que hasta ahora habían estado enterrados, de cuando todo parecía más pequeño: -“Brindemos por otros mundos”.



Microrrelato de A. Ramírez
Imagen de Pixabay 

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