sábado, 25 de marzo de 2023

Gnosticismo audiovisual

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Dicen que ya está todo inventado, que la originalidad es cuestión de enfoque más que de contenido, y ciertamente, el séptimo arte nos ha dado muchas muestras de ello. Ya no sólo porque la mayoría de blockbusters que se estrenan en las salas de cine sean adaptaciones de obras pertenecientes a otros formatos (videojuegos, comics, novelas, juegos de mesa...), o bien secuelas, remakes o reboots de algo ya visto, sino también porque, incluso cuando se trata de obras originales, responden a un patrón, una plantilla prediseñada para producir en cadena sin complicarse demasiado. Hasta hace unas décadas los guionistas de Hollywood recurrían a la fórmula del viaje de héroe, elaborada por Joseph Campbell (Christopher Vogler realizó una interesante disertación en su ensayo El Viaje del Escritor), inspirada en los lugares comunes presentes en diversas mitologías de la antigüedad. Todavía sigue siendo una herramienta útil para aquellos escritores cuya seguridad flaquea a la hora de enfrentarse a una hoja en blanco. Sin embargo, cada vez es más frecuente encontrar historias que siguen un patrón distinto, apelando a la mitología de forma mucho más evidente: el gnosticismo. Hay quien incluso quiere ver en esto una intención subliminal como parte de algún malévolo plan esotérico (si os gusta el humor no pretendido os recomiendo visitar el blog Ritual y Propaganda del conspiranoico Jhon Kbn, no tiene desperdicio). Yo, sencillamente, lo achaco a la falta de originalidad en Hollywood. Y es que multitud de títulos conocidos de la ciencia ficción, como Blade Runner, Ex Machina  y Oblivion, parten de esta fórmula.

Pero, ¿qué es el gnosticismo? Se trata de una corriente filosófica y religiosa que busca la iluminación desde el interior de cada individuo, y que parte de una ingeniosa vuelta de tuerca del judeocristianismo tradicional. Aquí Satán y Lucifer, dos figuras que siempre hemos considerado sinónimas, son entidades diferentes. De hecho, con quien se identifica al primero es con el Dios de las religiones monoteístas. Sé que parece lioso, pero os explicaré brevemente la historia.
Que no cunda el pánico, en el gnosticismo sí que existe un Dios Supremo. De hecho, igual que en el judeocristianismo, al principio sólo estaba Él en el Mundo Espiritual, hasta que se aburrió de la nada y le dio por crear algo. Pero he aquí la diferencia: no creó el Universo (el Mundo Físico) sino a su hija Sofía, que representa la Sabiduría. Ésta a su vez creó a los ángeles, y fueron ellos quienes, siguiendo las indicaciones de su "madre", crearon el Mundo Físico. ¿Mareados? Pues no os preocupéis, que esto no ha hecho más que empezar. En el gnosticismo, las relaciones sexuales se consideran una forma de ascender espiritualmente, y los ángeles querían tema con su creadora. Al ser rechazados, se desató una rebelión liderada por el ángel Satán, que acabó con Sofía junto con los ángeles Adán y Eva desterrados en el Mundo Físico, olvidando su origen divino y permaneciendo prisioneros en cuerpos de carne y hueso. Satán pasó, entonces, a convertirse en un Demiurgo, un falso Dios, con el fin de mantener sometida a Sofía. Los descendientes de Adán y Eva, es decir, los humanos, empezaron a multiplicarse, y es entonces cuando aparece en la historia Lucifer, el cual, junto a sus ángeles caídos, intervino en la Tierra para recordarnos cuál es nuestra verdadera naturaleza. Gracias a la iluminación de Lucifer, Sofía consiguió finalmente liberarse de su prisión y volver a ocupar el sitio que le correspondía en el Mundo Espiritual.

Una fumada muy gorda, ¿verdad? Pues, aunque no lo creáis, esta misma historia es la que no están contando una y otra vez en el cine y la televisión. Por si no me creéis, a modo de ejemplo, os indicaré las alegorías que podéis encontrar en la primera temporada de la serie Westworld, que para más inri, está basada en la película Almas De Metal, dirigida en 1973 por Michael Crichton. En el caso de que no hayáis visto la serie, os recomiendo dejar de leer en a partir de este punto, si es que no lo habéis hecho antes.

Desde el primer episodio de Westworld nos queda claro que el personaje de Dolores (Evan Rachel Wood) va a ser nuestra Sofía. No sabemos qué es exactamente, pero podemos apreciar que encierra algo en su “alma de metal”. El dueño y señor del parque es Robert Ford (Anthony Hopkins), quien lo dirige a su antojo, aunque no es el verdadero creador. Tenemos aquí la figura del Demiurgo. Aparece entonces el pistolero negro, ese misterioso personaje interpretado por Ed Harris, que viene a ser un Lucifer muy malote que pretende jugar al Laberinto, un subnivel escondido por el auténtico Creador del parque y que podría poner fin al reinado del Demiurgo. Aunque cruel, la interacción del pistolero negro con Maeve Millay (Thandie Newton) genera un trauma en ésta que hace que empiece a salirse de su programación y a actuar por libre. Aquí Millay representaría a la humanidad, sería nuestra Eva que prueba la fruta prohibida del Árbol del Discernimiento entre el Bien y del Mal y, después de eso, incita a Adán, a quien vemos representado como Hector Escaton (Rodrigo Santoro).  Finalmente, tras una serie de circunstancias, el alzamiento de Maeve Millay hace posible que Dolores, “hija” de Andrew, el verdadero Creador, acabe expulsando al Demiurgo con un balazo en la cabeza.

Como veis, al igual que el viaje del héroe, la fórmula del gnosticismo tiene sus variables, pero en esencia, la historia es la misma. Un megalómano que mantiene sometida a Sofía (sea ésta un personaje masculino o femenino, o simplemente un concepto abstracto), una o varias figuras que parecen corrientes pero que tienen en sus manos el poder de cambiar las cosas, y un rebelde que actúa como detonante para derrocar al tirano. Me resulta curioso ver a Ed Harris interpretar a Lucifer cuando, al menos en dos ocasiones, ha jugado el papel de Demiurgo: en El Show de Truman y en Snowpiercer (Rompenieves). ¿Cuántas otras versiones de este mito nos quedarán por ver todavía? Por desgracia, en Hollywood hay demasiada gente que se guía por una máxima: si algo funciona, repítelo hasta la saciedad o, al menos, hasta que deje de ser rentable.

Texto de Román Pinazo
Imagen propiedad de HBO extraída de Fotogramas


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