de la enfermera que me pincha el dedo
y lo aprieta hasta sacarme la última
gota de sangre.
Me pregunto si llevará pintados
los labios de rojo tras la mascarilla,
si sabrá besar en la frente o pronunciar
exitus.
Huele a gel hidroalcohólico y tiene
casi tanto miedo como yo,
un lazo negro en el uniforme blanco
y los resultados de nuestros tests.
Mañana podría tocarle a ella,
pienso.
Coronas de flores frescas
acompañarían su ataúd
y una compañera de facultad
la reemplazaría al día siguiente.
Así, como si nada.
Como si la vida
mañana podría tocarle a ella
lo mismo que podría tocarme a mí.
Poema de Begoña M. Rueda
Imagen de Pixabay
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