lunes, 22 de noviembre de 2021

El lector ansioso

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El lector ansioso lee salteado.
Impaciente por saber lo que viene después, apunta a las bisagras del relato y trata de adivinar a golpe de vista cuáles pueden ser los párrafos superfluos.
El prólogo es lo primero que la gente decide no leer. Quizás no les falta razón. En los tiempos que corren, parece que las cosas no se deciden nunca a empezar. Siempre hay un paso previo, un telón, un discurso, una publicidad, un himno.
Las películas se demoran en interminables escudos y logotipos de estudios. Las conversaciones de negocios exigen que antes de comprar una mina de cobre haya que comentar durante al menos una hora las más aburridas bagatelas del momento.
Hago estas afirmaciones sabiendo que ya somos pocos: el batallón más numeroso de lectores anda tal vez por el segundo capítulo.
Sin embargo, creo que el preludio puede tener alguna utilidad. Acaso sirve para que el lector vaya acomodando su espíritu, para que sepa lo que se espera de él y para que no llegue a la obra vestido con ropas inadecuadas.
En este caso hay que prepararse para ser dichoso.


Del prólogo de ¿Por qué los mayores construyen los columpios siempre
encima de un charco? de Luis Piedrahita, por Alejandro Dolina.
Imagen de Pixabay.

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