jueves, 30 de abril de 2020

¿Y ahora qué?

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Las cuestiones más existenciales no tienen por qué surgir de las obras más sesudas para los paladares más gourmets. A veces, no muchas, tienen lugar en una comedia. Sí, una comedia. Tan al borde del humor que a veces nos hace llorar. Con After Life nos vienen a la mente estas preguntas filosóficas tan recurrentes en el ser humano.

¿De dónde venimos? Pues de una primera temporada magnífica que parecía imposible de superar. Incómoda a veces, dura otras tantas, divertida siempre. En ella nos presentan a unos personajes brillantemente escritos, encabezados por el propio creador de la serie, Tony: un hombre que pierde a su esposa en las garras del cáncer. Un hombre al que, aparentemente ya no le queda nada en la vida a pesar de que su propia compañera, mediante videos grabados durante su convalecencia, le explica de una forma endiabladamente tierna y realista lo que debe hacer para no caer en ese pozo en el que está hasta el cuello. Su sistema de defensa, muy habitual en la vida real, es cagarse en todo y odiar al prójimo porque sí. Se convierte en un ser huraño, agrio y desesperante para quienes le rodean. Pero lo realmente genial del personaje es que siempre fue así, solo que afable y desternillante como pocos. Su sentido del humor, por lo que se ve en los videos antiguos que revisa, es ácido, mordaz y casi ilimitado (una representación del verdadero Ricky Gervais). Sin embargo, tras la tragedia, lo convierte en un arma para los demás y para sí mismo, pasando de transgredir a herir. Aunque gracias al resto del elenco se va suavizando y comprendiendo que nadie tiene la culpa de su desgracia. Su balsa es Anne, una señora en el otoño de su vida con la que comparte duelo. Las conversaciones en el banco del cementerio son oro. Su misión, volver a ser la persona que era y abrirse a la posibilidad de rehacer su vida, tal vez con Emma, la cuidadora de su padre enfermo de alzhéimer.

¿Cuál es el sentido de nuestra existencia? Disfrutar la segunda temporada en la que el enorme Ricky y su no menos gigante equipo lo ha vuelto a hacer. Es tan genial como la primera, todos los personajes van evolucionando de alguna manera y volvemos a experimentar esa extraña sensación de estar riendo y de pronto sentir encogerse el corazón con ayuda de un solo plano. Te admiro y te odio a partes iguales, maldito. Es capaz, además, de sacar petróleo humorístico de cualquier situación. Vedla, regocijaros con el momentazo que surge mientras Tony hace recordar a su padre quién es él y sabréis de lo que hablo.

Y por último: ¿hacia dónde vamos? Francamente, espero que hacia una tercera temporada que continúe con el listón así de alto. Prepararemos los pañuelos y esperaremos pacientemente a que regrese, porque los 10 episodios cayeron prácticamente de una sentada.

Texto de A. Moreno
Imagen obtenida de www.entertainment-focus.com

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