Hay momentos que nos sentimos paralizados, lejos del estancamiento, de la espera impaciente o del miedo efecto petrificador. Vemos como todo se mueve acompasado a nuestro cuerpo, como si el aire fuese de la densidad del agua de la piscina en la que aprendimos a no ahogarnos. Hay momentos que se olvidan su reloj en la mesilla y se visten con babuchas hasta para andar por la calle. Esos fragmentos de vida se llaman los no-tiempos.
Texto e imagen: Saray Pavón
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