jueves, 18 de abril de 2019

Los Viajes Inmóviles

0

Con el fin de sumergirme en el más profundo “yo” en una necesidad casi infranqueable de introspección, durante los últimos años, metía mi culo en el coche y huía lejos, muy lejos... enseguida, sacaba el disco de su carátula, suspiraba antes de reproducirlo y, me echaba a soñar.

Una brisa con las ventanillas cerradas recorre mi cuerpo, al reconocer esos primeros acordes de la mano de Moisés P. Sánchez, que enseguida se convierte en un crescendo de latidos que me envuelve en dosis cada vez más intensas de energía, con lo que es hacer poesía para Nach

De pronto se para el tiempo. Una profunda sensación de angustia invade mis adentros. Me llaman. Una voz serena, segura, a veces sola y otras con ternura, asentada en mis pensamientos; sé que habla de él, pero siento como si hablara yo. Pero yo, ya hace tiempo que escapé de mi triste cuerpo para entrar en un lugar mucho más hondo de mí mismo. Hasta que esa calma se rompe con la inquietante melodía de Hándicaps, no para salir de ahí, sino para remover un nuevo recoveco de mi mente. La frustración de lo que es, de lo que hay ahí fuera. Un baile entre mis pulsaciones y mis ojos que, sin mirar a ninguna parte, representan en una coreografía la más pura entropía estenografiada. 

Hace ya mucho rato que dejó de tener sentido la palabra tiempo; ahora lo pierde definitivamente con Tiempo, dame tiempo. Siento que lo conozco. Siento que me conoce y me burla. Empiezo a entender el tiempo como si yo no estuviera dentro de él. Y la brisa sigue. Mis ojos ya no sé si están abiertos o cerrados. Brainwash. Mi cuerpo expresa tiritones de la crítica. Como un ataque epiléptico que invade mi alma y mis músculos lo manifiestan, aunque yo siga en ese estado inmóvil, donde solo hay sentimientos, pensamientos y poesía. Mas de repente, algo cambia. Lo estoy intentando. La inmensidad de mi ser se hace visible, entremezclado con la paz más puramente animal que tengo, que me hace amar mi mundo. La energía de un viejo que renace, que sabe de la vida, que entiende cada pequeño detalle de lo que importa. Da igual la edad que tenga o quien sea; sonrío con esa viva energía creciendo en mi pecho. 

Interludio: un nuevo anochecer. Un breve suspiro de melodías que calman la alborotada locura de mis emociones. Acaba la quietud y empieza la angustia en el escenario de Tercer mundo, un juicio de depresión e impotencia. La agonía de una utopía que necesita exteriorizarse, y expresar la hartura de lo que hay. Mis labios están tristes y mis párpados caídos. Cuando de repente, mi cuerpo intenta salir de ese asiento en que ya no me acordaba estaba sentado. Me pregunto Qué soy, al compás que Nach me dice qué es él, y sigo en la inopia imaginando cada elemento de mi ser lejos de mí… Comienza a sonar aquella armonía de acordes que, sin más me anticipan lo que viene, Te vi pasar, una emoción tan intensa de la que no soy capaz de hablar. Ese instante eterno pasa, y una lluvia de colores y fondo negro de pasarela despierta mi pensamiento. La calle es un zooilógico, me trae verdad y sátira, comedia y realidad, sonrisas y filosofía. 

Donde descansa la esperanza se convierte para mí en un camino bisectriz, entre lo profundo del sueño del que vengo y la realidad que, quiera o no, sigue ahí y, yo pertenezco a ella. Además, ahora soy un nuevo yo, hasta que vuelva a huir y me sumerja de nuevo en lo íntimo y reflexivo de este viaje inmóvil. Busco palabras que expresen lo que fui, lo que viví, busco palabras que no tengan miedo de mí. Busco palabras que hablen y me hagan olvidar el silencio.


Reseña de Jesús Paluzo
Imagen de Nach


0 críticas :

Publicar un comentario