martes, 26 de febrero de 2019

Error fatal

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Alargué el brazo para comprobar si aún seguía allí, bajo el agua. El frío no parecía afectarme, me había vuelto insensible, o tal vez el temor a ser descubierto en aquella situación elevaba la cantidad de adrenalina en mi sangre de tal forma que me otorgaba la sensación de estar envuelto en una piel de oso. El otro aspecto desagradable era el hedor de aquellas aguas putrefactas. Hacía todo lo posible por no pensar en ello y, como aquellos enfermos que se evaden del dolor proyectando imágenes en su cabeza, yo plasmé en la mía la reacción de los más allegados al averiguar lo que había hecho. Lo más increíble para mí mismo fue el hecho de haberme arrepentido al instante, como si me hubiese agradado haberlo tenido en mi mano. Arrojar un cadáver al río… eso habría sido mucho más comprensible para todos que perder la alianza en el desagüe del inodoro el día de la boda.


Texto e imagen de A. Moreno 


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