martes, 17 de abril de 2018

Santos motores

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Monsieur Oscar (Denis Lavant) es recogido por su chófer Céline (Edith Scob), quien lo lleva por París en su limusina/camerino realizando diversas paradas, nueve para ser exactos. En cada una de ellas, monsieur Oscar interpreta un papel distinto, adoptando registros diferentes y explorando, en mayor o menor medida, todos los géneros cinematográficos. No parece haber público, ni cámaras, ni siquiera un porqué... sólo están él y la belleza del acto.

Ya desde que leí los primeros anuncios sobre ella, Holy Motors había captado mi interés. Pero su estreno fue tan limitado en España que nunca tuve el placer (ahora sé que lo hubiera sido) de verla en una sala de cine. No obstante, tras una época de vacas muy flacas, empecé a tener algo de holgura económica y eso me dio para empezar a concederme algún que otro capricho. Un día, paseando por la sección de blu-rays de la FNAC, encontré esa llamativa caja verde con letras en plateado. Era ella, Holy Motors. Y como, por entonces, cierta politicucha había dicho que los jóvenes españoles teníamos espíritu aventurero, decidí llevármela a casa sin haberla visto antes ni saber si me gustaría.


No os voy a engañar. Una vez pulsé play y me puse cómodo en el sofá, sentí cierto temor durante los primeros minutos. ¿Qué puñetas acababa de comprar? ¿De qué iba esto? Pero poco a poco la vista se me fue acostumbrando a la ausencia de respuestas, y pude sumergirme en esa historia compuesta por retazos de muchas otras. Como la define el propio director, Leos Carax, es una película para disfrutarla, no para ser comprendida.


Hubiera sido fácil apoyarse sobre una base más o menos lógica, accesible para el público mayoritario. Tal vez, la tragedia de un millonario que descubre que padece una enfermedad terminal, y que, al darse cuenta de que ha desperdiciado su vida, siempre dedicada a los negocios y no a la felicidad, decide invertir su inmensa fortuna en construir ese tinglado que le permita experimentar todo tipo de situaciones y así, quizá, sentir que su paso por el mundo ha merecido la pena. Insisto, hubiera sido muy fácil, pero sencillamente no era necesario.

Pese a carecer de una referencia clara que te ayude a ubicarte para desarrollar empatía por el personaje, tanto en la historia central como en las múltiples subtramas que suponen cada una de las "citas" de monsieur Oscar, todas ellas presentadas in media res sin principio ni final, Holy Motors consigue transmitir muy bien las emociones que dominan las diferentes escenas.

La intervención de Kylie Minogue en el interior en ruinas del mítico edificio Samaritaine, además de contar con una canción muy pegadiza, consigue conmover, aún con sus espacios en blanco. El personaje de Mr. Merde al que interpreta Oscar/Lavant (y que ya Carax mostró en su segmento de Tokyo!) es caótico y grotesco, pero, ¡qué demonios!, también es divertido. Todas estas piezas hacen de Holy Motors una montaña rusa de sensaciones, bien engrasada con un elegante uso del lenguaje audiovisual.

¿Sobre el director? Bueno, he de admitir que no conozco mucho su filmografía. Vi Mala Sangre porque su sinopsis me llamó la atención, pero no me pareció que estuviera al nivel de Holy Motors. Se nota que desde entonces Leos Carax ha dejado madurar su talento para el séptimo arte. Sé que su obra más conocida es Los Amantes del Pont-Neuf, puente que en Motors aparece desde la azotea del Samaritaine, imagino, en un tarantinesco ejercicio de auto-guiño.

Desde entonces estuvo varios años desaparecido. Su gran regreso fue la película que ahora nos ocupa y tiene anunciado un nuevo proyecto: Annette, un musical que rodará con Michelle Williams y Adam Driver (sí, el que hace de Kylo Ren). Si se animan a estrenarla en España, no perderé la ocasión de comprobar en pantalla grande si Carax conserva la misma osadía y talento que demostró con Holy Motors.


Reseña de Román Pinazo
Imágenes y vídeo de Holy Motors

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