martes, 2 de enero de 2024

Mi madre

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Mi madre no tuvo tiempo para vestirse de rosa.
El cáncer compuesto de abismo y terror.
Un abismo que nos tragó en cuarenta días.
Luego la casa se quedó vacía.
Su cama deshecha.
Su armario intacto.
Y un niño de barbas que lo observa.

Que tan todo en su sitio.
Que tan lleno de ropa.
Que tan huérfano lo deja.
Un niño que no entendía nada.
Sesenta y un años eran pocos para un ángel.
Mi madre muerta y sus alas intactas.

No, apenas hubo tiempo para el rosa.
Ni para ser guerrera.
Ni siquiera para un par de lágrimas.
Todos los abrazos fueron insuficientes.
Los pasillos del hospital tocaron a pocas maldiciones.
Un gotero inútil.
Palabras sin efecto placebo.
La muerte era de verdad.

No.
No hubo tiempo para el rosa.
Apenas unos minutos.
Una despedida con prisa:
«Te echaré de menos.
Vas a ser feliz.
Tendrás que cuidarte solo.
Yo no te voy a olvidar.
Ahora te toca ser fuerte.
No voy a decir adiós».
Los besos dejaron de curar.
Llegó la noche.

El diecinueve de junio de dos mil trece.
Todas las portadas hablaron de lo mismo:
«Hoy amanece el mundo con déficit de bondad».




Poema de Pedro Teruel
Imagen de Pixabay

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