lunes, 16 de agosto de 2021

Gorocica 1937

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No eres tú, afortunadamente, quien en mayo de 1937
entró en el caserío de Gorocica
antes de que el sol acabara de desarmar la niebla y halló
desordenada su casa natal.
Él no sabía si iba a encontrar algún familiar, parecía
que no había nadie dentro,
ni siquiera el perro le salió al encuentro con su
habitual alegre bienvenida.
La basura abandonada por los milicianos en el soportal,
las puertas abiertas de par en par,
la banqueta de la cocina rota, la ceniza desperdigada.

Entró en la cuadra,
y vió que no había ningún animal. En la penumbra,
sintió un ruido y disparó
hacia arriba. Se abrieron tres orificios en el techo de
madera y de uno de ellos
empezó a manar sangre, un chorro fino que le caía
sobre el hombro como un hilo rojo,
tibio, silencioso, sin que él supiera de qué
o de quién
era aquella
sangre.


Poema de Joseba Sarrionandia. ¿La poesía ha muerto? 
Imagen de Pixabay

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