perdido en la inmensidad de lo que puede llegar a durar medio segundo,
con el vértigo inmenso de tener los dos pies bien plantados en el suelo.
Me hundo hasta el cuello dentro de mi propia impaciencia.
Mi alma tan sólo desea mirarte a los ojos, y en tus ojos es
el último sitio donde debería mirar.
Sacadme de aquí, tirad fuerte de mis manos.
Tan sólo quiero estar tranquilo.
Pero que eso no signifique que estoy muerto.
Hago un esfuerzo por hacer mío el recuerdo de cosas que nunca han sucedido,
y eso me pierde en el instante,
me hace poner la bala en los lugares donde hay hueso,
y nunca acierto, sólo hiero.
Todos sabemos lo que pasa cuando hieres a un mal perro.
Todos sabemos lo que pasa, cuando destruyes, y no creas.
Pero no es quejarme, lo que quiero.
No es esta espera, lo que deseo.
Cuando un ciego da tantos palos, todos huirán de ése peligro.
Una catarsis no es bonita,
pero, ah, se hace tan, tan necesaria.
De nuevo,
siento el silencio de los que deberían gritar en voz alta lo muchísimo que se aman.
De los instantes sin principio.
De las semillas que se mueren, ahogadas por el exceso.
Del sentimiento exagerado, de las grotescas sencilleces.
Mi alma tan sólo quiere poder mirarte por debajo de los ojos, pero a los ojos, tú lo sabes,
es el sitio más peligroso, donde jamás voy a volverte a mirar.
Texto de Chema Villalba
Ilustración de Saray Pavón
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