jueves, 14 de marzo de 2019

Tunning personal

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Vicenta Marquínez Martínez decidió abrirse un perfil nuevo en la red social. Había llegado a la conclusión de que usando su nombre y fotos reales no conseguiría hacerse amigos nuevos e interesantes, de estos que cuelgan frases lapidarias capaces de resumir la evolución del pensamiento humano en pocas palabras.

Ella subía a la red fotos del día a día, en la parada del autobús, metiendo la compra del super en el coche, tomando un café a media mañana...lo que hacemos todos en fin. Pero claro, con su nombre y sus fotos, de dudoso glamour el resultado en likes era pésimo.

Entró en la app, eliminó su perfil, y clickó "crear nuevo perfil".

Lo primero fue elegir su nuevo nombre: Vicky Marck. Tenía gancho y desprendía un halo misterioso extranjero fantástico. Además, sería Eslovaca y carnívora, pensó,sintiéndose de repente invadida por una excitación sexual increíble. 

En creencias se definió como budista no practicante, aconfesional y albina. Sus ojos brillaban de emoción y cada vez se gustaba más a sí misma.

Para la foto usó un dibujo de Mary Shelley tuneado. Era el centenario de Frankenstein y esto dotaría su perfil, sin duda, de un factor cultureta ciertamente irresistible. Se le pasó por la cabeza hacerse con uno de Edgar Allan Poe, pero este transmitía un mal rollo que poco iba con sus intenciones virtuales.

En intereses se declaró cooperadora de una ONG defensora de familias ictiófagas de invertebrados habitantes del Pacífico.

Cuando terminó de rellenar todos los campos del formulario salió a dar una vuelta y así darle tiempo al algoritmo social de la app para que le sugiriese nuevos contactos basados en el cruzamiento de datos con otros perfiles vegetarianos defensores de la alimentación basada en la quinoa.

Cuando paró en el paso de cebra frente a su portal ya se sentía nueva y plenamente identificada con su recién creada personalidad virtual. Decidió que guardaría todos sus libros en el cuarto de contadores del bloque. Total, nadie leía ya nada y ella no quería tener nada que ver con su aburrida vida anterior.

Renovaría su armario con ropa blanca vaporosa y quizás se tiñese el pelo de algún color de moda en Korea de sur. Últimamente los grupos pop de aquella parte del mundo lo estaban petando.

Al despertar al día siguiente sufrió una recaída en su triste personalidad anterior. Fue a misa de 12 y se presignó las veces que manda el catecismo.

Recuperó los libros del cuarto de contadores y los puso a la venta en wallapop. Total, nadie leía ya nada. También se convenció de que su color de pelo no estaba tan mal, de todas formas había olvidado la clave de acceso a la app.

Cosas de jueves.



Microrrelato de A. Ramírez
Imagen de pixabay

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