lunes, 29 de junio de 2020

Lo que queda

Elena lanza una rápida mirada al reloj de la pared. Son casi las once.
- No va a dar tiempo.
- Mujer, que sí, que se nota que ya no falta mucho.
- Espero que tengas razón.
Elena y Beatriz hablan en susurros y continúan viendo la película, sentadas en las incómodas sillas de madera de la sala de estar de su colegio con las otras chicas.

Unos minutos después, sor Covadonga se levanta y apaga la tele: Niñas, son las once. Ya saben, tienen veinte minutos para estar en sus camas, y a las once y media comienza el silencio. Unas veinte adolescentes, la mayoría con uniformes de colegiala aunque no completos, se levantan como en un rito, acostumbradas a obedecer, sin hacer ruido con las sillas y cuchicheando con fastidio:
- Otra vez nos quedamos sin el final.
- ¿Tú crees que terminarán juntos?
Después de colocar cuidadosamente las sillas salen casi en fila.

Cuando las luces llevan un par de minutos apagadas, Beatriz llama desde la litera de abajo a Elena, que duerme en la de arriba. A Elena le encantan estos ratos. Acostadas una al lado de la otra en el pequeño espacio de una cama de ochenta centímetros comentan en susurros las películas, y sobre todo los posibles finales de las muchas que no consiguen ver acabar. Elena siempre se ha preguntado qué podría romperse si un día sor Covadonga, su joven tutora, estuviese demasiado concentrada en la película y pudieran verla terminar, aunque fuesen las once y diez. Pero como esto no ha sucedido -y no sucederá-  Beatriz y ella inventan finales, a veces coherentes y a veces rocambolescos, y disfrutan riendo  y llorando juntas, sin ruido, después del silencio.  Beatriz adora los finales felices -bastantes  infelices hay ya en la vida, añade cuando se le pregunta-, sin embargo ella los prefiere realistas, aunque queden abiertos o sean tristes.

Casi siempre pasa lo mismo. Beatriz se queda dormida apoyada en su hombro, y Elena aguanta despierta todo lo que puede, mirándola con la poca luz que entra por los resquicios de las contraventanas, y sobre todo, sintiendo su tibieza y su olor, ese olor que se lleva a casa en vacaciones, el de la mujer que a pesar de sus quince años Beatriz ya es.

Elena no sabría explicar por qué, pero no cambiaría estos ratos por nada del mundo, y los disfruta y los guarda como un regalo añadido a esta amistad felizmente cómplice de la que disfrutan.

Algunas veces se ha quedado dormida un rato en aquella cama, y se ha despertado abrazando a su compañera, a la que siempre besa morosamente, del modo en que una se separa de la cama en una mañana de domingo, en la mejilla antes de volver a su cama.

La mañana es gris y fría. Son casi las nueve y un revuelo de abrigos y uniformes llena el patio y los pasillos del colegio. Ruido no mucho, las pequeñas entran más tarde y las mayores ya han sido domesticadas, al menos en apariencia, y no suele oírse una voz más alta que otra, sólo un rumor sordo que a Elena le recuerda a veces una tormenta lejana.
- Ahí viene Alicia.
Alicia, una externa, es una de sus compañeras favoritas. Pero aunque no lo fuese correría igual a su encuentro con las demás, porque entre las que conoce es la persona que mejor cuenta las películas. Rodeada por todas, describe los detalles como si pintara, y tiene una especial intuición para resumir o estirar la narración y acabar su relato a tiempo para comenzar la clase. Elena está segura de que nadie más se ha percatado de que este curso se les ha unido una nueva oyente. A la vuelta de la esquina se adivina, más que verse, a sor Covadonga escuchando tan interesada como ellas el final de la película que no vieron el día anterior.

Ha pasado mucho tiempo desde el colegio. Elena está en sus cuarenta, aunque sigue siendo la chica alta y delgada de entonces. Su vida no parece guionizada por Beatriz, su compañera del colegio, pero no puede quejarse.

En días como hoy, realmente frío y desapacible, le encanta estar allí, arrebujada en su sillón, viendo en el vídeo o en la tele una película, muchas veces antigua y en versión original.
Pero es tarde, y mañana muy temprano ha de coger un avión, así que con una mirada pide permiso para apagar la tele e irse a la cama.


Blanca ya está acostumbrada. Sabe que algunas veces a Elena le gusta usar cualquier disculpa para dejar de ver una película antes de que ésta termine. Y en la cama, con la cabeza en su hombro, inventan juntas el final.


Carmen del Río Bravo, Carmen Gc (Facebook), @c_iman, María del Carmen Gómez Canduela, n. en Valladolid, en el DNI.

Libros publicados: No ardo/ me oxido/ me he pasado a la combustión lenta (Ed. Baile del Sol, 2016) (poemas). La casa de ellos (Editorial Páramo, 2018) (relatos)

Participaciones recientes en libros comunitarios: Poesía en vivo; Antología de las jornadas de poesía en Valladolid "Tradición y modernidad", 2017  (Editorial Páramo, 2017), Poesía y Vínculo. Voces del Extremo Bilbao (Amargord, 2017); Contra. Poesía frente a la represión (Coordinadora Antirrepresión de Murcia, 2016); She was so bad (Aloha Editorial, 2016); La poesía a la calle (Antología poética del grupo DiVersos, Junta de Castilla y León, Palencia, 2015).

Participaciones recientes en revistas: La Fanzine (nº 11, Futuro, 2015; nº 12, Cine, 2018; Cruz. SN1 (PGP, 2017); Groenlandia y Sucia resistencia, (Groenlandia, 2017); Susurros a Pleno Pulmón (sapp, varios números, 2016, 2017); El Ático de los Gatos (nº 6, Revista literaria y cultural, Cádiz, 2016).

Participación en: Homenaje a Jorge Oteiza, 25 años de Itziar Elegía, Museo Oteiza, 2017. Jornadas de Poesía en Valladolid “Tradición y modernidad”, 2017. Luchalibro, I edición España, 2017, finalista. “Mientras la ciudad duerme”, ciclo de Poesía en la Feria del Libro de Valladolid, 2017 y 2018. “En junio La Esgueva”, 2018 Parte del colectivo Susurros a Pleno Pulmón.

Escribo desde que tengo uso de lápiz, cuento desde que había que dormir a las muñecas, explicarse las tardes, mantener en orden a las pequeñas fieras, tratar de retener la atención de alguien interesante. Escribo en parte porque el mundo me parece la casa de ellos. La escritura da forma a lo que acaba siendo como cuando jugábamos ‘casa’.


Poema de Carmen del Río Bravo 
Imagen Cuerpos versátiles de Zenset

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